Capítulo dos.

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Capítulo dos.

— ¿Anna? ¿Estás lista? —escucho el chillido, un fuerte chillido. Emily le grita a nuestra amiga que tarda siglos en prepararse. La única razón por la que estamos preparándonos para salir es porque Evan me invitó a su maldita fiesta.

Aunque siento ganas de ir. Quizás es por el lindo vecino. Quizás no. Lo más probable es que así sea, pero no me avergüenzo por ello. Él no era solo bonito, él era interesante. Él no tenía la necesidad de sentirse superior a los demás, él simplemente no parecía salido de esta ciudad de gente rota, de gente soberbia. Es verdad, todavía no lo conozco mucho, sin embargo, aún hay tiempo para hacerlo y quién sabe, inclusive de muchas maneras.

—Tierra llamando a Juliet... esa cara tuya parece la de Emily cuando se guarda las ganas de cagar.

—Siempre tan sutil, Anna.

—Siempre para ti, Ems.

Mis amigas están levemente maquilladas. Emily es alta, rubia y sus ojos son de un marrón muy claro, con tintes verdes. Sus ojos están delineados, sus pestañas con mucho rímel resaltando así sus ojos, mientras que sus labios de un morado oscuro hacen ver su boca más grande. Tiene puesto un vestido floreado, una chaqueta de jean, unas zapatillas negras y sus anteojos de siempre.

Anna, por otra parte, es de tez morena, sus ojos de un azul estridente y su cabello negro se encuentra en una trenza. Lleva un short negro, una blusa blanca y unas sandalias. Maquilló levemente sus ojos, los delineó y se puso poco rímel. Sus ojos azules resaltan. Creo que si la ves de lejos, lo primero que verás son sus ojos. Tiene brillo labial en sus labios y una sonrisa de punta a punta.

Yo tengo mi pelo suelto y uso un vestido negro, que por suerte no es ajustado, y unas zapatillas negras, que por cierto debería comprarme otro par. Me puse rímel, delineador y brillo labial.

Mi pelo es castaño claro, mis ojos verdes y mi cuerpo es normal, no sabría como describirlo. Supongo que mis tetas no son muy grandes y mi culo tampoco es exorbitante. No soy ni pálida ni trigueña y no soy ni muy baja ni muy alta. Normal, común, status quo. No salgo del molde, todavía.

— ¿Qué llevamos? Deberíamos comprar algo de licor —Anna me mira fijamente, ella tiene ya edad suficiente para comprarlo. Todas, en realidad. Pero ella ya hasta tenía su identificación falsa.

—Tequila —Emily tiene ganas de morir hoy, qué dulce.

—Bueno, vale, tequila y, ¿podemos llevar ron? Compremos una coca, un par de limones y sal.

—Vale y un vodka y un licor de alguna fruta.

—Vamos a morir —señalo y Emily asiente con una sonrisa. No me gusta esa sonrisa.

Todas pasamos por el baño antes de salir y antes de irnos nos despedimos de las mamás de Anna. Vamos caminando puesto que todo es cerca y luego de comprar todo nos tomamos un Uber hacia la casa del amigo de Evan, Paul.

Su casa es pequeña pero su jardín es enorme y tiene una piscina amplia y llena de gente desnuda o gente con ropa demasiado ebria. Sí, demasiado cliché. Sin embargo, dentro de la casa está mi tipo de gente y mi tipo de fiesta: la gente que baila al son de la música, la gente que bebe tranquila y las que juegan a algo para emborracharse. Nada de descontrol, o quizás sí, pero en menor cantidad.

Entramos y dejamos nuestro alcohol en una mesada, junto a otras bebidas cercanas. Tomo un vaso de los que compramos y me sirvo una gran cantidad de ron con una cantidad de coca cola favorable para poder digerirlo. Tomo una rodaja de limón, sí, tomamos un par de limones de lo de Anna y lo cortamos para llevarlo.

—Hola —una voz familiar me saluda y me doy vuelta para besar la mejilla de Evan.

— ¿Qué tal? —bebo a sorbos mi trago y me dedico a observar. Noto a la vecina, Leah, como me dijo su hermano. Su pelo rosa se sacude y su musculosa parece pegarse cada vez más a su cuerpo mientras baila con uno de los amigos de Evan—. Veo que tu plan de follarte a una peli-rosa no funcionó, ¿eh?

—Ja ja, muy graciosa —me levanta su dedo corazón y me roba el trago—. Rico —lame su labio y siento una pequeña descarga. Sus ojos avellana me inspeccionan lentamente.

Hace calor. Mucho calor. Demasiado.

—Quiero mi trago de vuelta, Adams.

—Vale, Jones, tú ganas. En fin, no lo conseguí porque parece que Michael está muy interesado en ella. Tanto que llevan bailando desde que llegaron.

—Y aquí viene...

—Si yo fuera él...

—Ya me la estaría follando. Sí, conozco la charla. Somos mujeres, no objetos Evan.

—Y yo no las trato como objetos, Jones. Valoro a cada mujer, cada curva, cada par de tetas, cada culo. Vale, eso sonó sexista. El punto es que yo establezco un vínculo con cada una y si alguna no quiere seguir, no la fuerzo. No como el idiota de...

—No hace falta nombrar idiotas hoy... —mi ceño se frunce.

—Cierto. En fin, dame veinte minutos y la tendré contra aquella pared, mezclando lenguas.

—Asqueroso. Devuélveme el trago —me devuelve el trago y se acerca a la peli-rosa. Sinceramente, le doy diez minutos. Está desesperado por follar y es capaz de cualquier cosa.

Siempre me pareció extraño no caer ante esa tentación impuesta por todos entre mi mejor amigo y yo. Bueno, quizás si cedimos. Mi primer beso fue con él y aunque él no lo recuerde, estando borracho, él me besó. Fue una vez, pero fue un beso algo profundo y bastante... efusivo.

Así y todo, nunca he sentido nada por él. Es decir, nos conocemos hace mucho. Recuerdo que él se mudó y mi casa no era la gran casa que tenemos ahora, era una pequeña, a una cuadra de la que tenemos ahora. Teníamos tres y éramos vecinos. Nos hicimos cercanos, demasiado diría yo.

Jugábamos en su casa, jugábamos en la mía, yo trenzaba su pelo, él tocaba a veces su guitarra. Su casa del árbol era siempre invadida por nosotros y aún lo es. Solo que las cosas cambiaron cuando su hermano se escapó de su casa. Lo recuerdo mucho. Teníamos quince y su hermano veinte. Su hermano, Jackson asistía a la universidad pero aún vivía con ellos.

Esa mañana, con papá, escuchamos los gritos. Eran gritos dolorosos y agudos. Se escuchaba un llanto fuerte y chillidos. Jackson se fue y no volvió. Era becado en su universidad, un chico muy inteligente. Siempre lo miré con ojos risueños, al igual que Evan. Lo idolatrábamos. Él era inteligente, muy inteligente, y estaba siempre para nosotros.

Mi mejor amigo cambió ese día. Ya no era tan comunicativo y estaba siempre pendiente de una sola llamada, la de su hermano. Evan me contaba todo, solo que no era así con el resto. Sin embargo, ese año, comenzó a volverse más cercano a sus ahora amigos.

Bebía, a veces se drogaba y comenzó a fumar. Se escudó en otras cosas para que todo el tema de su hermano no lo persiguiera. Fue doloroso para mí y fue doloroso para papá. Siempre tratábamos de cuidarlo e incluso se quedaba a dormir cuando no quería volver a casa.

Todos escuchábamos los gritos de su madre, todos escuchábamos los vidrios rotos y los golpes. Nadie hacía nada. Salvo la casa de en frente, que refugiaba a aquel adolescente con la mirada perdida, con la sonrisa rota. Un día, todo llegó a su límite y el papá de Evan lo golpeó. Siguió así por un tiempo. Su madre lo denunció y pidió el divorcio.

Ahora, todo parece estar bien, estar mejor. Pero, siento que él no cree todavía que su papá haya sido capaz de todo eso. Y creo que Evan tampoco cree que Jackson se fue, que se fue para no volver.


El verano perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora