Capítulo II

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—Amemura-kun, no puedes ir todo el tiempo asustando a los pobres niños en las demás áreas.

—Si puedo, viejo de mierda —masculló molesto el menor mientras dibujaba en su cuaderno algún boceto—. Que tú y los demás imbéciles que trabajan para esa vieja maldita no quieran que lo haga es diferente. 

—Eso es cierto, pero tampoco puedes hacerlo; más que nada porque no es bueno que centres tus energías en algo tan cruel como hacer llorar a los niños que ya de por sí pasaron por mucho. 

—Si lo dices por ese mocoso del área de traumatología, que iba a saber yo que estaba con cuidado especial por abuso sexual.  

—Esa clase de información no se revela a nadie que no sea el médico a cargo, además, ¿eso te habría detenido, Amemura-kun? —Jakurai preguntó con un claro tono de curiosidad, aunque la respuesta a su pregunta era demasiado obvia. 

Eso no habría hecho escatimar en nada a Ramuda y ambos lo sabían, por lo que el médico de cabellos largos y morados, atados elegantemente tras su cabeza sólo suspiró agotado mientras dejaba al otro continuar dibujando en silencio. 

—Oye viejo… —Ramuda dejó de dibujar y volteo a ver al mayor con un gesto de culpa— Has… ¿Has sabido algo de…? 

—Amemura-kun… —suspiró mientras desvía la mirada del mismo modo— La verdad es que-.

—Un simple no, basta y sobra —el de cabellos rosa guardó rápidamente su cuaderno y útiles de dibujo en la pequeña mesa de noche al lado de su camilla, justo al lado de donde estaba el soporte en el que colgaban su suero y medicamento del día, para así acomodarse, dándole la espalda al médico de ojos azules y cabellos lilas, y cubrirse con la manta que tenía a sus pies—. Ya se que una enfermera vendrá a quitarme esta mierda en un rato, y a menos que traiga mi comida, que no me despierte… así que lárgate, viejo de mierda.

Acto seguido el menor cerró sus ojos y trató de calmarse para así dormir, Jakurai sólo suspiró rendido antes de cubrir mejor a Ramuda y cumplir su pedido indirecto de dejarlo solo; sabía que su actitud no era la adecuada para la situación en la que estaba, en ningún sentido pero no podía evitar comprenderlo en cierto modo. Desde el primer momento que lo vio tenía ese sentimiento en su rostro; el sentimiento de miedo, soledad y tristeza pintado por completo en su rostro. Debería tratar de remediarlo, no podía contactar a esa persona, cuando llegó con Ramuda era claro que no le importaba mucho lo que este sintiera pero si podía hacer otra cosa… aunque fuera algo para cambiar esa obvia soledad que el de cabellos color chicle sentía.

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