High School [Proyecto HipHopRapFem]

1. The promise of the new house

Estoy despertando
Lo siento en mis huesos
Como para hacer que mis sistemas crezcan.
Es la nueva era.

Radioactive - Imagine Dragons.

Mis ojos observaron incontables muebles lujosos y alfombras elegantísimas adornando cada espacio en aquella gran casa. Ni una mota de polvo sobre los muebles, ni una colilla de tabaco o una botella de aguardiente tirada en el suelo. Todo era demasiado perfecto e impecable. Tan bueno que simplemente era demasiado sospechoso.

—Y bien...—“mi nueva madre” carraspeó llamando mi atención—. ¿Qué te parece tu nuevo hogar, cariño?

Cariño, esa palabra había sonado demasiado hipócrita entre aquellos elegantes labios. Tan carente de sentimiento que hasta un sordo podía adivinar que no era más que una simple palabra obligatoria ante aquella mujer y la presencia del agente social que se encargaba de mi caso. Eso de ser menor de edad y no poder decidir por ti misma era una putada. Solo dos años, dos jodidas años me faltaban para ser mayor de edad y, pese a ello, no podía vivir sola y necesitaba a alguien que cuidase de mí (como si yo no lo hubiese hecho todos esos años) y me dejase bajo su tutela.

—Muy bien, creo que es hora de irme —Frank (como él me había dicho que le llamara) dio por concluido su trabajo—. Lia —Mi agente social se acercó hasta mí y con un tono que hizo a mi oído agudizar, susurro cauteloso: —Si necesitas algo, llámame, te he dado mi número, recuerda que también tienes derechos y debes defenderlos —asentí cautelosa sintiendo un sentimiento de agradecimiento hacia aquel hombre de rostro cansino y pelo levemente blanco. Él se separo y sonrió alegremente mientras dejaba un beso en cada una fde las mejillas de Carol, mi nueva tutora legal.

Carol me dijo que tomara asiento en un sofá a lo que asentí en silencio y obedecí ante su sonrisa satisfecha, una sonrisa que no me agrado en absoluto. Después de unos minutos en los que acompañó a Frank hasta la puerta, regreso sonriendo de oreja a oreja.

—Bueno, bueno, ¡qué tenemos aquí! —exclamó alegremente a lo que fruncí el ceño. Todavía había algo raro en esa mujer. ¿Si sabéis ese sentimiento de cuando ves a alguien por primera vez y ya sabes que no es una buena persona aunque trate de parecerlo? Pues eso sentía yo.

— ¿Por qué a mí? —Me dejé de rodeos y pregunte aquello que había querido saber desde que supe sobre mi adopción.

— ¿Disculpa? —Ella preguntó confundida.

— ¿Por qué, entre todas las personas a las que pudiste adoptar, lo hiciste conmigo? Tengo 16 años, ¿quién quiere criar a una chica de esa edad? —puse las cartas sobre la mesa mirándole fijamente.

—Oh, bueno... Me gusta ayudar a los demás —ella apartó la mirada a lo que rodé los ojos.

—Ya, seguro —me mofe sonriendo irónicamente—. ¿Y mi habitación?

—Segundo piso, la tercera puerta de la derecha. —Respondió seca, arqueé una ceja y me puse en pie. La gata estaba empezando a mostrar sus garras.

Seguí las indicaciones hasta llegar a dar con mi habitación, no era la gran cosa, una cama unipersonal y un armario mediano, no es que fuese un problema ya que apenas disponía de ropa con la que vestir, además, no es que me esperara una habitación de princesa cuando fui criada en el barrio más peligroso de Nueva York. Los cuentos de hadas no existen. Al menos tenía un balcón que, si bien no daba a una hermosa vista llena de flores ornamentales y una enredadera por la que treparía mi Romeo, serviría para ventilar mi habitación.

Acomode mi ropa, la cual seguramente alguno de los trabajadores que había visto al llegar a esta casa había traído y luego me dedique a mirar por el balcón mientras fumaba uno de los tabacos de la cajetilla que tenía escondida en mi maleta.