Capítulo XIV: Casi la mujer más sabia del mundo

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            Así como Heródoto comentó, Jade no había sido la única en tener contacto con otros jugadores ese día. Él mismo sufrió uno, aunque no tan directo como el de Jade. Mientras ella fue ahorcada casi hasta la muerte, Heródoto simplemente fue invadido en su territorio personal. Mientras se encontraba en el trabajo, no muy diferente a lo que le tocó ese mismo día a Mehr, una chica se le acercó con la intención de pedirle una ayuda fiscal. Después de todo, Heródoto trabajaba con el gobierno, específicamente en unas oficinas donde las personas podían resolver sus dudas y recibir ayuda con procesos legales y fiscales de todo tipo. ¿No sabes cuales son los papeles que necesitas para pedir el préstamo que necesitas del gobierno? Aquí debías preguntar. ¿Necesitas legalizar algún diploma? Aquí deberías venir. ¿Has perdido algún documento y quieres denunciarlo? Aquí tienes que hacerlo. Era un supermercado legislativo dónde podías encontrar un poco de todo lo que necesitaras, con una persona dispuesta a darte una mano y responder todas las preguntas que tuvieses. Como recibir un asistente personal que te llevase a cada sección y pasillo del supermercado dependiendo de cuales son los productos que necesites.

Heródoto era una persona bastante estricta, siempre hacía su trabajo a la perfección y se lamentaba cuando no podía hacerlo, tampoco dejaba que nadie lo interrumpiese mientras hacía sus cosas, era muy independiente en ello. Sus compañeros de trabajo casi le tenían miedo, pero más que eso, era respeto. Si el mundo lo consideraba la persona más sabia del mundo, sus colegas tenían la posibilidad de verificar que esto es verdad.

—Copia de documento de identidad junto con el formulario de solicitud llenado correctamente es todo lo que vas a necesitar para autorizar el traslado, señorita —dijo Heródoto a uno de sus clientes

—Pero si ni siquiera controlaste dentro del sistema —contestó la mujer —¿está seguro qué es eso lo que necesito nada más?

—¿Acaso duda de mis conocimientos?

Heródoto colocó todo el lugar tenso con su pregunta. Usó un tono algo fuerte, dándole a entender a la chica y al resto de las personas dentro que lo ofendió al pensar que necesitaba de revisar el sistema para resolver las necesidades de las personas. Como si fuera poco, ya desde el momento en que entras sientes una presión inmensa por parte de los empleados, como si estuvieses diciendo a todos que eres un inepto que no sabe investigar las cosas por su propia cuenta y necesitaba ayuda hasta para el más simple proceso. Ese era el aire que se respiraba en el entorno, un lugar muy limpio y ordenado, cubierto de madera en casi todos los muebles del sitio, un silencio tan delgado que se quiebra con el pasar de una hoja de periódico. Ese típico lugar donde te sientas en silencio a esperar tu turno, lleno de ansia mientras analizas cual de todos los consultores es más simpático en su labor y cual es el más ogro de todo. Hasta que llega el momento de tu turno y te llenas de terror al ver que la persona a la que deberás pedirle resolver tus dudas será aquella que te mirará con superioridad interior. Es casi imposible sentirse así en este tipo de ambiente. Heródoto no ayudaba para nada, no le interesaba. Era el ogro en este caso, pero el ogro más sabio.

—No, yo... estem, quería decir...

—¿Tienes alguna idea de con quién estás hablando? —preguntó Heródoto sin dejar terminar a la pobre mujer terminar su oración

—Le pido disculpas, señor. No debí dudar de su sabiduría —respondió mientras bajaba la cabeza

—No tienes que disculparte, ni alabarme. Sólo trata de no dudar de aquellos que te aconsejan si eres tú la que pide los consejos. Es cómo criticar un regalo de cumpleaños que tanto habías indirectamente pedido

Heródoto siguió regañando a la chica, mientras que sus dos compañeras, quienes eran en este caso las más simpáticas, se divertían al verlo ser así. Mientras Heródoto se encontraba en el ala norte del lugar, sólo, dando a entender que es el máximo poder de allí y por eso se encuentra directamente al centro, estas dos mujeres se encontraban en el ala oeste, juntas. Por fortuna, a pesar de esto, se llevaban bien con él y sabían que en el fondo no era así, lo hace solo para mantener su estatus y reputación, bastaba darle un buen café fuerte para calmarlo o hacerle una pregunta que lo hiciera rebuscar en sus conocimientos. Era bastante simple calmarlo, la verdad.

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