Prólogo

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Tres de la mañana. Por Dios, ¿a quién se le ocurre golpear mi ventana de esa manera? Bufé, salí de la cama y me acerqué a la maldita ventana. Maldita sea, voy a asesinar a Evan.

—Son las tres de la mañana y me gustaría saber qué carajo haces en mi ventana, arrojando piedras.

—Deja de cruzar los brazos y cámbiate. Nos vamos.

—No me voy a ir a ningún lado, estás realmente delirando si piensas que me voy a ir de mi casa a esta hora y menos si mi padre despierta y llega a morir por mi ausencia. No, no.

—Ya, por favor. Le avisaré yo que era una emergencia.

—No.

Bueno, puede ser que haya dicho que no pero por alguna razón me encuentro sentada en el asiento delantero del auto de mi mejor amigo, esperando una puta señal del planeta para irme de aquí. Una puta señal, por favor.

— ¿Por qué estás mirando el techo, extraña?

— ¿Qué? Oh sí, estaba rogándole a los santos irme de aquí. Pero es bastante seguro que nada pasara —estoy molesta. Muy. Evan se cree que puede hacer lo que quiere. Desde siempre fue así.

Nos conocemos desde pequeños, él ha sido mi vecino desde que tengo uso de razón y hemos compartido casi toda la vida juntos. Divorcios, muertes, noviazgos, virginidades, besos, nómbralo, lo tenemos. Es mi mejor amigo, por no decir el único y nuestra amistad está sonando demasiado cliché.

—Llegamos —abre la puerta de su auto y luego abre la mía. Me doy vuelta y estamos en la ¿playa?

— ¿Qué hacemos aquí? Tú ciertamente quieres matarme Ev.

—Probablemente —saca una chaqueta del baúl y me la arroja. Suelto un bufido—. Traje absolutamente todo lo que necesitamos —veo una manta y una nevera pequeña asomándose.

— ¿Quieres explicarme qué hacemos aquí?

—Veremos el amanecer hoy, es nuestro último verano aquí, Juls, el último antes de irnos para siempre. O eso espero —no digo nada, solo asiento y tomo la nevera. Caminamos hacia la playa y la camioneta de Evan se ve lejana, pequeña y lejana.

Faltan tres horas para el amanecer, yo estaba durmiendo plácidamente y Evan estaba en una fiesta con sus amigos, esos que no tolero. Él es muy sociable y yo... no tanto.

Tengo dos amigas, Emily y Anna y son las únicas dos personas con las que Evan no ha intentado follar y probablemente es por eso que me gusta tenerlas, porque no me buscan solo por ser su amiga. Por ser la amiga del chico guapo de la calle de enfrente.

Es decir, amo a mi mejor amigo, lo hago. Pero a veces es estresante verlo follar con la mitad de la ciudad, o verlo con gente que es mala influencia, que se droga y bebe más de lo que su hígado aguanta. Sí, no soy toda una santa, pero él... él simplemente cree que es la única manera para salir de todo el caos y toda la mierda que lo rodea y no es así.

—Le tengo fe a este verano, Juls —sus ojos color avellana me miran fijamente y noto un pequeño destello en ellos. Realmente ansía este verano. Estoy segura que le hará bien dejar este lugar por la universidad. Evan se recuesta en mi regazo y acarició su cabello castaño hasta que vuelve a hablar—. Lamento haberte pasado a buscar a las tres de la mañana. A veces...

— ¿A veces es cansador fingir? Sí, me imagino.

—Demasiado.

Mi amigo es candente, he de admitirlo. Sus ojos avellana, su rostro entre angelical y rebelde, su cuerpo fornido. Él es bellísimo. Su rostro delgado, su mandíbula bien marcada y sus cejas gruesas e intimidantes. Pero es más que una cara bonita.

— ¿Qué tal tu madre? —quiero cambiar el tema, sé que su casa lo está volviendo loco y ella es la única que lo mantiene cuerdo.

—Bien, mejor. El lunes comienza a trabajar en la empresa de tu padre.

—Oh sí, lo había olvidado.

Nos mantenemos en silencio hasta que llega el amanecer. Estamos recostados, abrazados y tapados por una manta. A veces con él todo se siente tan... cálido, tan bonito. Hasta que recuerdo que las cosas no son así y que por más química que haya, algunos no estamos destinados a ser.

—Tres... dos... uno... ¡oficialmente el mejor verano de nuestras vidas! —Evan grita y yo me dedico a mirar el amanecer. Me doy vuelta y lo veo. Está examinando su celular, buscando ese mensaje. No lo va a recibir pero me niego a decírselo.

Recuesto mi cabeza en su hombro y él besa mi frente. Sí, quizás este verano no sea tan malo. Quizás. Pero tengo una sensación en mi pecho que me pide volver, volver a como todo era antes.

El verano perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora