Era una noche fría en las calles de Nueva York. Fui testigo de muchas cosas horribles, entre ellas, hombres que secuestraban niños y los violaban en las zonas más solitarias de la ciudad.
Todo esto pasaba de noche.
Remina White, una mujer que salía de la universidad en la noche, de vez en cuando tenía una visita de su mejor amiga.
Su amiga venía a veces con su hija de cinco años, Abby Williams.
Yo podía sentir esos retorcidos pensamientos por parte de Remina, quien estaba fascinada por la inocencia de aquella niña de hermoso cabello rubio que tenía un brillo que lo comparaba con el oro.
—Tienes una niña muy linda —era lo que siempre decía.
—Lo sé, mi madre dice que se parece a mí cuando tenía esa edad. Tiene muchos amigos, incluso su disfraz de ángel le queda muy hermoso.
Remina tuvo un choque de miradas con la niña y dijo con un creciente cosquilleo en su estómago:
—No necesita un disfraz para eso.
Los sucesos vienen a mi memoria con frescura. Las fugaces miradas pasaron a ser caricias.
Remina White tenía un antiestrés ante los trabajos de su universidad, ese antiestrés consistía en no tener la compañía de su amiga, pero sí la de Abby.
Podía sentir la confusión y el miedo de aquella pequeña aflorar en su pecho de infante.
Siempre se preguntaba, ¿por qué mi madrina me hace eso?, ¿es eso correcto? Sentía miedo de que su madre la encontrara de esa manera.Cuando Emma recibía llamadas de su esposo, las dejaba solas. Eso era lo que Remina necesitaba.
Quería acariciar toda esa inocencia, quería corromper esa mente infantil, quería lastimarlo hasta que ella suplicara con lágrimas.
Ella siempre le decía en susurros:
—No le digas nada a tu mamá. Ella se enojará contigo.
Tuve mucha curiosidad en saber cómo pasaba la noche aquella niña en su casa. Su padre llegaba cansado, su madre se despertaba a mitad de la noche al escuchar los gritos y llantos de la pequeña Abby.
No sabían lo que le pasaba, incluso los esposos Williams discutían en por qué su hija actuaba de manera extraña. Soy un pombéro, no sé los sucesos que pasan de día, ni siquiera sé porque me topo con seres humanos tan monstruosos.
Una noche, los Williams decidieron tener una cita de aniversario.—Pensé que la cuidaría tu primo.
—Es gay, mi madre dice que ellos son propensos a violar niños.
Era el dato más falso que Remina había escuchado, pero de cierta forma le beneficiaba.
Recuerdo que la pequeña Abby la había pasado tan mal esa noche en la que Remina no quería dejarla en paz. Dónde la atormentaba hasta que rompiese en lágrimas, incluso llegó más allá de las caricias.Remina comprendía el sentimiento de las personas de Sodoma y Gomorra ante la llegada de esos ángeles. Abby era un ángel que desgraciadamente se topó con su telaraña bien elaborada, una en la que solo sucumbía sus deseos más oscuros, su placer.
Remina no le interesaba los adultos, no desde que se fijó en su vecino, ella tenía quince en ese momento y su vecino tenía siete años.Quería arrancar las alas del ángel.
Y pudo hacerlo esa noche.
Creo que pasaron meses tortuosos para la pequeña Williams, en la que era víctima de su madrina.
Remina White fue arrestada cuando la niña se cansó de reiterar en que su madrina le hacía daño, mucho daño.
Recuerdo que hubo un lío por parte del feminismo, una parte reconocía a Remina como una ídolo feminista, la otra parte se negaba a reconocer a un monstruo por la vana escusa de "Los hombres no son los únicos con derechos a violar a niños".
Ese discurso hasta el día de hoy, me sigue dando mucha risa.
Lastimosamente, Abby Williams se suicidó a la edad de catorce años, después de tener una pesadilla en la que involucraba a una mujer que acariciaba sus partes privadas.
Los Williams se divorciaron y Remina salió de prisión diez años después. Después de todo, la pederasta se había comportado bien entre las rejas.
Se mudó a Florida e inició una nueva vida, una vida que involucraba a Cristian Foster, un niño de ocho años que le encantaba jugar en un parque en frente de su casa.
ESTÁS LEYENDO
POMBÉRO
RandomRelatos un poco bizarros sobre cosas que pasan en la actualidad. Enfermedades mentales, drogadicción, prostitución, asesinatos. Un mundo narrado desde los ojos de Pombéro.