05- TÚ Y YO

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Observé a la pelirroja andar por la orilla, dejando la marca de sus pies sobre la arena a medida que caminaba.

Me tomé un momento para admirarla. Su piel se encontraba bronceada, pero se trataba de algo casi imperceptible. Su tez era tan pálida que al mínimo contacto con los rayos del sol se tornaba algo colorada. Su cabello había crecido, y gracias a la sal del mar lucía revoltoso y despeinado. Llevaba una bikini negra, algo simple pero completamente cautivador. Podía distinguir a lo lejos su joyería dorada, ya que la luz que caía sobre ella provocaba un gran reflejo.

Pensé en el tiempo que habíamos estado separados. Reflexioné sobre el daño que le había causado con mi forma de actuar. Realmente la había cagado. Pero, asombrosamente, tenía una nueva oportunidad para cambiar. Para hacer las cosas bien. Al menos, por el tiempo que nos quedaba.

Las palabras que había dicho por la tarde anterior siguieron resonando en mi cabeza. El hecho de no haber obtenido una respuesta por parte de Collins me hacía sentir algo extraño. Pero tampoco la culpaba. De hecho, la entendía.

Durante el último tiempo había aprendido lo reales que pueden volverse las palabras. Algo tan simple como decir una frase, una oración; puede convertirse en algo mucho más que eso. Algo que pesa. Que duele. Que sana. Dejar atrás las inseguridades y decir en voz alta lo que piensas es una tarea ardua. Mía se había encargado de enseñarme eso. Por esa razón lograba entender por qué ella se había quedado en silencio. Necesitaba tiempo para asimilarlo, para ser capaz de soltar sus propias palabras.

Una vez que estuvo lista, logró sorprenderme con algo que sinceramente no esperaba. Al menos, no tan pronto. Haber oído su voz volviendo a repetir un "te amo" me hacía sentir extremadamente bien. Saber que, a pesar de todo, ella aún seguía queriéndome era una sensación demasiado extraordinaria. Sin embargo, no podía dejar de sentir culpa al respecto.

¿Realmente estaba haciendo lo correcto?

El sol comenzó a ponerse, recordándonos que estaba acabando nuestra escapada a la playa. Mía observó el atardecer desde la orilla y yo, la observé a ella contemplando el cielo.

Antes de que terminase, y en el momento justo en el que todo se encontraba cubierto un color rosa anaranjado, Collins caminó hacia mi lado con una sonrisa tonta en el rostro.

—Cántame algo— pidió, permitiéndome ver cómo sus ojos brillaban reflejando el cielo en ellos.

—No tengo la guitarra aquí— susurré, abriendo mis brazos para invitarla a que se recueste en ellos.

—Pues iré a buscarla— respondió muy convencida.

—Te perderás el show—hablé, haciendo referencia al atardecer.

—No me perderé el tuyo— dijo, y antes de que pudiera detenerla salió corriendo, lanzándome pequeños granos de arena.

Sentí la brisa recorrer mi piel, provocando que mis pelos se erizaran. Observé a lo lejos un grupo de amigos que encendía una pequeña fogata en el centro de la arena. Pensé en lo mucho que me hubiese gustado vivir frente a la playa, trabajando en alguna pequeña cantina, dando shows por la noche con la inmensidad del océano frente a mis ojos.

El pensamiento de una vida distinta se esfumó cuando Mía se posicionó justo frente a mí. Me tendió su mano libre para ayudarme a levantarme. Acepté su invitación y una vez que estuve de pie, le quité la guitarra acústica que había llevado al viaje.

—¿Quieres que nos unamos a ellos?— preguntó, mirando al grupo de personas que se encontraba lejos a nuestra izquierda.

Dudé por un segundo sobre aceptar o no. Realmente me apetecía pasar tiempo a su lado, a solas. Pero en cuanto noté la ilusión que se le hacía decidí cumplirle el gusto.

Letras a MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora