18. Un soplo de aire

123 17 2
                                    


Estuvo un buen rato abrazada a él. Aferrada a su preciado bote salvavidas. Las espectadoras que tenían, observándoles, no se atrevieron a decirles nada. Simplemente contemplaban la escena con la boca abierta, incrédulas. Cuando Eleanor pudo reaccionar cuando logró serenarse un poco, le invadió la preocupación.

Se apartó un poco de él para preguntar.

—¿Y tu trabajo? ¿No lo habrás abandonado por mí? —formuló, entornando la mirada con miedo y nerviosismo—. ¡Podrías perderlo por venir hasta aquí! ¡Por mi culpa! —lo regañó, como si buscara hacerlo sentir culpable. De nuevo salía la mujer autoritaria.

—No creo.

Se distanció un poco más, aún sin soltarse de su abrazo, aunque sí, enfadada.

—¿No crees? Pues, ¿qué excusa le diste? —Tragó saliva con dificultad—. Miedo me da preguntarte.

—Le di una buena razón para faltar al trabajo.

—¿Como cuál?

Kenneth se rió, divertido. Con aquella sonrisa arolladora que delataría a cualquiera.

—Le dije que el padre de mi pareja estaba grave, en el hospital. Y necesitaba estar con ella.

—Tu..., ¡¿qué?! —Las expectadoras situadas a sus espaldas abrieron aún más los ojos, impactadas—. ¡No somos pareja! —protestó, observando a estas de reojo, alterada—. ¡Te dije... !

—¡Sé lo que dijiste!

Le dio un fuerte empujón para apartarlo de ella.

—¡Eso no está bien, Kenneth! No hagas ver lo que no es.

Este entrecerró los ojos, dibujando una ladina sonrisa.

—Primero me abrazas con desesperación, y luego dices que no somos nada. —Sacudió la cabeza, con un gesto de travesura infinita—. ¡A ver si te aclaras de una vez, Eleanor! —bromeó, tratando de sacarle una sonrisa. Aunque discutir con ella, sobre este tema, empeoraba mucho más la situación.

—¡Sabes lo que pienso! ¡Sabes lo que quiero!

—Solo sé que quiero ayudarte cuando lo necesites. Además, ¿no lo hice hasta ahora? —preguntó, buscando recordarle la noche de la borrachera. De no haber sido por él, sabe Dios dónde abría terminado.

Ella puso la mano frente a él. Había caído en la cuenta de a qué se estaba refiriendo.

—Vale. ¡De acuerdo! No es necesario entrar en detalles.

—¿Detalles? —Kinsley se adelantó—. Detalles..., ¿sobre qué?

—Nada, hermanita. Es un liante de marca mayor.

—¿Por?

Eleanor miró a Kenneth antes de responder.

—No quieras saberlo —murmuró—. Da igual. —La preocupación por el bienestar de este regresó—. ¿Y tu equipaje? ¿O viniste solo, con lo puesto?

—¡Ah no! Alquilé una habitación en un motel de esos de mala muerte. —Se acercó a ella peligrosamente, serio, haciéndola retroceder—. Reza para que las chinches no me piquen esta noche.

—Serí... sería culpa tuya por hacer tan mala elección —lo atacó ella, atropellándose con las palabras, nerviosa.

Este soltó una repentina carcajada.

—Es broma. Alquilé una habitación de hotel. No habrán chinches. Solo buscaba ponerte a prueba. ¿Ves como, en el fondo, sí que te importo?

—¿Que tú me... ?

Tentando a CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora