Aquel día, Kuroo se levantó temprano para abrir el pabellón de vóleibol. Habían decidido turnarse por semanas para ello, ya que nadie se interesaba tanto en madrugar. El olor a cera y la frescura del rocío matutino embargaron las fosas nasales del capitán del Nekoma. Espiró lentamente para relajarse, sentado en las escaleras de la entrada.
Kenma había pasado dos semanas enfermo y sin venir a los entrenamientos. Como Kuroo siempre había vivido a su lado, podía visitarlo y fijarse en cómo se encontraba, pero aquella semana había comenzado. Y, por lo tanto, no había podido ir a visitarlo aquella mañana. Seguro que estaba durmiendo a esas horas...
Se imaginó al pequeño durmiendo enroscado como cuando era pequeño y no pudo reprimir una sonrisa. En esos momentos se daba cuenta de lo que echaba de menos el verano y poder quedarse a dormir y jugar toda la noche con Bokuto y Akaashi y con Kenma. Se le hacía extraño no estar acompañado siempre por él...
Definitivamente iría a visitarlo en cuanto pudiese regresar a casa.
Y eso hizo.
—Se pide permiso antes de entrar. —Había abierto la puerta sin la más mínima contemplación, y un Kuroo sonriente se fijaba en la expresión cansada de un Kenma todavía tumbado en la cama, jugando al Monster Hunter y sin dirigirle la mirada. Ya estaría acostumbrado a sus entradas confiadas.
—¿Cómo te encuentras hoy?
—Bien.
—¿Ya puedes volver a los entrenamientos entonces?
—...No tan bien. ¿Te crees que soy una máquina que puede recuperar el ritmo con chasquear los dedos? Déjame descansar.
—Oh, vamos... —resopló Kuroo, haciendo que bailase su flequillo hasta tapar su ojo derecho. Se había sentado en la cama al lado de su amigo, mientras este seguía sin apartar la mirada de su consola portátil—. ¿Me vas a hacer insistir?
—Ya hablaremos mañana sobre si estoy en condiciones de ir.
—Está bien, está bien... Por lo menos estás un poco más hablador que la semana pasada. —Colocó una de sus manos en la frente del otro, a pesar de sus quejas al obligarle a apartar la vista del videojuego—... y tampoco tienes fiebre. Menos mal.
—Ya. Era incómodo jugar con los ojos tan pesados y tanto calor. Y ahora que puedo hacerlo, déjame seguir.
—No. —Balanceó aquella consola entre sus dedos, apartándola de los ágiles dedos de Kenma. Había tenido la piedad de dejarlo en pausa aunque su sonrisa maligna no se apartaba de su boca—; Después de no saber de mí en todo el día, ¿me recibes de esta forma? Qué decepción. —Se apartó el pelo hacia atrás fingiendo fastidio, que solo consiguió que Kenma chasquease la lengua.
—Si total vas a quedarte aquí a hacer los ejercicios de clase conmigo. No vayas de dramático.
—No, mi apreciado Kenma. Esta tarde voy a quedar con Bokuto, así que tendré que hacerlos por la noche. Ahora no me da tiempo como para hacerte compañía tantas horas, aunque sea lo que los dos deseemos con toda la fuerza de nuestros corazones.
—Oh —se limitó a responder mientras seguía jugando. Por lo visto había cazado a Kuroo con la guardia baja en su melodrama y recuperado la consola. Este suspiró, sin saber qué hacer con él.
—Podrías mostrar algo más de emoción, Kenma...
—Tú ya sabes lo que pienso. No voy a malgastar energía expresándolo en palabras.
Y era cierto. Sabía que le gustaba pasar las tardes con él casi todos los días, pero de vez en cuando unas palabras de afecto lo ayudaban a sentirse correspondido. En el fondo ya estaba acostumbrado a aquella actitud, pero no negaba que prefiriera poder charlar más con él y que no fuese tan tajante.
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Energía; Kuroken
Hayran KurguAquel resfriado solo fue el principio. Kenma comenzó a faltar a los entrenamientos y Kuroo no podía hacer más que llevarlo a rastras. Definitivamente el pequeño necesitaba ser recargado con una gran dosis de energía. Y la especialidad de Kuroo era e...