PRÓLOGO.

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Sus dedos fríos pasaban por el contorno de sus labios, se encontraba inquieta, indecisa y nerviosa. Su respiración pausada dejaba salir pequeños suspiros de entre la pequeña abertura que se creó en sus labios. Amaba su tacto, deseaba de alguna forma que el joven frente a ella pasará sus manos por el resto de su cuerpo. Deseaba ser suya y a la vez temía serlo, insegura le apartó delicadamente; sus ojos se encontraban cubiertos de lágrimas, sabía que aquello era la mejor opción. Temia perderlo, pero el ya tenía otra opción, el rechazo no era algo que él tomará de la mejor forma, pues ella no sería la primera o última chica que pasará por la sábanas de aquel joven.

Y fue entonces que agachó la mirada, un susurro inaudible salió dificultosamente de ella, tomó sus cosas, se dirigió a la salida y sin esperar una acción de parte de su acompañante, abrio la puerta.

Por primera vez en su vida sentía impotencia, porque su cuerpo pedía a gritos el hacer la locura de su vida y ser una más entre los brazos de aquel chico. Pero la razón la mantenía cuerda, y prefería mil veces quedarse de aquella forma. Ya llegará alguien que en verdad la valore y no estaba equivocada al pensar así.

Sus pies tomaban dirección hacia la persona que menos esperaba, las lágrimas se acumulaban en sus ojos mientras que al cerrarlos estás creaban caminos húmedos por sus mejillas. Tomó su celular y sin dudarlo dos veces se dispuso a escribir.

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