Capítulo 1: Hanami

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El mundo había sido un lugar normal y desconocido para él hasta ese día. Recibía las mejores clases de todo tipo de profesores privados en su propia casa, lo instruían para ser un hombre absolutamente inteligente y serio cuando creciera. Sasuke nunca había tenido ninguna necesidad, todo lo que deseaba le era dado y hasta ese día no supo cuáles eran los oscuros secretos que su familia le escondía... ni a qué se dedicaba realmente su padre.

Pero ese día primaveral cumplió diez años, y en contra de los regaños y griteríos de Mikoto, Fugaku se llevó esa mañana misma a Sasuke de la mano en la limosina, prácticamente arrastrándolo mientras el niño todavía trataba de despertar.

—Papá... ¿a dónde vamos? —le preguntó en el viaje, refregándose los ojos. El sol apenas había salido un par de horas antes.

Fugaku lo miró con aquella dureza que lo caracterizaba. A Sasuke le daba miedo a veces hablarle, porque él nunca se acercaba a él. Tenía mucho más contacto con su hermano Itachi, que era más grande. Cada vez que trataba de preguntarle a su hermano qué pasaba con su padre o qué hacían cuando salían, él le sonreía y le decía que cuando creciera entendería. Quizás ya había crecido... quizás.

—Lo verás cuando lleguemos —le respondió el tipo, sacándole la mirada tan rápido como se la otorgó.

Sasuke no hizo más preguntas todo el viaje.

Llegaron a una casa enorme apartada de la ciudad de Tokio donde vivían, incluso más grande que la de ellos. Él jamás la había visto, y bajó del automóvil en cuanto se detuvo, maravillado con la belleza. Los árboles de Sakura la rodeaban, el césped estaba cuidadosamente cortado y todo parecía muy pulcro. Probablemente lo único bueno que jamás olvidaría de ese día serían los pétalos de las flores adornando el suelo, tiñéndolo todo de rosa. No tenían un parque como ese en su casa, y la única manera de verlo era ir a uno público en la ciudad.

—¿De quién es? —preguntó el niño, con los ojos iluminados.

—Nuestra —le respondió inmediatamente el padre, mirándolo. Sasuke no lo podía creer.

—¿Pero cómo? ¡Jamás la había visto!

Fugaku, por primera vez en quizás su vida entera, se inclinó hacia él y le puso una mano en la cabeza, mirándolo fijamente. Sasuke se petrificó ante su repentino tacto, y se sorprendió aún más cuando le sonrió.

—Tienes la edad suficiente para comenzar a tomar conciencia de lo que harás cuando crezcas. Es hora de que dejes de jugar a ser un niño y madures. El mundo en el que nos movemos no es un juego, Sasuke. Nosotros somos dueños del imperio que le permitió a tu madre comprarte todos esos juguetes hasta ahora, enviarte a todas esas clases privadas.

Sasuke lo miraba boquiabierto. Fugaku cerró los ojos y suspiró, comprendiendo que iba demasiado rápido. Él sólo era un niño, después de todo.

—Entremos, te lo enseñaré.

Sasuke lo siguió sin hacer preguntas. El interior de la mansión era lujoso, lleno de comodidades. Había gente extraña adentro, todos vestidos de un traje como su padre, muy formales. Lo miraban en silencio, y en cuanto Fugaku puso un pie dentro todos se pusieron de pie inmediatamente y lo saludaron cabeceando con respeto. Sasuke no supo la influencia que su padre tenía sobre los demás hasta ese momento. Todos ellos parecían tan intimidados con él como él mismo toda su vida, a pesar de ser adultos.

Había varias habitaciones, y su padre lo llevó a una del fondo de un pasillo. A los costados había cuadros de parientes muertos suyos que jamás había visto, nombres como "Madara Uchiha" estaban en los retratos. Cuando entraron había extraños instrumentos sobre una mesita y una silla donde su padre lo mandó a sentarse.

El hombre que nacióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora