Era una maraña de gemidos ruidosos y descontrolados.
Jungkook me tenía acorralado contra el colchón con dureza mientras impulsaba sus caderas penetrándome sin descanso. Una y otra vez, de manera certera y exquisita.
Sus besos húmedos recorrían cada centímetro de mi piel y sus venosas manos se aferraban a mis muslos, separándolos para poder hundirse cada vez más profundo en mí. Se sentía tan fantástico cada vez que tocaba aquel punto que me hacía delirar sin control, y sus roncos gemidos me excitaban de sobremanera, haciéndome sonreír deseoso entre cada jadeo.
Exhausto, recorrí con mis ojos lagrimosos de incipiente lujuria como sus músculos se contraían en cada espasmo y respiración acelerada, la transpiración haciendo su piel morena brillar contra la luz de la luna y el cabello pelirrojo revuelto por culpa de mis dedos escurridizos.
Oh, que bien se siente llegar al más deleitable climax con un hombre como él.
Pensé que sería el momento en el que se recostaría junto a mí a recuperar las fuerzas, me abrazaría cariñosamente y me mimaría con palabras bonitas y suaves caricias, como solía hacer al término de cada noche de pasión desenfrenada. Pero no fue así.
Se levantó de pronto de la cama y se encerró en el baño sin mirar atrás. Sin dirigirme ni una simple y mísera sonrisa.
Mi estómago se revolvió de forma dolorosa y las ganas de llorar se atiborraron en la base de mi garganta haciéndome soltar pequeños sollozos devastados; tapé mi rostro con las sábanas intentado ocultar la vergüenza y desilusión que sentía en ese instante, y los recuerdos empezaron a hacer estragos en mi memoria.
Jungkook besando a otra persona; Jungkook diciéndole "te amo" a otra persona; Jungkook tomando la mano de otra persona. Mi Jungkook con el otro.
Sentí como la sangre empezaba a hervir dentro de mis venas y la furia embargó mi cuerpo de pies a cabeza, incitándome a alejarme de aquella cama que antes era mi lugar favorito y ahora parecía quemarme descaradamente la dermis. Caminé tropezándome con la ropa arrojada al suelo hasta llegar a la ventana y, sin importarme si alguien podía verme desnudo, la abrí y aspiré profundo el aire fresco del exterior intentando calmar mi acelerado corazón.
Mil preguntas recorrían mi mente en aquel instante: ¿quién era aquel sujeto? ¿desde cuándo me engaña? ¿se habrán acostado en nuestra cama? ¿qué tiene él que no tenga yo? ¿por qué el muy hijo de puta no termina conmigo? ¿debería decirle que lo sé o guardármelo y ver qué sucede?
Me estaba torturando mentalmente y lo tenía muy en claro; la sola idea de imaginarlo follándose a otra persona me daba escalofríos y acentuaba el dolor punzante en mi pecho, pero cuestionarme aquello parecía más factible que destrozar todo el departamento en medio de la madrugada o lanzarme desde un decimoquinto piso.
Además ¿Y si fue un simple error? Pero esa respuesta era fácil de responder pues, ¿quién diablos comete un error como ese en hora pico, dentro de una cafetería repleta de personas y con una sonrisa radiante en el rostro? Todo era tan evidente que me sentí un completo idiota por no darme cuenta antes.
— Jimin, ¿qué haces? —cuestionó en un susurro desconcertado. —Aléjate de esa ventana, está frío afuera y no quiero que enfermes.
Era tan caballeroso, tan adorable, tan encantador. Me resultó penoso el hecho de que haya tirado toda esa fachada de novio perfecto a la borda, por ir detrás de otro hombre, aquella noche de otoño que fue la peor de mi vida.
— Solo admiro la luna llena, Jungkookie —comenté tragándome la amargura y reemplazándola por un puchero aniñado. —Pero ahora que has vuelto, tengo algo mejor que observar —susurré juguetón mientras me acercaba a él moviendo lentamente las caderas. —Repitámoslo, por favor —rogué empalagoso, pareciendo desesperado.
Me observó extrañado mientras trazaba paulatinamente con mis dedos su marcado abdomen, su espalda tensionándose a medida que rozaba mis labios por su marcada mandíbula como una leve caricia desmerecida. Besé la comisura de sus labios, llamándolo a saborearnos carnales de nuevo, y con mi mano empujé su pecho hasta llevarlo de espaldas a la cama mullida.
No sabía porqué estaba tentando a la agonía, ni porqué disfrutaba verlo estremecerse bajo la fricción que ejercía sobre su dura entrepierna, pero tener aquel mínimo control sobre él en la cama hacía olvidarme de lo insuficiente que me sentía por no cumplir con todas sus expectativas y necesidades.
Juntamos nuestras bocas con urgencia y nos besamos ferozmente, enredando nuestras lenguas entre chasquidos excitantes y gruñidos agitados, y sus largos dedos tantearon exigentes mi entrada a la par que succionaba su labio inferior, intentado retener su sabor en mi memoria para la eternidad.
Estaba nublándome por el anhelo a sentirlo dentro mío y soñando que jamás me soltara; era la única persona que se atrevió a amar a alguien como yo sin juzgarme, y me acompañó tanto tiempo que no podía imaginar un futuro en donde no estuviera junto a mí.
Mi adorado Jungkookie. El amor de mi vida.
Dejé caer todo mi cuerpo sobre su miembro abruptamente, introduciéndolo tan hondo, enorme y grueso que sentí que el oxígeno abandonó mis pulmones en un segundo y tuve que sostenerme de sus hombros para recuperarme. Observé sus grandes ojos, tan oscuros y misteriosos como una extensa galaxia sin descubrir, y me balanceé travieso disfrutando del magnífico hecho de sus orbes empañándose como expresivos agujeros negros.
Elevé mis caderas y me zambullí en esas sensaciones ardientes una y otra vez, dando pequeños brincos y montándolo salvajemente a la par que me desgarraba en gemidos y ruegos incomprensibles. Y no pude contener el impulso abrasador que consumió mi sensatez ni la furia retenida desde la revelación de hace semanas: mientras él apretujaba mis glúteos, ayudándome a entrar y salir de él de manera frenética, llevé mis manos por sus clavículas hasta tocar su cuello; presioné mis palmas colérico y caliente, algo que jamás había experimentado.
Su rostro rojizo y pasmado demostraba que no estaba respirando, sentía su corazón aporrear contra sus costillas acelerado y como sus fuerzas se iban agotando entre cada brutal estocada, pero hice caso omiso al pánico que le había invadido y me concentré en buscar mi magnífico orgasmo, soltando jadeos agudos de plena satisfacción.
Y cuando por fin logré llegar a la luna y estrellas con el tórrido contacto físico que había ejercido sobre el cuerpo escultural de mi novio, solté el agarré en su garganta y lo besé sin descanso totalmente ansioso. Ansioso por sus labios, y ansioso porque había decidido algo aquella noche.
Jungkook era mío, y no permitiría que alguien más intentara arrebatármelo de las manos.
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Sugar || Kookmin
Short StoryLa venganza es el platillo más dulce. • ─────────✾ ───────── •