La cabaña

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Al día siguiente papá prepara el desayuno.

- hoy iremos al lugar especial del que te hablé - dijo papá.

- Ahh... Qué bueno papá - bajo la cabeza.

Papá me mira angustiado.

- Allí contestaré a la pregunta que me hiciste, y a muchas otras cosas...

- ...

Papá se acerca, me da un gran abrazo y dice:

- Sabes que te amo, verdad Caroline?

Asiento con la cabeza y le devuelvo el abrazo.

- Eres una muy buena hija, la mejor del mundo.

En la tarde vamos a la estación de esquí. La pista era maravillosa, rentamos unos esquís y estuvimos esquiando por horas. Después hicimos una guerra de bolas de nieve. Me divertí mucho con mi papá. Lo que más me agradó fue que él también se divirtió mucho, me gusta verlo feliz.

Dejamos de jugar a las 18:30 p.m. . Papá dijo que era hora de ir al lugar especial. Fuimos alejándonos de la pista y caminamos entre un montón de árboles cubiertos de nieve. Durante el trayecto al lugar especial perdí la orientación; no recordaba qué camino tomamos y los árboles me confundían aún más. Caminamos al rededor de una hora hasta llegar ante una cabaña un poco pequeña. Tenía ventanas blancas como la nieve del tejado. Era vieja pero me sentía atraída por ella.

Papá abrió la puerta y entramos. Dentro todo era oscuro. Papá sacó unas linternas de la mochila que llevaba. No había electricidad así que estuvimos con las linternas todo el rato. Nos sentamos en un viejo sofá.
Papá me extiende un bebedero y me dice :
- Bébetelo todo, seguro que tienes sed.

Doy unos sorbos, era jugo de naranja pero tenía algo raro dentro y sabía algo amargo.
- Bébelo - insiste mi padre.
El sabor no es muy bueno pero termino bebiendolo todo y le devuelvo el bebedero, vacío, a mí papá. Él lo mira por dentro y luego lo guarda en su mochila.

- ¿Qué es éste lugar?- pregunto, aunque ya tenía cierta idea.

- Es la cabaña de la que hablaba en el cuadernillo gris - da un respiro y continua- Caroline hice cosas terribles de las que me arrepiento... Creí poder ocultar las de todo el mundo pero me equivoqué. ¿Querías saber quién es Maggie, no? Maggie es la verdadera y única hija de la mujer que viste en la foto del cuadernillo, así es, me refiero a la mujer que pensabas que era tu madre.

Me quedé sin palabras por unos minutos hasta que abro la boca y digo:
- Qué?
- Esa mujer de la fotografía nunca fué tu madre. Yo te adopté cuando tenías cuatro años. Mi esposa y mi hija murieron antes de que te adoptara, o mejor dicho, las maté - papá tiene la mirada perdida pero continúa y dice - todo fue por una estupidez. Caroline, tú sabes lo que es un pedófilo? Pues es alguien que tiene fantasías, impulsos o comportamientos sexualmente excitantes relacionados con niños... Caroline, la pedofilia es un transtorno, transtorno que padezco. Pero antes de que digas algo quiero que sepas que jamás le hice daño de ése tipo a ningún niño, y jamás lo haré, antes me quitaría la vida. Pero sí me sentía atraído por niños. Busqué ayuda psicoterapéutica, me recetaron fármacos que alteran ése impulso pero siempre ha sido difícil vivir así. No sabés cómo me asqueo de tener éste transtorno. Nadie lo sabía, ni siquiera la que fue mi esposa. Ella fue una mujer increíble. Nos casamos cuando yo tenía treinta y cinco años. Cuando me dijo que sería padre, me llené de horror, tenía miedo, miedo de ver a mi futura hija como veía a otros niños , tenía miedo de llegar a hacerle algún daño cuando entre en la etapa de la niñez. Tenía miedo de mí mismo. Fingí alegría al enterarme y mi esposa no sospechó nada. Mi hija nació a los ocho meses. Era hermosa, era delicada al igual que un capullo. Al verla me prometí ser el mejor padre para ella.
Pasaron seis meses de su nacimiento cuando vinimos a ésta cabaña. La compramos pero solamente nos quedaríamos por tres días, pero no duramos ni un día juntos. Llegamos aquí por la mañana y desempacamos nuestras cosas. Yo aún tomaba los fármacos, los guardé en mi maleta, pero en un descuido mi esposa los encontró. Me preguntó porqué tenía estos fármacos en mi maleta, yo no pude ocultarle mi secreto por más tiempo, así que se lo dije. Mi esposa se horrorizó al máximo, me llamó monstruo, me dió mil insultos y dijo que le daba asco. Me llené de tristeza y vergüenza, lloré frente a ella y ella también. Dijo que se divorciaría cuanto antes. No podía culparla por querer hacerlo; ella dijo: "me iré ahora mismo", se dirigió hacia la puerta y cuando estaba por marcharse le pregunté: "no te llevarás a nuestra hija contigo"?. Ella me miró con asco y dijo: " no quiero ser la madre de ése asqueroso engendro, tiene tu asquerosa sangre" y salió de la cabaña.
Sé que hice mal, pero me consumió una rabia feroz. ¿¡Cómo se atrevía a despreciar a nuestra hija!? ¿¡Sería capaz de renunciar a ella porque en sus venas corría mi sangre!? ¿¡No se daba cuenta de que también llevaba su sangre!? ¿¡Su propia hija era un asqueroso engendro para ella!?. Salí tras ella, la tomé de los cabellos castaños que tenía y la llevé a rastras al interior de la cabaña. No me detuve, la arrastré hasta la chimenea y le dí varios golpes con mis manos. Le dije a gritos que era una mujer horrible y despreciable. Ella gritaba por ayuda pero ambos sabíamos que no había nadie quién pudiera salvarla ahora. Cogí un hacha que estaba cerca de la chimenea y la hundí en medio de su pecho y luego se la hundí en el cráneo.
Me dí cuenta de que la había matado después de quedarme viéndola tirada y desangrada por más de media hora. Mi hija, Maggie, comenzó a llorar, fuí hacia ella y la cagué en brazos para tranquilizarla hasta que se quedó dormida. Llegada la noche decidí que tenía que eliminar el cuerpo de mi esposa, así que lo corté por extremidades y lo quemé en la fogata de la chimenea, aunque me quedé con su anillo. Ví cómo el fuego consumía las partes hasta que éstas desaparecían a mi vista, sólo quedaron sus huesos, los cuales enterré cerca unos árboles de la cabaña. Dormí abrazado a mi hija esa noche en el dormitorio, aunque ambos no parábamos de llorar.

Dad's CabinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora