Capítulo I

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Siglo XIX año 1820, Reino Unido - Inglaterra.

— ¡Qué bueno! Estuve ansiando mucho que llegasen a Londres — Dijo el joven que lograba ver la pequeña pancarta pegada a una de las tantas paredes de la ciudad.

— Pero dice que llegan dentro de una semana y no es como si tuviésemos mucho dinero, Tae.

— Es el tiempo suficiente para ganar algunas monedas — Dijo orgulloso puesto a que Dios lo había bendecido con una voz armoniosa, la cuál usaba para cantar en algunas plazas de la ciudad junto con su mejor amigo Jimin.

— ¿Y cómo haremos para comprar comida? Sabes que lo poco que ganamos cantando debemos usarlo para comprar pan y algo de queso — Refutó el pequeño mientras limpiaba un poco de la tierra que traía en su nariz.

— ¡Entonces tendremos que cantar el doble Jimin! Esta es una oportunidad que no nos podemos perder — Volteó para encarar al otro, sacudiendo levemente sus hombros.

— Vale, pero le prometimos a Jungkookie que le íbamos a comprar ese conejito de peluche que vimos hace unos días para su cumpleaños — Mencionó soltándose de su agarre.

— ¡Hombre entonces hay que esforzarnos el triple! — Sus ojos estaban muy abiertos acompañado de una simpática sonrisa rectangular plasmada en su inocente rostro.

— También dice que se quedarán unos cuantos meses en Londres,  tenemos tiempo de sobra Tae — Señaló con su dedito el anuncio. — Primero consigamos para la comida y el regalo, ya luego guardamos para el circo ¿Vale?

El contrario suspiró, asintiendo en respuesta — Vale, tienes razón Jimin.

***


Ahí estaban el par de chicos como de costumbre en la plaza de la ciudad, el mayor acompañado de una pequeña flauta de madera tocando a la par mientras su compañero entonaba las más dulces melodías a su vez sacudiendo la humilde boina que solía llevar puesta, excepto cuando se encontraban cantando puesto a que usaba ésta para recolectar algunas monedas de las personas que pasaban a su alrededor.

Siempre intentaban dar lo mejor de sí mismos en sus pequeños espectáculos, incluso habían intentado emplear algunos simpáticos pasos de baile para agradar a su pequeña audiencia. Por eso era algo decepcionante los últimos días cuando al ponerse el sol y terminaban su presentación sólo hallaban unas muy pocas monedas en su boina, éstas apenas si alcanzaban para comprar algo de pan y leche para los tres chicos y su tía, puesto a que Jungkook (el menor de ellos) era el hermanito menor de Jimin.

Sus vidas no eran nada sencillas, a la corta edad de once años Taehyung y Jimin ya vivían de manera casi adulta llevando muchas veces el pan a la mesa, puesto a que la madre del primero lo abandonó en un pobre orfanato cuando ésta tenía quince años siendo él apenas un bebé recién nacido. Por otra parte Jimin también había perdido a su mamá a sus cuatro años, cuando ésta dio a luz a su pequeño hermanito, muriendo en el parto por complicaciones médicas que en su época no eran tan fáciles de tratar, quedando ambos niños como responsabilidad a la hermana de su mamá, que luego ésta adoptó también como un hijo a Taehyung cuando su orfanato ya no se podía hacer cargo de él.

La tía de Jimin era una mujer humilde y amable, a pesar de sus bajos recursos siempre trató de darle lo mejor que tuviese a su alcance para sus dos sobrinos y Taehyung. Tenía un pequeño negocio donde confeccionaba algunas prendas las cuales vendía e incluso varias de ellas también las donaba a los que más las necesitaban. Pero a lo largo de los años ya no lograba vender tantas prendas como antes, por lo que fue siendo más complicado mantenerse junto con los niños, sin embargo supieron como lidiar con innumerables situaciones de pobreza por lo que los niños ya estaban acostumbrados a esa manera de subsistir.

— Tía Sunhee, ya llegamos — Dijo el mayor mientras abría la puerta principal colocando luego su pequeño abrigo sobre una de las sillas del comedor.

— Oh, que bueno que llegaron niños, ya tenía lista la leche caliente, ¿Pudieron comprar las hogazas de pan? — Preguntó su tía mientras vertía la leche en cuatro recipientes para la cena.

— ¡Por supuesto! Sabes que nuestro talento jamás nos falla y siempre podremos traer el pan a la casa — Habló orgulloso el menor de los dos chicos.

Taehyung estaba muy seguro de sí mismo y su don, junto con que su mejor amigo era genial para tocar la flauta, por lo que tenía que admitir que eran un buen dúo talentoso.

— Me alegra muchísimo niños, estoy muy agradecida y orgullosa de ustedes, sigan practicando y mejorando, algún día serán los artistas más reconocidos de todo Londres — Sonrió dulcemente para ellos mientras los dos menores asentían en respuesta.

— Voy a llamar a Jungkookie — Esta vez había hablado el mayor, encaminándose hacia la habitación que compartían los tres chicos.

Lo halló coloreando con sus lápices de carboncillo mientras miraba un punto específico a través de la ventana, por lo que pudo notar en el papel el pequeño estaba intentando retratar un tierno pichón sobre la rama del arbol de afuera. Jungkook aunque era algo tímido y callado siempre fue muy dulce y amable con todos, siendo un niño alegre a pesar de que las condiciones en que vivían no eran las mejores, para él el mejor regalo era su pequeña familia conformada por su tía, su hermano y Taehyung.

— Hey Jungkookie, ven a la cocina ya vamos a cenar — Habló mientras palmeaba amistosamente ambos hombros del menor consiguiendo su atención.

— Ah Jiminnie hyung, si si ya voy, dejame guardar mis lápices.

— ¡Qué dibujo más bonito Kookie! Ah, mamá en serio dio a luz a grandes artistas ¿No? — El menor se sintió un poco avergonzado ante el cumplido. La verdad sí, a pesar de sólo tener casi siete años ya podía hacer dibujos muy elaborados y preciosos con los muchos o pocos materiales que tuviese.

— G-gracias hyung, pero aún no lo termino — Masculló ya cuando sus cosas habían sido guardadas en el viejo escritorio de la habitación.

— Prometo que cuando tengamos unas cuantas monedas extra te compraremos otros colores, pinturas y pinceles ¿Bien? — Sonrió aún más amplio para el menor, ocultándose sus ojitos por sus mejillas regordetas.

El menor asintió en respuesta acompañando a su hermano por el pasillo en dirección a la cocina. Cuando ya todos estuvieron reunidos en la pequeña mesa agradecieron por la comida, conversando sobre cómo estuvo su día con sonrisas en sus rostros.

Aunque sus vidas no tenían las mejores condiciones, era gratificante la hora en que podían compartir todos juntos como familia, teniéndose unos a los otros apoyándose mutuamente, eso era lo realmente importante y más valioso que podían tener, el amor de una familia.

ROTTEN SHOW | BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora