Antes ◀◀

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Ella entró aquel día con aires de melancolía

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Ella entró aquel día con aires de melancolía. Fue traída muy lejos de Cardiff. Posiblemente la chica no era de ciudad. Hablaba un inglés arrastrado y un galés con muchas faltas, no parecía de fiar. Sin embargo, todos los de la servidumbre la miraban con un fino aire de superioridad, pese a que la cocinera no supiera leer ni escribir y el mayordomo fuera inútil en asuntos que implicasen la habilidad de contar más allá de 20. Las gemelas que hacían de mucamas contaban con la suerte de haber estudiado en Rusia más de tres años, pero de nada servía que no supieran comunicarse, eran mudas.

El dueño de la casa, Dr. Jessa no resultó muy contento a la hora de presentarle a la familia aquella nueva integrante. Dijo que se llamaba Scarlett y pronuncio el nombre con cierto fastidio. Dijo en un idioma afilado que los nombres americanos eran una repugnancia, y que no merecía ser pronunciado en sus condominios.

Al final la cocinera resolvió llamarla Scart que sonaba un poco más corto y le endulzaba el oído al doctor. Fue instalada por la esposa del mismo, Jenelle. Le dió dos sábanas y un par de velas para que alumbrara su noche. Dormiría en el cuarto de servicio. La habitación común ya albergaba a muchos.

Según investigué entre mis diarios y mis libros, Scarlett era un nombre que hacía referencia a personas que se relacionaban con distintas culturas, que eran sociables y dulces, pero a mi opinión, no le da justicia ese apelativo. Más bien me parecía un ratón asustado, sin ganas de hablar ni dar más información de la necesaria realmente.

Era graciosa la forma en la que descolocaba su equipaje y organizaba en los pequeños cajones todos sus harapos y también algunas fotografías que fue dejando en el suelo con cuidado de no pisarlas. Siempre la observaba de una forma insólita, tanto que cuando terminaba de barrer me miraba casi llamándome la atención por mi indiscreción.

No era una jovencita bella. Su piel era aceitunada y morena, sus ojos de un color avellana oscuro. No destacaba mucho. Su pelo de color café oscuro era un nido de nudos y estaba lleno de grasa, su nariz era gruesa y se notaba que intentaba no mirarse mucho al espejo. Pasaba siempre muy rápido enfrente de ellos, a diferencia de las gemelas, que se quedaban una hora o más de su jornada en mirar su reflejo y tratar de emperifollarse lo mejor posible para estar presentables a la hora de la comida, momento en el que cruzaban miradas sugerentes con el mayordomo.

Otra cosa extraña en ella... la comida. Era fornida y parecía ser un poco pasada del peso normal de una muchacha de su edad. Pese a ello, no comía nada en la mesa. Cuando sirvieron en su primer día aquel Cawl con las carnes más tiernas, ella prefirió tomarse de un solo trago el pequeño vaso de ron, y se retiró de la mesa sin siquiera despedirse de una manera adecuada.

Y no pasó solo aquella vez, todos los días le servían el plato lo más lleno posible y un vaso de ron con hielo o a veces con canela. Una vez sí que la vimos tomar una cucharada de avena dulce, pero no le falto su vaso de ron y la huida tan poco acertada para la gente que se hallaba reunida.

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⏰ Última actualización: Apr 14, 2020 ⏰

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