La semana de descanso de Amelia pasó veloz, arribando en un pestañeo al miércoles, teniendo así que volver de nuevo al trabajo.
Tom la vino a ver cada día, y aunque no se quedó a dormir otra vez, la acompañó y ayudó lo más que pudo, dentro de lo que le era posible con todas las obligaciones que tenía.
Hubo días en los que solo pudo ir por cinco minutos, preguntarle cómo se sentía, decirle que le gustaba su nuevo corte de cabello una vez más, y dejarle algún pequeño regalo para luego irse a trabajar otra vez. Ella vivía tan lejos, que perdía mucho tiempo solo en conducir para llegar ahí.
También le acompañó a un par de sus chequeos en la clínica, rebuscando el tiempo para ello, haciéndole caras a Dorian para que reajustara las grabaciones, trabajando muchas horas seguidas por la noche y la tarde, todo para poder estar con esa chica, que desde la primera vez que la vio supo que la necesitaba.
Esas eran las cosas que recorrían su mente, mientras enfundado en su ropa para ejercitarse caminaba en dirección al trabajo de Amelia, quien en su mochila guardaba también un cambio de ropa más cómodo para correr, además de sus zapatillas.
—Buenos días, moró mou... —habló el inglés entrando en el local, cuando ya faltaban solo algunos minutos para las seis de la mañana.
Amelia escuchó aquel profundo tono de voz resonar por todos lados, y a sabiendas de quién era, caminó en dirección a él.
Moró mou era el apodo que había comenzado a utilizar con ella, que era como decir "mi bebé", pero en griego.
—Hola Tom... —saludó la mujer mientras se allegaba a él—. ¿Cómo estás?
Antes de responder, Tom se abrió de brazos, señalando que quería un abrazo por parte de ella.
Sonriendo, llena de vergüenza y completamente fuera de su zona de confort, le otorgó el deseo a Tom, quien depositó un suave beso en su frente.
—Me siento energizado para que hagamos ejercicio. —comentó separándose un poco de ella—. A pesar de que haya nevado ayer otra vez, estoy feliz de por fin poder comenzar a entrenar.
—Lo dices como si fuera a correr un maratón... —se rió Amelia.
—Bueno, quizás no vas a correr un maratón, pero vas a descubrir lo mucho que el ejercicio puede ayudarte.
Ella acarició su barba, la cual había recortado, pero se seguía notando de cerca.
—¿Por qué los lentes? —preguntó Amelia, que no pudo evitar fijarse en aquellos marcos ópticos.
—Se me cayó un lente de contacto en el piso del baño, tuve que ponerme estos por obligación... —se quejó el británico—. Creo que no te había dicho que uso anteojos...
—Te quedan muy bien. —halagó subiéndolos por la resbaladilla de su nariz—. Te hacen ver más intelectual.
—¿Más intelectual? —preguntó Tom divertido—. ¿Es posible que yo me vea más intelectual?
—Buena pregunta... —puntualizó Amelia—. ¿Es posible que seas menos engreído?
Lo dijo mientras lo miraba con una sonrisa honesta.
—Dame un beso... —pidió Tom tomándola por los costados de su cuerpo—. Solo uno...
Amelia se avergonzó ante el petitorio del británico.
—Solo uno... —repitió.
—No, Tom... vienen los muchachos de otro turno... —dijo Amelia alejándose un poco de él.
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Panacea Universal
Fiksi Penggemar❝El que jamás ha llorado y sufrido en soledad, nunca podrá entender cuan dulce puede llegar a ser el verdadero amor❞ ➤En lugar de una larga parrafeada contándote de qué se trata esto, prefiero dejarte algunos comentarios de mis queridas lectoras: ❝L...