Abuso de poder.

118 25 0
                                    

Camilo se dio la vuelta bajo la mirada odiosa de esa chica. Ni siquiera me miró a los ojos antes de dedicarme una sonrisa amigable.

—Fue un placer hablar contigo, chanti —me dijo.

Me sentía muy acalorada y bajé la cabeza, ruborizada. Dios, ¿por qué las personas no terminaban de dejarme en paz? No quería que nadie me viera, pretendía ser esa chica invisible, la cual pasaría desapercibida ante los ojos de todos. Un cero a la izquierda.

Ni siquiera estaba respirando. Me parecía tan incómodo tener la atención de las personas y tener que esperar a que yo dijera algo cuando no tenía nada que aportar a las conversaciones. No era buena socializando, pero sí era buena escapando para no socializar.

Su altura e imponencia me hacían sentir demasiado pequeña, pero a la vez inspiraba algo de confianza, todo por ese rostro de querubín.

Se giró ligeramente y comenzó a alejarse de nosotras, y en ese momento pude recuperar la normalidad de mi respiración.

—¿Estás bien? —inquirió ella, como si hubiéramos estado en manos de alguien peligroso anteriormente.

—S-sí —respondí— ¿Por qué lo preguntas?

Se cruzó de brazos y levantó una ceja. Analizó mi pregunta antes de argumentar algunas palabras. Tal vez le parecía suficiente la advertencia que había hecho para que yo entendiera de una vez por todas que ese chico no era bueno.

Me parecía raro. Recordé el primer día en el que se sentó a mi lado para charlar sin siquiera conocerme y cuando me advirtió que estuviera alejada de Nena. Al parecer, ninguno de los dos se soportaban mucho.

—Te pregunté por lo que vi.

Negué con la cabeza.

—¿Y qué se supone que viste? —cuestioné, encogiéndome de hombros con timidez.

—Vi que estabas queriendo escapar, Friki —sonrió con malicia— Vaya, ya Camilo encontró otra víctima —empezó a rodearme, mirándome con atención, observando mi atuendo.

—¿A qué te refieres? —pregunté con frustración— mira, yo no te conozco, apenas sé tu nombre, y te agradezco que me hayas ayudado el primer día, pero déjame tranquila.

Frunció el ceño, extrañada por mi actitud alterada.

—Tranquila, fiera —puso las manos al frente— solo estaba bromeando contigo.

—Aléjate de mí. No quiero hablar contigo ni con nadie.

—No pensé que fueras tan grosera, ¿sabías?

Acomodó su chaqueta negra de cuero. Su postura era masculina, pretendía ser ruda sin dejar de tener ese modo bromista.

—No quería ser grosera contigo. Lo siento —me disculpé, al entender que mi miedo estaba haciéndome actuar de una forma descontrolada. El miedo ni siquiera me dejaba interactuar con normalidad con algunas personas que tal vez querían ser mis compañeros o acercarse a mí para ser mis amigos. Dios, no podía ser posible que había llegado a estos extremos. Definitivamente la mente tenía poder.

Me dedicó una sonrisa burlona.

—Créeme que, si sigues como vas, serás la nueva abeja reina de la secundaria —comentó, en modo broma— no me sorprende, eres muy bonita. Solo necesitas producción.

Acaso, ¿estaba bromeando conmigo? ¿Dónde carajos tenía los ojos esta chica? ¿Acaso estaba intentando avergonzarme? Posiblemente, sí. Así que debía escapar lo antes posible.

Dios, odiaba este sentimiento y no se lo deseaba a nadie. Hubiera querido encontrar un lugar para esconderme. Mi ansiedad estaba creciendo de una manera desproporcionada.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 11 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora