Cuando el Presidente del Gobierno dijo esas palabras no me lo podía creer... Es cierto que todo apuntaba a este desenlace, viendo a nuestros amigos italianos, ¿qué nos iba a pasar a nosotros? Pues eso, una maldita cuarenten
Yo estaba estudiando en ese momento un Ciclo Superior de Asistencia a la Dirección. Estaba en el segundo curso (un tostón importante) y quedaban apenas unos días para terminar el segundo semestre y poder hacer las prácticas. Pero en fin, la evaluación se terminó y mis prácticas ahí quedaron, en el aire.
Mi cabeza volaba ya en hacerlas, encontrar un trabajo y empezar a construir mi propia vida. Pero bueno, podía estar en una situación mucho peor...
Al principio me sentí perdida, como supongo la mayor parte de la población, hasta que encontré mi camino. Decidí dedicar el tiempo a realizar el proyecto final y, como iba a pasar mi tiempo entre esas asquerosas paredes que terminaría odiando, volver a recuperar la forma que había empezado a perder años atrás...
Los primeros días pasaron bastante ligeros (por supuesto no hice nada de ese dichoso proyecto), pero luego comenzaron a hacerse más y más pesados. Sin embargo, un día cualquiera (creo que era martes o miércoles, qué más da Lucía) todo cambió...
¡Ah, sí! primero sería bueno que me presentara. Mi nombre es Lucía, ya os he dicho lo que estudio pero no es lo que define mi vida. Tengo 20 años, me gusta leer, salir con mis amigos y escuchar música, además de ver Netflix. En fin, soy una chica del montón... No solo por mis aficiones, también por mi físico. Mido 1.65, tengo los ojos marrones y el pelo castaño. Además soy bastante cabezota, aunque si algo bueno tiene es que suelo terminar consiguiendo todo lo que me propongo. A no ser que venga un virus asqueroso a joderme la existencia.
Por dónde iba... si es que siempre me enrollo como una persiana. ¡Ah, sí! Por el día que cambiaría mi vida para siempre. ¡Qué tonta! El caso es que un martes (o miércoles), mientras estaba haciendo ejercicio en la habitación que teníamos en casa de mis padres para los trastos, un destello como si fuera un relámpago (bueno, más pequeño, exagerada) aterrizó en mi cara. Al principio me asusté y miré hacia fuera, pero entonces lo que vi fue un teléfono móvil apuntándome. La verdad que no sabía quién vivía esa casa. Llevaba 2 años viviendo en ese vecindario y no había conocido a mis vecinos hasta ahora que todos salíamos a las 20:00h al balcón. Pero en ese piso o no se asomaba nadie, o se asomaban hacia el otro lado.
Cuando la persona que estaba detrás del teléfono se percató de que estaba mirando, se esfumó rápidamente por debajo de la ventana, impidiéndome comprobar quién me acababa de hacer una foto con mi cara roja y sudada. Entonces mis pensamientos pasaron por el miedo -¡Oh, no! es alguien que va a colgar mi foto en Internet para arruinar mi (inexistente) reputación!- hasta el asco -¿y si es alguien que quiere tocarse con mi foto?.
En fin, cualquier teoría era loca porque ¿quién iba a tocarse con una foto mía roja y sudada mientras asomaba mi barriguilla por el top de Adidas?
Así que lo dejé estar, cerciorándome de que no volvería a hacer ejercicio en esa ventana, hasta que mi móvil vibró y... ¡no me lo podía creer! Mi foto era lo primero que aparecía en un Whatsapp de un número que no conocía, acompañada de un pie:
No te asustes, por favor. No soy un psicópata. Lo parece, sí, pero te juro que no. Te he visto y... me has parecido tan tierna que quería tener ese recuerdo en mi teléfono. Si quieres la borraré. Y... si tengo tu número es porque me conoces más de lo que crees.
¡Qué cojones...!
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Amor en tiempos de cuarentena
RomanceLucía, como a la mayoría de los españoles, le había tocado quedarse en casa una larga temporada. Sus días pasaban aburridos hasta que, un día cualquiera, encontró a una persona que haría ese confinamiento mucho más ameno... a pesar de no poder toca...