Promesa Rota

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Capítulo 3

Anthony se quedó los siguientes minutos dentro de la mansión, sus ojos vagaban en los detalles del cuadro pintado de su difunda madre. Una fuerte presión en su pecho comenzó a inundar el resto de su cuerpo, paralizado jadeó con débil voz al mencionar su nombre, una solitaria lágrima rodó por su mejilla.

Sus primos dormían plácidamente con el aire de la naturaleza como ventilador, la respiración tranquila y sueños extraordinarios. De la misma manera, Albert se había encontrado hasta que despertó de forma abrupta. Su misión era cuidar de sus queridos sobrinos, a pesar de que siempre fue un lugar seguro, al ser el mayor era el único apto de proteger a los tres niños y a todos los animalitos ahí alojados.

Sacudió con frenesí su cabeza para espantar el sueño, se rascó los ojos y al verificar que todos durmieran sobre la única cama, encontró a solos los hermanos Cornwell.

Detenido, con las manos posadas en el marco de la puerta, susurró el nombre del niño ausente, trantando de calmarse fue a buscarlo por el pasillo antes de aterrizar en la sala, su corazón que apenas comenzaba a bombardear fue pasmado por un abrazo de tranquilidad al encontrarlo de pie otra vez en la sala.

-Anthony.

No lo miró, pero su cabeza apuntaba hacia arriba, con cautela terminó justo a su lado, acariciando su cabeza con ternura.

-Mamá me decía que... El mundo era muy bello, y que por eso compartía su belleza con el cielo de vez en cuando, ¿Qué quería decir con eso? -la voz inocente, los ojos suplicantes por una explicación más ligera que está, causaron furor y pánico en Albert quien se ponía una máscara falsa de relajación. -Sé que ella esta volando, a mi me gustaria volar con ella-aquello fue una cuchilla atravesarle el cráneo.

Abrazó de inmediato y con fuerza a su adorado sobrino, tomando su pequeña cabeza entre su mano, ese pedazo perfecto de legado que su preciosa hermana dejó sobre la faz de la Tierra.
Un niño inocente y dulce. Solamente un niño que expresaba su dolor, Albert sentía su corazón hacer lo que quería desde un inicio, bombardear contra sus pulmones. De alguna manera, esto le afectó de sobremanera, las sutiles palabras que habi escogido eran ideales para dar a interpretar solo una cosa: infelicidad.

¿Este bello niño, realmente lo decía en serio?

Lentamente respondió al abrazo de su tío, su aroma y calor era idéntico al de su madre, por lo que disfrutó mucho estar entre sus brazos.

-Anthony, no vuelvas a decir eso. -regañó con suavidad, apretando su cuerpo. -Eres muy pequeño aun, no entiendes lo que has dicho

-Si lo entiendo. Papá me ha dejado porque tiene que seguir viajando, aquí no tengo a mamá, solo te tengo a ti y a mis primos, pero yo solo anhelo estar con mamá, con ella soy más feliz que con el resto. -cerró sus lindos ojos, sintiendo que su cuerpo era levantado.

-No repitas cosas como éstas, eres mi pequeño. Cuidaré de ti más que al resto, Anthony, prometo que tratare de hacerte feliz. -dio una leve palmadita, su sobrino alzo la cabeza con asombro.

-Tío Albert, ¿Lo dices en serio? -con la voz quebrada, posó sus débiles manos sobre las mejillas del mayor. -Tú te pareces tanto a mi mamá...

-Ella también es especial para mi. Por eso, habrá que cuidarnos, ¿te parece?

-Pero...

-Vamos, ¿Qué pasa?

-Por mucho que quiera, mamá jamás vendrá...

-Por eso debemos hacer que ella se sienta feliz en el cielo, sabiendo que serás feliz.

-Soy feliz. -contrario a lo que afirmaba, su rostro era triste y desorientado. -Tengo más que otros niños, tengo a Stear y Archie, a la tía abuela, a papá...

Abrázame muy fuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora