Uno

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Vaya. Esto no fue lo que pedí. Es cierto que como pieza de alta tecnología es realmente exquisita, pero su mira láser no me permite un ocultamiento total. Ese destellito rojo me delataría de inmediato. Y que tenemos aquí, ¿un tubo silenciador? Acero quirúrgico. Suave, muy suave. Estos japoneses son una maravilla. Si la tuviera al frente, le diría a mi mamá que la próxima vez se puede casar con uno, le iría bien. ¿Qué le parece?

Bueno. La mira por último se la puedo anular. Por ahí no habrá ningún problema. Hace como tres años tuve un trabajito similar. Me fue bien, gracias. Pero dejé algunos cabos sueltos que fueron un plus. No se preocupe, si sucede algo así, va por mi cuenta. La verdad que yo soy muy estricto conmigo mismo, no me gusta dejar nada al azar. Qué bueno que le guste.

Entonces así quedamos. El día de mañana estoy volando para allá. En el peor de los casos me retrasaré un poquito en Ankara, usted sabe cómo son los vuelos ahí en esta época del año. La herramienta pasará por partes. Esto es un trabajo en equipo. Ya los detalles - usted entiende y con todo respeto - no son de su incumbencia. A usted sólo le basta saber que esa belleza se desarmará aquí y se armará allá. Punto. Y gracias por llamar, pero tengo que afinar algunas cosas. Adiós.

Este trabajito parece que promete. No lo hubiera aceptado si mi instinto me hubiese ordenado lo contrario. Pero el contacto que me lo pasó era de los mejores. Es admirable lo que hacen los buenos contactos con el tiempo. Todo empezó como un pasatiempo. Estaba harto de la realidad virtual y ya toda mi gente se había iniciado de alguna manera. Luego las cosas se van sistematizando, a veces algo sale mal y hay que saber hacia dónde correr, o a quién avisar para salir rapidito del hueco, o improvisar una "resolución" ahí mismo. Felizmente tenía el don y me hice fama de inmediato en el círculo. Conforme me iba involucrando más en el tema, descubrí que lo mío era el contacto directo, gozaba con el efecto que mi talento causaba en mis trabajos. Me produce una profunda nostalgia recordar los primeros ojitos llorozos pidiendo piedad, las primeras súplicas de rodillas sobre sus esfínteres vaciados de terror, como si no hubieran hecho nada. Al principio aflojé en dos oportunidades y casi se me voltea el asunto, pero un arañazo y un macanazo me sirvieron para curtirme. Ir al grano, de frente al objetivo, tal vez un poco de diversión previa pero sin aflojar.

Con el tiempo, ya no necesité que me pasaran el dato porque mis clientes me llamaban directamente. Me hice de una agenda que con el tiempo fui depurando, hasta quedarme con lo más selecto del mercado. Eso me llevó a diseñar una estrategia para cuidar el portafolio, pues había otros, entre ellos grandes amigos de la infancia, que intentaron traicionarme jalándose mis datos. No tuve problema alguno en resolver a esos traidores también. Bastó desaparecer a sus hijos por un par de días, o devolvérselos un poco agujereados. Algunos arrugaban sabiamente, otros se resistían e incluso me retaban. Entonces ya era directa la cosa. Llevaba a sus parejas a dar un paseíto, o a sus mamás, y si el caso lo ameritaba y sabía que el sujeto nunca se allanaría, entonces tenía que ir directo a él y mostrar los resultados frente a los demás, como ejemplo. Era curioso ver la cantidad de gente que se reunía alrededor de la piltrafa que colgaba del poste de la plaza, o que amanecía como bandera en el mástil, o que era descubierta amordazada, amarrada y rebotando debajo de un camión que volvía de las canteras.

Descubrí lo mucho que me entusiasmaba con cada trabajito porque lo veía como un nuevo reto creativo. A veces, tenía un montón de ideas para aplicar y me desesperaba si pasaban muchos días sin que me llamen, para ver cuál de ellos se ajustaba y dar rienda suelta a mi imaginación. De la difusión pública de mis hazañas no me preocupaba, porque no me interesaba hacerla. Me bastaba con ser reconocido en mi círculo de clientes, ellos podían encargarse de que mis víctimas no salieran ni siquiera en la frase más pequeña de un pasquín sensacionalista, y que no fuera ni un suspiro en boca de algún presentador de noticias. Aunque vale decir que esto nunca fue necesario. Mis trabajos siempre fueron limpios.

IngenuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora