Congelado.

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Aquel chico camina por las frías y blancas calles de Londres. El cielo es oscuro por la avanzada hora y cubierto de nubes que amenazan con dejar caer nuevamente los copos de fría nieve blanca. Los cabellos oscuros del joven cubren su hermoso par de zafiros. Las manos del joven frotan sus brazos desnudos con desesperación en busca del calor que tanta falta le hace. El invierno lo está matando de a poco, nada más que una pobre camisa azul cubre la parte superior de su cuerpo y sus azules labios no pueden hacer otra cosa que no sea temblar. El joven sólo podía pensar en que moriría así, congelado en medio del camino. La gente que pasaba por su lado lo miraba con pena, pero nadie se acercaba a él para ofrecer su ayuda, nadie podía ser tan amable y quizás el destino había decidido que el chico no merece el buen acto que espera.

Con dolor en sus congeladas articulaciones, el joven camina hasta una antigua fuente (que quizás ha estado allí desde hace 100 años) ubicada en medio de la plaza para descansar su cansado cuerpo y su agotada mente. Se sienta en el borde de la gastada fuente para abrazarse a sí mismo incapaz de dejar de temblar.

Hace dos semana que camina sin recibir ayuda. Hace dos semanas que se ha estado congelando. Hace dos semanas la muerte comenzó a perseguirle y no se detendría hasta llevarse al joven de oscuros cabellos consigo.

El chico se acuesta en la orilla de la fuente, su cuerpo completamente tieso y blanco. Él ya no resiste más, su cuerpo no puede resistir el infernal frío un minuto más y el joven cae rendido ante la oscuridad, sin que nadie se de cuenta, sin que a nadie le importe, silenciosamente... Aquel bello joven muere...

Aunque ése no es su verdadero fin, así no terminará.

Destinado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora