Polis y cacos.

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Diversión.

Mientras que a Kuroba Kaito le encantaba molestar a su mejor amiga, Aoko; el pasatiempo favorito de Kid era enrabietar a la inspectora Nakamori Aoko.


Sorpresa.

Fue Hakuba el que le contó sobre la operación de Kaito, de la cual habían pasado ya dos meses.


Cara de póquer.

Se preguntaba en qué momento su amigo había construido esa muralla que les separaba, en qué momento había dejado de confiar en ella.


Rutina.

Avisar, robar, correr un ratito, coquetear con la inspectora, devolver la joya y huir.


Juego.

Fingía no saber que sospechaba de él.


Máscaras.

Cada vez era más frecuente que, al mirarse en el espejo, su reflejo mostrase una cara ajena a la suya.


Espectáculo.

Sus robos cada vez eran más elaborados, y peligrosos.


Disparos.

La inspectora Nakamori llegó justo a tiempo para salvar al ladrón de aquellos hombres.


Dolor.

Aoko jamás se había sentido tan traicionada como cuando comprobó que el famoso ladrón era, en efecto, su mejor amigo.


Arresto.

Él extendió los brazos para las esposas que nunca llegaron.


Silencio.

Aquella fría mirada le dolió mucho más que cualquier insulto o comentario.


Periódico.

«Kaito Kid consigue escaparse una vez más.»


Méritos.

Los compañeros de Aoko se preguntan por qué odia que la alaguen por haber conseguido desmantelar una de las mayores organizaciones criminales.


Mudanza.

Su vecino es ahora un profesor transferido de Kyoto.


Adiós.

Ahora su imagen sólo vive en sus recuerdos.


Polis y cacos [one-shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora