Capítulo único.

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Sasuke estaba emocionado. En unas cuantas horas aparecería lo que llevaba tanto tiempo anhelando, su marca de destinados.

Desde tiempos ancestrales el destino se había encargado de unir a miles de parejas. Al cumplir los trece años toda persona obtenía una marca en su pecho, cerca del corazón. Cada marca era diferente, única e irrepetible; siendo solamente complementada por la otra persona ligada a su destino.

Eran las diez de la noche en 22 de julio, y hacía un calor del demonio pero eso no evitaba la emoción del menor de los Uchiha. Sasuke miraba con ilusión el espejo que reflejaba su pecho desnudo, tratando de imaginar cuál sería la forma que tomaría su futura marca. Quién sería la persona que tendría la otra mitad de ella. Sabía que sería su pareja para toda la vida, o por lo menos eso esperaba. Creció viendo a sus padres mirarse con amor. Sin importar lo frío y serio que su padre pareciera, sabía de lo mucho que este adoraba a su esposa; por eso él no esperaba menos.

— ¿Otra vez viéndote al espejo, hermanito? —Preguntó Itachi, su hermano mayor. Sasuke bajó rápidamente su camiseta y lo miró avergonzado.

— Déjame en paz, nii-san —exclamó con el ceño fruncido—, seguro que tú estabas igual que yo.

— Tal vez, pero mi marca no apareció cuando cumplí los trece —le respondió pensativo, pero cuando vió la desanimada mirada de su hermanito, agregó—. Pero ahora la tengo...lo que quiero decir, Sasuke, es que no te desesperes si no aparece hoy. Tarde o temprano lo hará, sé que hay alguien perfecto para ti allá afuera —le sonrió y Sasuke le respondió con una pequeña sonrisa—. Bien, ahora ve a bañarte si no quieres que mamá venga y lo haga ella misma —Sasuke lo vio horrorizado e Itachi rió—. Me voy a dormir, tonto hermano menor —dijo y con dos de sus dedos le dio un golpecito en la frente al más chico.

— ¿Por qué siempre tienes que hacer eso, nii-san? —Preguntó pero el mayor ya se había ido de la habitación.

Tomó sus cosas y se metió a bañar, quería terminar pronto para no perderse de nada cuando su marca apareciera. Aunque había una posibilidad de que esta no apareciera ese día, no le importaba, quería estar listo por si sucedía. Claro que Sasuke no contaba con quedarse dormido justo después de salir de la ducha, ni con el repentino ardor y la picazón que lo atacaron por la madrugada, y que lo hizo salir disparado al espejo en su habitación.

Había aparecido. La marca, su marca estaba ahí. Un sencillo pero precioso sol se encontraba estampado en su pecho.

Después de haber estado como idiota frente al espejo por media hora, Sasuke se quedó dormido con una pequeña sonrisa en los labios. A la mañana siguiente el pelinegro despertó y bajó a la cocina, sin poder evitar la alegría que se filtraba por todos sus poros. El primero en notarlo fue Itachi.

— Feliz cumpleaños, hermanito —el mayor lo abrazó y luego lo miró fijamente—. Vaya, que suerte tienes. Yo tuve que esperar tres años para obtener la mía —Sasuke se sonrojó ligeramente pero sonrió arrogante.

— ¿Qué cosa? —Preguntó la madre de los hermanos— Oh, cariño ¿tu marca apareció? —Sasuke asintió— Felicidades, hijo, y feliz cumpleaños también.

El pelinegro aceptó gustoso el abrazo de su madre, y cuando bajó su padre comenzaron a almorzar, no sin que antes Itachi levantara la camiseta de su hermano para observar su marca, avergonzando a Sasuke.

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Las semanas pasaron y con ello las clases de Sasuke dieron inicio. Apenas comenzar, el chico se vio atacado por la mayoría de las féminas —y uno que otro varón— de su salón, para saber si alguno era el destinado del joven Uchiha.

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