Un poco de mi vida.

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Abrí los ojos al escuchar un desagradable sonido.

Me levanté de mi cálida cama y me acerqué a abrir las ventanas del que iba a ser mi antiguo cuarto.

Miré el cielo lleno de nubes, cualquiera diría que era un nuevo día para soñar pero para mí era otro día de mierda.

Otro día de oscuridad pero tenía algo diferente y era que no iba a ir a la secundaria porque iba a irme de esta ciudad, para mudarme a la más nublada y lluviosa, en Forks.

-Chantal.

La voz suave y dulce de mi madre se escuchaba más alta en eco ya que la casa casi estaba vacía. Se podía escuchar el sonido que emitía el piso de madera al arrastrar los muebles.

Abrió la puerta sin tocar.

Entró a mi cuarto sin avisar y yo me molesté pero ella no lo notó porque decía que siempre estaba con la cara larga. Amelia pensaba que era bipolar y eso ya se había convertido en una normalidad.

Se sentó a mi lado y me dedicó una sonrisa tierna.

-Ya verás que las cosas van a cambiar, seguiremos siendo la familia feliz que siempre hemos sido.

¿Familia feliz? Tu solo has sido desdichada con el bueno para nada de Arnold, y lo sabes-Pensé

-He conseguido un trabajo de recepcionista en un hotel, en la ciudad. Te vamos a cambiar de secundaria. ¿Qué te parece cariño?

Suspiré.

-Mamá yo... No quiero que Arnold esté...

-¡Amelia! Mueve el trasero aquí o voy a buscarte yo, y créeme que no te va a gustar.

La desagradable voz de Arnold se escuchó del otro lado, interrumpiendo mi petición. Amelia sonrió como una boba.

-Ya voy cariño-le respondió mamá con una suavidad, como si fuera el hombre más tierno del universo.

Me ignoró por completo.

Hice una mueca de disgusto.

-Ya deja de hacer eso. Mejor deberías de aceptar que estoy con Arnold y que él es parte de la familia, no seas amargada.

Me quedé callada, sabía que decir, pero siempre me quedaba callada porque nadie valoraba mis palabras.

Mamá se dispuso a salir y me continuó ignorando.

Me dí un baño rápido, me vestí tipo Sport e hice una coleta envuelta en mi pelo y bajé por última vez las escaleras.

Luego de que Arnold y otros ayudantes bajaron todo de mi habitación partimos hasta la nueva ciudad.

Viajamos durante ocho horas. Estaba muy embelesada con el paisaje, me sentía como Bella Swan, la protagonista de Crepúsculo. Fue increíble ver todo el panorama. Los grandes árboles, la humedad, la oscuridad en la que se encontraba el cielo. La neblina que dejaba las ventanas de los autos empañadas.

Cualquier persona normal dijera que mudarse es cambiar de ambiente en todos los sentidos, sin embargo, no me hacía ilusión cambiar de sitio, porque sería lo mismo en diferentes lugares.

Si tan solo hubiera podido cambiar de personas... Si tan solo hubiera podido irme lejos con mamá, las dos, juntas. Sin Arnold. Dios, es que podía aguantar los malos humores de mi madre, sus desplantes y su manera tosca de hablarme... Pero nunca iba a superar el miedo que me daba convivir con esa bestia.

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Después de organizar todo en la nueva casa grande y espaciosa mamá había hecho la cena y estábamos sentados en el comedor, cenando.

SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora