Prólogo.

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Narrador omnisciente

Hace trece años...

Era poco más de medianoche.

La niña evitando hacer mucho ruido, atraviesa el pasillo, encendiendo las lámparas con sensores de movimiento, dirigiéndose hacia la habitación del chico castaño, quién ha estado en su casa desde que sus padres viajaron por motivos de negocios.

Luego de dar varios golpes en la puerta y no recibir respuesta, giró el pomo, encontrándolo a escasos centímetros de la puerta con intenciones de abrirla.

—¿Heather? — la miró confundido. —¿Qué haces despierta? ¿Tienes idea de la hora que es? Mañana tienes escuela. — la regañó.

—No puedo dormir. — se quejó haciendo un triste puchero.

El chico soltó un suspiro, cogiéndola de su pequeña mano y adentrándola en su habitación. Posteriormente, la tomó de la cintura, subiéndola en la cama y encendió la lámpara, iluminando un poco el espacio.

—Te traeré un poco de leche caliente. — dijo él, y le cubrió su cuerpo con una sábana.

—¿Con galletas? — se entusiasmó y los ojos le brillaron. Pesé a la poca luz, él podía contemplar ese lindo iris celeste que tanto le llamaba la atención. Le gustaban sus ojos.

—No. — respondió tajante.

—Por favor... — le hizo pucheros, queriendo salirse con la suya. —Solo una, por favor... — insistió con lo mismo.

—No traeré ninguna galleta. — dejó claro.

Ella arrugó las cejas, molesta y en segundos sus ojos celestes comenzaron a llenarse de lágrimas, alarmándolo.

—Yo quiero galletas. — se le quebró la voz.

Él parpadeo confundido.

Con tan solo diez años, ella lo estaba chantajeando de una manera tan... un sollozo de su parte, lo hizo escudriñarla bajo su ceño fruncido y por mucho que le molestará ese intento de manipulación, él no quería verla derramando ni una sola lágrima.

—Te traeré esas galletas. — aceptó su chantaje. Ella le mostró sus pequeños dientes blancos, sonriendo victoriosa. —¿Te parece gracioso? No vuelvas a hacer eso, Heather. — la regañó, poniéndose de pie. —¿Escuchaste? Nunca más. — la señaló con el dedo. A lo que ella asintió y limpió esas lágrimas retenidas con la sábana.

—Quiero galletas con chispas de chocolate. — pidió, usando un tono mimado.

—Si, si, si. — canturreó, rodando los ojos. Luego, tomó el control remoto y se lo tendió. —Ve algo de televisión en lo que regreso. — la niña negó deprisa con la cabeza.

—No me permiten ver televisión en la noche, si lo hago, mamá se enojará y no quiero desobedecerla. — él chico desinteresado, rodó los ojos y encendió la televisión, colocando un canal de caricaturas. —Yo no veo caricaturas. — replicó ella.

—¿Entonces? — se exasperó.

—¡Pon H2O: Sirenas del mar! — pidió con entusiasmo.

Él cumplió su petición, colocando el episodio que le indicó. Luego ella se puso de pie, dando pequeños brincos en el colchón, cantando el tema inicial...

—I've got a special power that I'm not afraid to use. So come on this is my adventure and this is my fantasy, it's all about living in the ocean, being wild and free. — siguió saltando

Las Miradas Nunca MientenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora