C de carla.

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Una noche oscura y lluviosa me acosté a escuchar los truenos de aquella tempestad, ví la luz de los relámpagos asomarse por la ventana de mi habitación, mientras no dejaba de pensar en todo lo que me había pasado en los últimos años.

Había vivido sola durante dos años, los cuales habían sido difícil mantenerme. Había muchos gastos y mi trabajo no cubría todo, o si lo hacía no me quedaba nada al final de hacer los pagos, sólo para lo necesario, comida.

Mi madre murió meses antes de haberme mudado sola, una mujer de ojos claros, morena, y cabello negro, ni muy largo ni muy corto, bajita, y con unas curvas de infarto. Yo, había salido un poco como ella, solo que, a mi manera, no tenía el cuerpo de infarto.

Aún no sé cómo mi padre nos abandonó, porque sí, lo hizo, meses después de mi nacimiento. Solo recuerdo que se llamaba "Juan", vaya nombre, vaya hombre. No sé exactamente porque se marchó, lo último que dijo mi madre fue "problemas Carla, solo eso, no estaba preparado para ser padre". Tampoco era que quería hablar del tema, pero si me invadía la curiosidad. Desde que ella me dejó sola tras su fallecimiento, tuve que buscar la manera de sobrevivir en este mundo tan miserable; esta era mi perspectiva ahora mismo.

Recordé el día en que mi jefe se sobrepasó conmigo, en como me miraba, y me acosaba. Desde ese y muchos otros días, empecé a tener esa perspectiva.

Trabajo en una biblioteca desde la 6 de la mañana, hasta las 4 de la tarde. Me encargo del orden de estos. Aún así estudio psicología en una universidad nocturna. Soy la única que tiene 18 años, los otros estudiantes tienen un poco más.

Me la pasé horas recordando un poco de mi pasado, hasta que por fin pude quedarme dormida con el canto de la lluvia.

A la mañana siguiente muy temprano me bañé y en unos pocos minutos salí de este apresuradamente. Me probé un vestido lila que acentuaba un poco mi busto y cintura, aún así agradecía internamente porque aún me llegaba a las rodillas.

—Siento que le falta algo —me observé en el espejo con indecisión.

Me medí varias prendas y al final decidí colocarme una chaqueta y para acompañar el atuendo unos Converse. Coloqué la atención a mi cabello con una coleta alta que hacía que los aretes que caían más arriba de mis hombros resaltaran.
Al darme la aprobación con una amplia sonrisa, me acerqué a la cocina para prepararme un sándwich como desayuno.

—Definitivamente, tengo que hacer mercado urgente —pensé en voz alta, mientras daba otro bocado.

Me dirijí a mi trabajo y todo iba "normal", hasta que...

—Buenas tardes, busco el libro "El teorema de Katherine", ¿Sabes dónde puedo encontrarlo? —preguntaba un chico alto con gafas de sol y completamente vestido de negro. Para mi el color le quedaba muy bien, esculpido por los mismos dioses, o eso veía a simple vista. Realmente no creí que alguien que buscara ese tipo de libros se vistiera así.
<<No juzgues>>, pensé.
Al notar mi silencio vuelve a decir. —Señorita, ¿me escuchó? —parpadeé  varias veces y salí de mis pensamientos.
—Disculpe —dije apenada—, está en la quinta sala, por aquí, a la derecha —señalé mientras intentaba descifrar los ojos que estaban ocultos por sus gafas.
—Gracias —respondió tan frío, cómo cortante.
Que humor.

A eso de las 4, casi 5 de la tarde, llegué a mi casa, para adentrarme en la ducha, comer, y irme a la universidad.

Al salir de esta, caminé de vuelta a casa en busca de la parada más cercana. Tarareé una canción, "its you", cuando escuché un coche andar cerca, al voltear por inercia, miré una camioneta negra, en el cual no se podía ver nada a través de los vidrios. Aceleré el paso un poco asustada, y está seguía detrás. Decidí correr lo más rápido que pude, hasta perderme por unas calles y terminar casi siendo atropellada por el mismo coche. Exaltada y asustada, quedé petrificada al ver que abrían la puerta, y quién se bajaba era nada más y nada menos que, el chico raro con gafas.

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