NINÁN

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El silbato sonó y todos dejaron de correr.

- Buen partido, serrano – era David, con el cabello amarrado en una cola de caballo.

Ninán solo lo miró, agachándose para tomarse las rodillas y jadear. Las gotas de sudor le resbalaban por las cienes y se detenían en su barbilla.

- Tres goles en tres partidos, David. No está tan mal – dijo Jackson, poniendo las manos en las caderas. Tenía restos de tierra y gras en la espalda y hombros.

- No, David tiene razón. Últimamente me canso muy rápido. Tal vez...

- Tal vez deberías de dejar de masturbarte antes de dormir – bromeó David.

- La foto de tu madre no ayuda mucho – sonrió Ninán.

Jackson mostró sus blanquísimos dientes al reír.

- ¡RELINCHADORES! – advirtió el campana de turno, gritando a todo pulmón y disponiéndose a escapar antes que los demás.

Todos empezaron a correr, despavoridos, a toda velocidad. El equipo contrario siguió a toda prisa a su capitán y se perdieron entre los árboles. Los apostadores y simpatizantes se derribaron entre ellos en el intento de ponerse de pie, correr hacia los matorrales encontrados detrás de los arcos y no parar hasta asegurarse de que ningún relinchador estuviese detrás de ellos. El árbitro tomó el balón y demoró un par de segundos en elegir hacia qué dirección escapar.

- ¡Alto! – ordenó un soldado. Cabalgando hacia el árbitro que no había logrado escapar - ¡Deje la esfera en el suelo y arrodíllese lentamente! – sacó su espada y lo señaló, mostrándole la punta de la misma. Tres relinchadores llegaron detrás de él y rodearon al árbitro.

- ¡Hey, esperen! – pidió Ninán, sin gritar y ocultándose detrás de un tronco. Jackson y David frenaron.

- ¿¡Qué!? – susurró David, colocándose detrás de un árbol.

Ninán quedó mirando la escena del árbitro y los relinchadores.

- ¡No podemos ayudarlo! – dijo David, al notar el problema.

- Él ha dirigido los partidos desde siempre – susurró fuerte.

Jackson se ocultó en otro árbol y solo escuchó la conversación de los otros dos.

David miró a Ninán con enojo, pero compasión a la vez. Se odió por lo que estaba a punto de decir:

- Qué hacemos – soltó, luego de mirar una vez más a los relinchadores.

Ninán miró a David, luego a Jackson. Se tomó unos segundos. Se preguntó qué es lo que haría su tío Esteban. Él siempre sabía qué hacer, cómo actuar y decir las palabras correctas para la situación indicada. Recordó la vez en que convenció a un relinchador de no llevarse a su hijo por haberse robado una naranja en el mercado popular. Para entonces él era aún muy pequeño, pero lo recordaba muy bien. Vio la escena desde lejos, mientras su madre lo sostenía de la mano, esperando a ver el desenlace del problema.

- Jackson, muévete hacia el arco izquierdo. Sacudirás los matorrales para llamar la atención de un relinchador – soltó, al fin.

Jackson asintió.

- David, harás lo mismo en el arco derecho – dijo.

David suspiró.

- Esperen a mi señal.

- ¡Demonios, Ninán! ¡Carajo! – se quejó David.

- Vamos – ordenó Ninán.

Jackson pasó sigilosamente entre árboles. Pisó piedras con cuidado para no ser visto ni con el rabillo del ojo.

- Quédese quieto – ordenó un relinchador, guardando su espada y desmontando - ¿Por qué siguen insistiendo en jugar? Las apuestas no están permitidas, señor.

- Solo nos divertimos, señor – confesó el árbitro, cabizbajo.

- ¡Cállese! – gritó un soldado montado en su caballo.

- Si quiere divertirse, diviértase con su esposa, viejo aniñado – le pateó con fuerza el estómago, haciendo que el hombre se derribara por completo en la tierra, boca abajo.

Los demás relinchadores rieron.

David hizo lo propio de camino a los matorrales que le tocaban. "Si esto sale mal, te mataré, Ninán. Lo prometo" pensó. Llegó a su posición y vio al soldado azotarle otra patada al hombre tendido en el suelo, comenzó a sangrar – Hijos de puta... - se dijo.

Ninán se hallaba detrás del tronco, esperando ver a sus compañeros llegar a sus posiciones. Esperó unos segundos, miró a Jackson, y alzó el puño: "Sacude los matorrales". Jackson así lo hizo.

Los soldados escucharon y todos posaron sus manos en las espadas que colgaban de sus caderas.

- Soldado, vaya a revisar – ordenó al soldado a cargo – al parecer algunos no lograron escapar – se burló.

El soldado bajó de su caballo y caminó hacia el arco izquierdo.

Ninán buscó a David por la derecha. A lo lejos notó su cola de caballo. David lo miró. Ninán alzó el puño: "Ahora tú" David agitó con fuerza los matorrales y se escondió bien detrás de ellos.

- Señor... - habló, antento, un relinchador.

El soldado a cargo empezó a dudar, y miró extrañado hacia el arco derecho – Soldado, vaya – dijo, serio y con la sonrisa borrada del rostro.

Ninán salió de su escondite y aprovechó la distracción que David y Jackson le habían dado por ambos flancos, para atacar por el centro. Se acercó sigilosa pero rápidamente al único soldado que se hallaba aún montado en su caballo.

El árbitro alzó la vista, tenía sangre en la boca, pero sonrió al ver a Ninán.

Ninán le quito la espada al soldado montado en su caballo, sorprendiéndolo en el acto.

- Baja lentamente, y sin hacer ningún movimiento extraño – ordenó con tranquilidad – rápido.

- Qué tenemos aquí – dijo el soldado junto al hombre tirado en el suelo – el héroe del pueblo, ¿Eh? – se burló.

Ninán tomó al soldado de rehén colocando la espada en su cuello y sujetándolo con fuerza - ¡Eh, ustedes dos! ¡No se acerquen más a esos matorrales o le corto la maldita yugular a su compañero! – les ordenó. Acababan de notar su presencia.

- ¿Qué está haciendo, joven? – preguntó el soldado a cargo.

- ¡David, Jackson, vengan y tomen estos caballos! – gritó.

David y Jackson corrieron hacia los caballos y se montaron en ellos.

- Ya saben a dónde ir – dijo Ninán. Ambos asintieron y empezaron a cabalgar.

- ¿Se está dando cuenta del problema en el que se está metiendo? – dijo, burlonamente el soldado.

- ¡Árbitro, súbete a este otro! – ordenó Ninán. El hombre se levantó con dificultad y escupiendo sangre, tomó su balón y montó el caballo con aun más dificultad.

Ninán seguía sujetando al soldado, presionando con fuerza el filo de la espada contra su cuello. Cuando se disponía a subir al caballo junto al hombre herido, el soldado rehén sacó un cuchillo de repente, y se lo clavó en la pierna. Ninán cayó arrodillado y gritando de dolor.

- ¡HUYE, AHORA! – le gritó al árbitro. Este lo hizo, asustado, y odiándose por abandonar a quien lo salvó.

Ninán intentó sacarse el cuchillo que se hallaba incrustado en su muslo.

- Oye, héroe – le llamó el soldado a cargo.

Ninán alzó la mirada y recibió un fuerte golpeen el rostro, quedando inconsciente.

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⏰ Last updated: Apr 08, 2020 ⏰

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