Roce. [Not canon]

18 0 0
                                    

– Necesitas mimos, Atheleia. – Aneth le acarició el mentón, tierna.

– No, estoy bien. – Atheleia negó con la cabeza – Magón, mis sobrinos, Nirvan...tengo mucho cariño.

– Yo no me refiero a esos mimos, mi general. – Aneth alzó una ceja, apoyándose con los codos en la mesa del despacho de Atheleia.

La guerrera y general dio un respingo: – ¿Te refieres a lo que yo creo que piensas?

– Sí. No quería decirlo tan directamente, porque soy una subordinada y debo acatar órdenes, no darlas. Pero necisitas caricias y besos que Magón o Nalira no pueden darte. Bueno...– ríe– Nalira seguro que querría dártelas, pero ahora Bodilkas...ya sabes.

– Aneth... – Atheleia esbozó una sonrisa, dejando la pluma a un lado para mirarla, apoyando su cabeza en una de sus palmas.
– Somos amigas, en este despacho no somos general y arquera, somos dos chicas que se conocieron y entrenaron juntas. Al igual que Telea o Nalira. Respecto a lo segundo... – Asintió – Hace mucho que no hago el amor, la última vez fue... – Frunció el ceño, sintiendo su corazón retorcerse y un puñetazo sobre el estómago. Olvídalo. – Hizo un gesto de desdén con la mano. – Estoy demasiado ocupada como para pensar en placer.

– Atheleia... – Aneth se acercó a ella y la abrazó. Sonrió cuando notó a Atheleia rodear su cadera con los brazos, y apoyar su cabeza en su abdomen, desnudo por las corazas.

– ¿Por qué lo preguntas?

– Porque apenas te veo sonreír. Vemos tus bailes, pero no te oímos cantar. Antes nos coordináramos disfrutando, ahora todo es más frío, más disciplinado, más agresivo. No lo discuto, pero es como si careciese de tu esencia. Como si nos entrenase Decio y no tú.

– Os avisé de que ahora entrenariamos diferente. Han de tomarnos enserio, no somos juguetes que entretengan. Somos guerreras.

– Seguíamos siéndolo antes, Atheleia. ¿No recuerdas como la guardia pretoriana bajaba la guardia y seguía nuestras piernas? Esa era nuestra estrategia, tú nos lo enseñaste así. Ganárselos con nuestras armas, enredarlos en nuestro juego, y después, ganar.

– Es cierto que no tengo la misma pasión. Cada vez que me rompen el corazón es como si dejase de ser yo, ¿No crees?

– Eros te tiene jodida, Atheleia. Creo que debería dejar de jugar contigo.

– La culpa no la tiene Eros, la tengo yo. Tenía todo lo que necesitaba y yo lo empujé fuera, como hice con vosotras en cuanto supe que Aníbal estaba cerca. Cómo se me ocurrió marcharme... – Apartó la mirada y apretó el puño, irritada.

– Avisaste. Vamos, amiga mía. – Vuelve a tomar su mentón – Cuando nos reuniste a todas, llorando, diciendo que necesitabas disculparte, ver a tu héroe de nuevo...los ojos te brillaban tanto que parecían estrellas. Otros se van, destrozándote. Después de sacarnos de él burdel a mí y a Telea, pagando deudas que no eran tuyas, protegiéndonos, a mí, a Nalira de su esposo. ¡Al resto de las chicas, que quisieron unirse! ¿Crees que nos sentiríamos abandonadas? Con un futuro y un hogar asegurados en Cartago Nova y el cobijo que aportaba ser guerreras bajo tu nombre. Atheleia, puedes haberte equivocado muchas veces, haberte dejado amar, haber sido ingenua, terca, incauta, haber dicho cosas que no pensabas...pero no eres egoísta. ¿¡Me entiendes!?

– Aneth... – Atheleia se tapó la cara, con las manos. – No sé que pasa, necesito mi fuerza y no la encuentro...Tejiendo, cuidando de mis sobrinos, entrenando, formándome, acudiendo al templo a diario, con Nirvan, Almíbar, cantando con Magón o dibujando con Ayin, Incluso visitando a Calia y compartiendo la felicidad que me ofrece. No sé qué es lo que me.pasa...no soy yo. Y me estoy acostumbrando a no serlo, y no puedo más. ¡No puedo más! – Estalló.

Relatos Feel the Rol.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora