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Chloé se despertó a medianoche, increíblemente su estómago la había despertado, tenía hambre y pensaba que era porque se había negado a cenar ese día.

Vestía una camisa larga y holgada que la cubría hasta la mitad de sus muslos, amaba dormir así, puesto que le brindaba mucha comodidad. Con pereza se levantó de su cama, mientras acomodaba su cabello en una cola alta puesto que estaba hecho un desastre.

Salió de su habitación arrastrando sus pies por el pasillo, rumbo a la cocina para buscar que podría saciarla por el momento. Era tarde, e como la 1 de la madrugada ella calculaba, por lo que no se molestó en ponerse pantalones, para esa hora J debería estar dormido, el acostumbraba a dormirse temprano, o al menos eso le demostraba su rutina desde que estaban en esa casa.

Con pasos sigilosos bajo las escaleras y una vez estando allí corrió hacia la cocina y se sorprendió porque las luces se encontraban prendidas. Sus ojos se abrieron de par en par cuando se encontró con J en la cocina sosteniendo con delicadeza una copa de vino vestido aún con la ropa de trabajo con la cual lo había visto en la mañana, cuando tuvieron su platica en el despacho.

Se preocupó por su vestimenta, ella estaba allí sin nada que le cubriera las piernas, se sentía expuesta, y por un segundo por su mente corrió el pensamiento de escabullirse de nuevo por las escaleras y obligarse a dormir así ignorando el rugir de su estómago, pero ya era demasiado tarde.

—¿Qué haces aquí tan tarde, Chloé?— preguntó con sutileza, mientras movía su copa de vino para poder llevársela a la boca de nuevo y beber de ella.

—Tengo hambre...— murmuró aunque sabía que J la había escuchado perfectamente.—He venido por un par de galletas.

J la miró con dulzura.

—Toma lo que quieras de la alacena, Bonita. —Chloé asintió para hacer lo debido. Habían galletas con chispas de chocolate las cuales tomó sin importarle la hora. Tomó un paquete e inmediatamente se llevó una a la boca.

—Y ¿qué haces aquí tú tan tarde?—indagó Chloé. Mientras se sentaba en un pequeño lugar frente a la barra de la cocina y lo veía aún degustando de aquél vino tinto.

—Insomnio. —respondió casual, y la fémina aprovechó para detallarlo aún más, su camisa de trabajo estaba doblada hasta sus codos para hacerlo ver menos formal y seguían aquellos tres botones abiertos al principio de la misma, los cuales visualizó en su atormentada charla en el despacho.

J se percató de los ojos de la chica posados encima de él y le causó curiosidad. Para ese momento, el ya había terminado la copa de vino que se había servido esa noche. Estaba cansado y a la vez tenía muchas cosas que pensar, una de ellas estaba sentada al frente de él detallando sus facciones.

Se le secó la garganta en un segundo cuando la vió cruzarse por el umbral de la cocina con apenas esa camisa que no cubría más allá de la parte de arriba de sus muslos, pero intentó disimular. La idea de tocarla lo estaba carcomiendo pero no debía.

J afincó sus codos en la barra de la cocina justo al frente de donde estaba Chloé para mirarla más de cerca y con fascinación. Ella hacía lo mismo y lo miraba directamente a esos ojos oscuros, misteriosos y profundos que no hacían más que llenarla de dudas cada vez que se quedaba extasiada observándolos.

La piel de la menor se erizó por completo, y es que no hacia falta que la tocase para que le causara un sin fin de sensaciones por todo su cuerpo, lo cual la mantenía expectante a cualquier acto del mayor.

J alargó su mano hasta la piel del brazo de Chloé para poder repartir pequeñas caricias en la zona.

—Me gusta tu piel...—susurró, lo que causó una pequeña sonrisa en el rostro de Chloé mientras se ruborizaba y el lo notó.

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⏰ Última actualización: May 05, 2020 ⏰

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stockholm sindrome ➳ jackson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora