Capítulo I

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"Existe una leyenda antigua." 

"Una leyenda sobre un reino."

"Un próspero reino que brillaba con la misma intensidad de los pocos astros existentes."

"El próspero reino tenía un gran rey."  

"El gran rey tenía una hija."

"Una hermosa hija que amaba tanto como amaba a su reino."

"La princesa también adoraba su reino y el reino amaba a su princesa."

"Pero un día, la princesa escapó." 

"Ese mismo día el reino cayó en desgracia." 

Suspiró molesto mientras veía el paisaje frente a él, era horrible, demasiado horrible. 

Los árboles llenos de verdes y frondosas hojas, las aves que volaban libres entre los mismos árboles, los arbustos que tenían pequeñas flores en botón listas para florecer… era un paisaje tan horrible. 

—¿No es hermoso el paisaje, Ramuda-kun? —claro, solo él podía pensar aquello— ¿Ah? ¡Mira, las flores de sakura están por florecer! 

El mencionado observó desinteresado a la mujer que se colocó a su lado, era una bella mujer de cabello blanco y ojos rojos con un pulcro traje de enfermera, ¡como le fastidiaba verla!

—Que interesante…  

—Con tu color de cabello, una flor de sakura no te iría mal… combinaría perfecto, ¿no?

Ni siquiera le respondió, sólo se fue caminando por otro lado, era probable que ella le siguiera pero eso se arreglaba perfectamente rápido. 

—¡Ramuda-kun, espera-! —en cuanto volvió a escuchar su voz y vio a otro paciente, se libró de ella. 

¿Fue demasiado cruel patear el soporte con suero y medicina de aquella mujer que caminaba sola por el pasillo? Bueno, se libró de la enfermera Aohitsugi Nemu,  que rápidamente se acercó a la mujer para atenderla y asegurarse que estaba bien, así que no importaba. 

Volvió a suspirar molesto antes de entrar a los baños, hablar de su cabello le hizo pensar en que ya sería tiempo de "arreglarselo" un poco; se colocó frente al gran espejo que había en los lavamanos cubriendo toda la pared, y se observó hasta donde el espejo le permitía. 

Su cabello rosa como el chicle estaba rozando demasiado sus hombros, debía cortarlo; sus ojos azules que iban a juego tenían debajo unas, apenas notorias, ojeras, nada anormal; su rostro y piel todavía mantenían su palidez usual, tampoco algo extraño; y como siempre, la camisa y pantalón que lo hacían paciente le quedaban bastante bien, combinaban de lo mejor con el catéter rojo en su mano izquierda. 

Era una mierda, realmente lucía como un enfermo más. 

Mojo un poco su propio rostro y cepillo un poco su cabello con sus dedos, antes de salir del baño y volver a caminar… tal vez podría ir con los mocosos del área de quemaduras, le encantaba molestarlos hasta hacerlos llorar, en especial antes de que llegaran los voluntarios para tratar con ellos. 

Era divertido verlos animar a mocosos llorones que solo se desesperaban cada día más por querer salir.

—Amemura-kun, ¿planeas ir a asustar a los niños de nuevo? —maldijo en voz baja a todo ser divino en cuanto escuchó esa voz— Tomaré tu silencio como un sí; desgraciadamente debo pedirte que postergues tus planes, es hora de darte tus medicamentos y además, quiero que hablemos un poco.

Ramuda ni siquiera tuvo tiempo de opinar cuando ya era guiado, a la fuerza, por el médico hasta su habitación...

Stella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora