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Desde pequeño, Jungkook se había acostumbrado a dibujar todo lo que veía

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Desde pequeño, Jungkook se había acostumbrado a dibujar todo lo que veía. Cuando iba en el auto de sus padres, estando en la enorme casa de sus abuelos, jugando con Suzy noona. Siempre lo veías con un lápiz y un cuaderno. Eso hasta que entro a la secundaria, y el no quería ser el chico que todo el tiempo estaba dibujando. Entro al equipo de fútbol y se volvió muy popular en su escuela. Quizá no era lo que le gustaba, pero le bastaba con ser aceptado.

Lalisa, por su parte, había pasado su vida entera encerrada entre cuatro paredes. Ocupaba su tiempo lo mejor que podía, escribía, tocaba cualquier tipo de instrumentos y sabía hablar cuatro idiomas. Dibujar era su obsesión más reciente, desde que estuvo la última vez en el hospital. Durante aquellos días, había tenido varíos sueños, y al no recordarlos, intentaba dibujarlos. Luego, cuando salió del hospital, comenzó a dibujar lo que sentía. Aveces podía ser una enorme mancha amarilla, mientras que otras veces, un hermoso paisaje. Así era ella.

Se sentía extraña al encontrar cosas en común con la persona que le haría compañía. Intentaba recordar que debía verlo como alguien que pasaba las tardes junto a ella por una paga, y no como un amigo.

Después de ese día, Jungkook pasó tres tardes dibujando para Lalisa. Mientras ella tomaba su siesta después de su píldora de las dos, el dibujaba. No sabía bien lo que hacía, simplemente dejaba que su mano se moviera conforme a lo que su corazón le dictaba.

¿El resultado? Una pequeña obra de arte.

Un dibujo en donde una mano tomaba a otra que estaba a punto de caer. Quizá el concepto no tenía mucha complejidad, ni tampoco la técnica. Sin embargo, Lalisa no podía dejar de verlo. Y Jungkook se sentía orgulloso por el pequeño brillo en los ojos de Lalisa cuando veía sus trazos en lápiz.

Ahora era miércoles, uno bastante gris, anunciando las lluvias. Eran mediados de octubre, y en Corea se comenzaba a sentir el frío desde ese momento. Los pronósticos decían que se acercaba el invierno más frío que los ciudadanos hubieran tenido que experimentar en mucho tiempo, quizás eso explicaba los precipitados cambios de temperatura y las fuertes lluvias.

La tempestad se acercaba.

Pero mientras eso pasaba, Jungkook sacar a Lalisa a un pequeño paseo. Había estado visitando un café que quedaba cerca de la casa, Justo antes de que Lalisa despertara muy temprano en la mañana. Al principio sólo fue porque le llamó la atención la fachada del lugar, pero luego se enganchó por el ambiente acogedor y el delicioso pastel de almendras.

Quería llevar a Lalisa para que conociera el lugar y se estirara un poco. Jamás había salido con Lalisa, lo cual era de entenderse pues sólo llevaba cuatro días trabajando con ella. Sin embargo le parecía extraño una mujer tan joven que no quisiera salir y simplemente se mantuviera en su habitación siguiendo la misma rutina día tras día.

— Ponte algo más... De calle. Vamos a salir — Aviso Jungkook al entrar a su habitación. Lalisa en ese momento estaba pintando algo con las acuarelas que le dio Suzy unnie cuando tuvo su cirugía de trasplante de médula.

Era una de las pocas cosas que le recordaban que había alguien que aún la quería.

— ¿Y quien te dijo que yo saldría?

— Le avise a tu madre y estuvo de acuerdo. Desde tu última vez en tu hospital no has salido y lo creas o no, eso la consterna un poco.

— Si se preocupa por mi, créeme. Lo disimula muy bien. — Lalisa se levantó de mala gana de su escritorio a cambiar su ropa, y Jungkook se sintió orgulloso porque logró su objetivo.

Unos jeans y un hoddie amarillo, todo eso con unas converse blancas. Lalisa no solía vestir de esa forma, ya que si su madre estaba por casa, debía vestirse bajo sus normas de etiqueta, vistiendo diseños muy costosos y los pantalones y zapatos deportivos estaban prácticamente prohibidos para ella. Por eso, aprovechaba cada momento en los que podía ser una chica normal de veinte años.

— ¿Lista? — Preguntó Jungkook a Lalisa, al ver que estaba cambiada.

Lalisa asintió de mala gana y ambos comenzaron a caminar afuera de su habitación. Todo parecía indicar que llovería, así que antes de salir, Jungkook tomó un paraguas negro y grande, bastaría para los dos.

Mientras salían de la casa, todos los miraban sorprendidos. Rara vez se veía a a Lalisa bajando a el primer piso, y aún más extraño, saliendo de casa.

— ¿No iremos en auto? — Preguntó Lalisa al ver que ningún tipo de chofer los esperaba.

— No, queda cerca.

Lalisa no conocía mucho su vecindario. Hasta donde sabía, todas eran casas grandes rodeadas por grandes zonas verdes, así como su casa. Pero luego de que ambos caminaran en silencio por unas cuantas cuadras, quizá cuatro, se dio cuenta de que habían varias casas menos... ostentosas.

Eran casas de colores, la una al lado de la otra. Había un parque infantil, en donde varios niños de todas las edades jugaban. En las esquinas, se podían ver a las jóvenes parejas de adolescentes charlando y sonriéndose el uno al otro como si fueran todo su mundo. Los padres vigilaban a los niños mientras hablaban de sus vecinos o ordenaban el jardín.

La gente se notaba feliz, y Lalisa no estaba acostumbrada a ver eso.

— ¿Te gusta? — Preguntó Jungkook observando el perfil de Lalisa.

Si algo había aprendido los últimos días, era que Lalisa no era muy expresiva hablando de palabras o acciones. Podrías pensar que no sentía nada. Pero si mirabas sus ojos, notabas todas las emociones que con sus acciones o gestos no podrías adivinar jamás. Unos ojos grandes, al igual que sus sueños, sentimientos y pensamientos.

Lalisa era grande en todos los aspectos.

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Don't let me fall || J.J.KxL.L.M Donde viven las historias. Descúbrelo ahora