12. De regreso a casa

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En sus dos días de estancia en Aspen no se tropezó con su ex marido. Eso fue una gran ventaja para que su subconsciente descargase en algún puerto de la nada, parte del miedo que había acumulado hasta día de hoy. Habían sido días inolvidables junto a su familia. No sería el único festivo que les fuera a visitar. Grace se había agarrado a ella como el marinero que tiene su propio barco yendo a la deriva. Con su vocecilla infantil le había rogado como más de cien veces que no se fuera. Ella le había prometido volver a visitarla. Incluso había dicho a su hermana que por favor la fuera a visitar, a Denver.

—Volveré pronto, pequeña. Tiíta Eleni no desaparecerá más —había prometido, con la mano en el corazón.

Su carita infantil había mostrado más bien desconfianza. Ya se sabía aquello de que cuando los mayores prometían algo, acababan por romper la promesa al estar siempre ocupados. Para ser tan pequeña era más lista que el pan. Sin embargo, en el caso de Eleanor, le había dicho la verdad. No volvería a pasar demasiado tiempo de una visita a otra salvo que hubiera fuerza mayor.

Todo el mundo se había desplazado hasta la estación de buses de Aspen. Aquello parecía una escena de película. Todos levantando la mano, despidiéndose, con la lagrimilla en los ojos, y ella, subida en el bus, tratando de despedirse, manteniéndose lo más entera posible. Regresaba a casa. A su actual hogar. Tenía mucho que contarle a Henrietta. Que mostrarle. Regresaba a Denver con las pilas renovadas y un sabor de boca muy bueno.

El sonido del Whatsap de su teléfono sonó.

•«¿Cuándo sales de regreso? ¿Estás de camino? Deseo que llegues bien»

Kenneth continuaba comportándose como su ángel protector. O tal vez, ¿como un controlador? No sabía en qué parte de la lista debía de etiquetarlo. Si no fuese tan desconfiada lo colocaría en la fila del primer lugar. Salvo en los principios, se había portado como un caballero. La tenía confusa. Tenía mucho que analizar de su comportamiento. La desconfianza continuaba susurrándole que tuviese cuidado. Le contestó.

•«Acabo de salir de Aspen. Voy de camino de regreso»

•«Avísame cuando estés llegando. Te recogeré»

•«No. Cogeré un taxi»

•«Es lo que prefieres»

•«Sí»

Hubo una pausa. ¿Iba a negociar lo que le viniera en gana hacer?

•«Está bien. Hazme un favor. Avísame cuando llegues a casa. Necesito saber que estás bien»

Eleanor suspiró. Si fuera una adolescente ingenua estaría encantada con un trato así de excelente. Aunque, con el primer escarmiento, y la segunda decepción, ya no esperaba nada bueno de nadie.

•«Claro. Descuida»

Mandó un mensaje a su amiga. Había charlado con ella por teléfono largo y tendido la noche del sábado. Pero quería que ella supiera que ya regresaba a casa y que la avisaría cuando llegase a Denver para que se quedara tranquila. No habían dejado de mandarse mensajes, con aquella preocupada por sus salidas, llegadas, y que todo le estuviera yendo muy bien. De paso, habían puesto bien verde a Darian.

—¡Qué decepción! Menudo capullo. ¡Y mira que yo lo soñaba y lo deseaba como pareja! Valiente capullo —había dicho ella en enterarse de su verdadera y estúpida personalidad. Deseo... Eso era precisamente lo que él creía que evocaba en cada una de ellas. No se equivocaba, pero tampoco estaba del todo en lo cierto. Una vez lo habían calado, se le acababa etiquetando de amenaza.

Eleanor suspiró, feliz. Por fin se sentía de regreso a la vida normal. A una vida que volvería a ser como la que tuvo antes de que apareciera Brian, salvo por las partes arrugadas que este había dejado en su cansado corazón. Las que no se alisarían aunque se recompusiera. Aunque rehiciera la vida. Lo mejor era que todo parecía volver a ser mínimamente aceptable. Mucho mejor que años atrás. Se sentía bendecida. Quizá este era el paso que debería de haber dado nada más darle puerta a aquel canalla. Y no haberse encerrado en ella. Aunque también se sentía satisfecha por las nuevas raíces que había echado. Su trabajo, la anciana de su vecina quien el destino las habría hecho coincidir, conociendo de su necesidad de alguien para ayudarle para salir del bache. De poner en su vida partes buenas que hicieron que Eleanor levantase su moral.

Tentando a CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora