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Aquel chico que volaba por los cielos en una nave del ejercito, no era tan sólo un soldado, sino capitán y en ese momento, el mejor piloto aviador que había sobrevivido a los estragos de la segunda guerra mundial que acababa de terminar. Se le había dado una pequeña misión protocolo que cumplió con éxito, aquellas que no eran más que de ida y vuelta.

El atardecer desde los cielos le fascinaba, ese paisaje era siempre motivo de sus pinturas o sueños; en aquellos cielos era cuando, irónicamente, se sentía menos solo que cuando se la pasaba rodeado de personas en las fiestas que se celebraban en Brooklyn, su ciudad natal, por la conclusión de la guerra; pero por alguna razón aquel atardecer tenía planes diferentes para él y de eso se dio cuenta en cuánto vio que se encendió el botón de alarma que le haría cambiar sus planes.

Se contactó a la base de Estados Unidos, pues según el estado de la nave no podría lograr el recorrido completo.

"No se preocupe, Capitán Rogers.
Logramos contactar con una base amiga.
Está en Londres, cerca de donde vuela, llegará sin problemas.

—Bien. Recibo las coordenadas

"La base ya está notificada.
Buena suerte, Capitán.

Había sido un aterrizaje difícil pero no imposible. Varios soldados se encargaron de revisar la nave en cuanto llegó, charló un poco con el Capitán de la base y del equipo de reparación quienes le dieron un par de noticias que no podía dividir entre buenas o malas

—Lo sentimos, Capitán Rogers. La nave tiene algunos daños serios

—¿Podrán arreglarla?

—Claro, pero tendrá que quedarse siquiera una semana— Le decía una de las personas al mando de la reparación de su nave

—¿Una semana?

—Así es. Podemos pedir que lo lleven a la ciudad y ahí podría buscar algún sitio para hospedarse, será notificado en cuanto la nave esté lista

—Pues supongo que no tengo otra opción

Lo habían llevado en taxi desde la base aérea hasta la ciudad y durante aquel recorrido corto en automóvil recordó algunas palabras que su mejor amigo le había dicho la noche anterior de su vuelo.

Estaban en una de esas fiesta que se hacían por todos lados en honor al final de la segunda guerra mundial; la música, risas y zapatos chocando contra la pista de baile inundaban los oídos del chico rubio que en ese momento trataba de embriagarse con cualquier licor que el cantinero le ofreciera, era verdad que probablemente no lograría nada, pues él sabía de ante mano que el alcohol no le causaba ningún tipo de efecto. Después de que le diera un sorbo a su bebida sintió un pequeño golpe sobre su hombro y entonces se dio cuenta que su amigo y novia habían regresado del baile

—¡Hey, Punk! ¿No saldrás a bailar esta noche?

—Sabes que no bailo

—¡Claro que bailas! Tú me enseñaste a hacerlo— El rubio sonrió suavemente. Era verdad, él le había enseñado a bailar solamente porque quería conquistar a la chica que ahora tenía de novia —Ella sabe Ballet, quizá podría enseñarte

—Primero te enseño a ti— La chica peliroja le planto un beso en la sien que se le pinto de rojo por el labial que llevaba

—No, Bucky. Hoy no

—¿Por qué no? ¡Ya terminó la guerra! Eres libre

—Aun no, mañana tengo una misión

—Esas misiones son pura vanides del gobierno. Diviértete un rato— El chico se acercó un poco a su amigo y le susurró casi al oído —Steve, tienes que encontrar a alguien, ¿sabes?

—Lo sé, pero este no es el momento

—James, esa canción me encanta— Dijo la chica interrumpiendo la charla —Hay que volver a la pista

—Claro, Nat— Bucky se dirigió a su amigo por una última vez —Ese sentimiento de soledad que tienes, es porque necesitas tú otra mitad

—No pienso que...

—Créeme— Le interrumpió —Sé de lo que te hablo— El chico volteó a ver a su novia quién emocionada, tomo a Bucky de la muñeca y se lo llevó

Steve pudo ver cómo sus amigos llegaban hasta la pista y tomados de la cintura bailaban con suavidad, sonrió y volvió a la barra en la que anteriormente estaba recargado. Se detuvo antes de darle un nuevo sorbo a su vaso y entonces pensó que mañana volaría y sería mala idea ingerir alcohol, aunque claro que ya llevaba uno que otro vasito; se levantó de la silla, se dirigió a sus amigos, se despidió de ellos y así como había llegado, se fue.

Aquella noche había sido larga y Steve no conciliaba el sueño como muchas otras veces, pero recostado en el suave colchón con la vista clavada en el techo oscuro, no podía pensar en nada que le importara más allá de su trabajo, dibujar y volar... Pero había un hueco en el fondo de su pecho que no sabía cómo llenar.

—Señor— Aquella voz, lo sacó de sus pensamientos —Me pidieron que lo dejara aquí

—Ah... Muchas gracias— Steve salió del auto, pero antes de irse le hizo un última pregunta —¿Sabe donde me podría hospedar?

—Pues... por aquí hay muchos hoteles, pero realmente no sabría decirle cuál es el mejor

—Oh, está bien

—Podría entrar en aquella cafetería de por allá— El chófer señaló un sitio —Además de servir buen café, podría preguntar sobre algún hotel  

—Le agradezco

Steve se alejó un poco del coche y entonces arrancó, dejándolo solo en la acera de la carretera. Se sentía perdido en aquella ciudad que no conocía, aunque la sensación de perdido ya era un poco usual en él. Decidió entrar a la cafetería que antes se le había sido recomendada del otro lado de la calle y pasando entre la gente, logró cruzar las puertas de cristal que daban al interior de la cafetería. Una vez en la barra y con una mano en el café americano comenzó a recorrer todo el sitio con la mirada.

En aquellas cuatro paredes había muchas personas, de pie, sentadas o alrededor de alguna mesa, pero ninguno de ellos le llamó tanto la a tención como el hombre solitario en la mesa del centro, iluminado por la luz de un día semi nublado que se colaba por el ventanal.

A sus ojos, el hombre era uno entre un millón.

⍟ ⎊

Pues amigos, hoy es mi cumpleaños 17.
¡¡OMG!!

Y cómo ya tenía muchas ganas de publicar esta historia pues que mejor que este día especial. Sería como regalo de cumpleaños.

Bueno, eso es todo de mi parte.

¡Espero que les guste y no leemos luego!

Un viaje de negocios {Stony/Au}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora