Una buena cena. (Capítulo 2.)

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Luego que se acercase a mí, con su estilo, un rostro que al parecer, había tallado por los ángeles, y su vestido blanco que apenas y ocultaba su figura, ella era algo de otro mundo. Algo que solo un chef podría cocinar… Algo que sólo Leonardo, podría pintar.

Admiraba cada parte de ella que tocaba la luz del sol. Y hasta de las velas aquella noche, mi deseo era impotente, pero no por mucho. La ambientación del bar con respecto a la cita, fue perfecta, reímos un poco, comimos, resulta ser, que no le gusta la carne. Y no porque sea vegana, solo le gusta el pollo. Para gustos colores, era un dato interesante, pero creerás que es inútil.
En la naturaleza, por ejemplo en las hienas, las hembras suelen cazar, son más grandes que los hombres, en el caso de los leones, también, ya que son  más rápidas.

Sin embargo, en esta selva de asfalto, todo el mundo puede hacer lo que le dé la gana.
Cualquier podría cometer un acto socialmente visto como indebido y por desgracia o por fortuna, sería… “Penado.” Lo bueno de ser poderoso. Es que nunca lo serás. Es como tener un escudo permanente llamado, millones de dólares.

Samantha me contó que sus padres tenían una vida estable, junto a ella. Clase media-alta, proveniente de una zona bastante común, pero un poco alejada a lo habitual. Tenía una hermana mayor estudiando en el extranjero, y contó que era muy unida a ella.

Dato interesante ya que sus lazos familiares para mí, son lo más importantes. Para saber qué te vas a comer, debes saber con qué ingredientes fueron hechos. Y creerás que quizá es una estupidez. Pero si conoces a los padres de una persona, verás rasgos de sus padres en la personalidad de esta, así que. Creo que veré más de ella con sus padres que lo ella me dice a mí.

Sonreía y me traía calidez, ansias. Soy muy directo, y en cada halago, solo sonreía y se sonrojaba un poco. ¿Cómo no amar eso? La sensación de que alguien se apene, por algún comentario medianamente cariñoso, es una habilidad que me atrae bastante. Así que por ende, poco estuve con morenas, ya que, estas no se sonrojan y no me caen tan bien.
Relató una historia de cuando era pequeña. Sufría de Bullying, ¿Cómo? Tenía pocos amigos. Era callada, solitaria, veía animes, parecía emo, y siempre fue callada. En sus años de pubertad, mejoró todo aquello, fue creciendo de manera personal, se aceptó y amó así misma.

No sé muy bien de qué habla, porque nunca pasé ni pasaré por eso. Tampoco le di muchas vueltas, es su vida, es su pasado, además. No me interesaba realmente. Pero el fin justifica los medios. Y esto acabaría muy bien.

Al acabar la cena, en su bolso de mano, observó la cuenta y colocó la mitad del dinero en la mesa. Quería pagar la cuenta. Así que me reí a carcajadas, y pregunté. ¿En serio tú quieres pagar la mitad de la cuenta? De inmediato respondí diciéndole al oído: Yo te invité a escribirme, también a salir. Creo que yo debería pagarlo, puesto que la noche es larga, creo que necesitarás ese dinero también. Quién sabe…

Me miró bastante mal y con sus labios, carnosos y perfectos comentó: Está bien, págala.  Volteando de esta manera los ojos.
Le pregunté que si quería ir a un bar, y me dijo que sí. Cerca del Royal había uno, así que, tomé mi auto, un Aventador, venía con todo esta noche. En los semáforos, amaba voltearla a ver puesto que, la luz roja que se reflejaba en sus ojos, su reflejo en el vidrio ahumado, su mirada pérdida. Era hermosa.

Llegamos al bar, era una ciudad de prestigio, así que todo era bastante acorde a como era ella, a como soy yo. Medía un metro con unos, calculo, sesenta y cinco centímetros, a leguas se veía que era caprichosa, pero su personalidad me era aún desconocida, llegué al bar, y pedí Vodka, ella pidió Tequila. ¿Cuáles eran sus intenciones tomando de manera tan abrupta? ¿Era una prueba para mí? Es menos de una hora, estaría borracha y sin remedio.
Le pregunté, antes que tomará demás. ¿Dónde vives, Samantha?
Me respondió sin dudar, dándome las coordenadas, y ahí confirmé. Era una prueba.
Probablemente si yo trataba de hacer algo con ella así, diría mucho de mí. Y podría hacerlo, pero la imagen que tenía ella hacía mí, no, no la perdería. No me verás así, Samantha. –Pensé.
Le gustaba disfrutar, cantaba todas las canciones, tenía una voz melodiosa, casi profesional, así que decidí preguntar. ¿A qué te dedicas?
Dijo que siempre quiso ser cantante, pero que no tardó en que sus pies y sueños cayeran al suelo.
Ahora era una contadora de una empresa de renombre, y para eso había estudiado, me pareció bastante trágico. Yo en general nunca tuve sueños, ya que siempre obtuve lo que quise, estar en natación, bucear, jugar futbol, tenis, karate, taekwondo, es decir. Creo que ella podría haberlo logrado, pero es triste que lo haya abandonado, pues a mi parecer tenía potencial.
Es una lástima, pero éste tipo de datos, hicieron que eso, fuera una buena noche, una buena cena.

Silencio. (Hunger)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora