Oasis Sonriente ( parte 1)

52 3 0
                                    

Camino. Ya no puedo recordar cuántas horas han pasado, solo se que camino sin destino.
Esta mañana decidí abandonar el ensangrentado campo de batalla donde defendí mi patria por dos años, pero el temor se apoderó de mi y mi alma aún no está lista para conocer tal cosa como la muerte.      Ahora no debe quedar hombre en ese lugar y todos entregaron su vida al más allá, todo por la patria, cosa que yo nunca estuve dispuesto a hacer y por ello corrí, corrí por mi vida.
Si alguien pudiera ver el demacrado estado de estos bosques, que alguna vez fueron hogar de múltiples aventuras y de niños felices, ahora solo son un cuadro real del maleficio humano.
Arbustos destrozados por armas de fuego, tierras cubiertas de sangre y tristes flores reemplazadas por piezas de cuerpos. Esto es la guerra, lo supe antes de servir pero no lo entendí hasta que escapé de ese horror que destruye pueblos.
Continúo mi caminar mientras mi cuerpo me pide reposo y mis heridas me dificultan seguir, aún no veo nada que se asemeje a un refugio o a un hogar donde pueda solicitar ayuda, realmente sabía desde un principio que probablemente en esta zona todo había sido borrado por el paso de las tropas pero espero que las divinidades me acompañen y pueda encontrar lugar donde descansar mi derrotado ser.

Mis energías están a punto de dejarme y mi conciencia me juega trucos, pero mis ojos incrédulos ven a unos metros de distancia una mansión de estilo renacentista que hace unos minutos no se encontraba ahí.
Mi desesperación me empuja a seguir para descubrir si en verdad llegó el fin de mi largo viaje sin rumbo o si solo es un oasis.
Mientras me acerco puedo ver un enorme jardín donde una joven se dedicaba a sus flores. Me sigo acercando pero la joven no alzó su mirada y casi me encuentro a la deriva del hermoso jardín.
- Soldado, parece usted estar muy agotado, pero no pise mis margaritas o se arrepentirá - dijo la joven sin mirarme y sonriendo vivamente.
- Joven, ya no soporto más caminar y necesito descanso urgente, ¿Podría usted darme refugio en su mansión?- le pregunto discretamente y la joven sigue sin alzar la mirada hacia mí, lo que me incomoda pero mi cuerpo necesita reposo y no logro utilizar mi raciocinio.
- Dulce soldado, le concedo hogar en mi mansión con una condición- respondió la joven en tono muy calmado como si no tuviera constancia de mis condiciones actuales.
- ¿Cual sería la condición señorita?- pregunto en busca de una inmediata respuesta.
- la condición requiere de su esfuerzo emotivo, pues nunca debe mirarme a los ojos, ¿Entendido?- dijo la joven, lo que me suscitó dudas que no iba a aclarar aún, además me extraña que me acoja sin saber tan siquiera quién soy, pero las dudas las dejaré para después, ahora solo debo descansar.
- Entendido señorita- respondo de manera firme y la joven no parece preocuparle mi respuesta tan segura a tal extraña afirmación.
- Diríjase hacia la puerta principal y una vez adentro escoja la habitación que desee- me indica la joven y sin más preámbulos decido seguir las instrucciones.

Una vez cruzado el jardín ahí estaba el gran portón, abierto y listo para recibir visitas. Entro y observo rápidamente mi alrededor, noto muchos cuadros y fotografías familiares, justo en frente de la entrada había un recibidor dotado de mesas y sillas como si fuera la hora del té en Londres.
A la izquierda del recibidor habían unas escaleras y supuse que llevaban a las habitaciones, sin más curiosear subo y la planta superior estaba decorada tan precisamente que la guerra parecía no haber llegado aquí. Las paredes eran de una madera pulida y casi cubiertas en su totalidad por cuadros y fotografías de distintas personas, el suelo al igual que las paredes era cubierto pero por alfombras que hacían el caminar casi placentero. Veo una puerta justo a mi derecha, debe tratarse de una de las habitaciones, por el silencio en el ambiente la mansión parece vacía, había un pasillo con muchas puertas como esta pero mi agotamiento me impide indagar.
Abro la puerta y como supuse estaba vacío y perfectamente en orden, dotado de un escritorio y una ventana en su costado, justo a mi derecha se encuentra el lecho donde me voy a entregar al sueño y así hago.

Al abrir los ojos lo primero que veo es un enorme reloj de pared, indicaba que habían transcurrido muchas horas desde que llegué, al levantarme noto que mi uniforme me fue retirado y llevo encima unos delicados atuendos de seda, casi parece ser que la joven de las flores se dedicó a curar de mi mientras reposaba.
Decido salir de la habitación para conversar con la señorita y hacerle preguntas que no he podido antes debido a mi condición.
Al bajar las escaleras una suave y pasional melodía está siendo tocada por alguien en un piano que no había visto cuando entré.
Bajada la escalinata observo el autor de tal magnífica melodía y no es la joven, resulta ser un hombre sobre los veinte que llevaba mi misma vestimenta, y por las cicatrices en su rostro pude notar que era un soldado tal como yo.
- Despertó al fin oficial Stevenson - me dice el joven hombre suscitando en mi dudas sobre cómo es posible que conozca mi apellido.
- Buenas tardes, aparentemente sabe quien soy, pues no se incomode si le pregunto cómo lo sabe -
al verme tan imponente el joven frena sus dedos y se detiene a responderme.
- Conozco su nombre por los documentos que llevaba en el uniforme, pues verá, la señorita Amelia me solicitó que curara sus heridas y que cambiara su apariencia para su próximo encuentro con ella- dijo el joven, él también sin mirarme, lo cual me preocupa porque la señorita de nombre Amelia ahora a mi conocer, tampoco me miró a los ojos, ¿Será alguna afectación de vista o algún sentimiento en contra de las miradas? No sé.

La historia inconsciente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora