Boomgard | tc

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Detrás de la gran puerta de madera, se encontraba un cuarto oscurecido por las pesadas cortinas que había en los ventanales, todas ellas en color granate.

Las ocho chicas se miraban entre sí, a su alrededor se escuchaba una melodía de donde partieron. Eran las sororas más ancianas, que estaban pidiéndole a la Diosa, al universo y a la naturaleza que les diera la sabiduría y belleza para ser buenas flores del vergel. 

La fuente era un desnivel completo de cantera negra, en las orillas había grandes pilares de la misma cantera que unían un tragaluz que no estaba descubierto. Maia apostaba que a la luz de la luna el lugar desprendía magia.

Enfrente había una especie de escultura de venus, solo la mitad de su cuerpo, en una posición donde mantenía su cabeza alzada. de sus grandes ojos salían enormes cantidades de agua, pura y cristalina; extrañamente cuando caían en la cantera adquirían un tono rosado.  

Se decía que era porque Venus realmente iba cada noche ahí y lloraba fortuna, para todas sus hijas, para todas sus hermanas. Por eso eran necesarios los baños con plantas curativas. Les hacía bien al alma y los deseos del corazón.

Conforme los cánticos aumentaban las chicas, tomadas de las manos, avanzaban más sobre el agua hasta el punto en que todas desaparecieron cuando la más vieja de las sororas estaba siendo la única que cantaba. Era una lengua antigua que fue conservada por mucho tiempo. 

Duraron unos segundos debajo del agua hasta que todas salieron, el agua se tornó un tono rojizo intenso y las flores se desprendían de sus cabellos. En ese momento, de las ventanas quitaron totalmente las cortinas que las protegían, se iluminaba aquella habitación con bella luz del día, los primeros rayos tocaban suavemente y la brisa entró, al principio calmada pero después aumentó. 

Era una señal de buen agüero, la madre Venus las abrazaba y estaba contenta con las almas que se presentaban ante ella, lo demostraba con el buen tiempo, con el buen corazón. 

Salieron una por una, siendo Maia la última para así poder seguir en su primer día de la vida nueva que les decía suavemente "aquí estoy".