Capítulo 2

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HEATHER

Tomando varias bocanadas de aire, minimizando el dolor de cabeza, agarro ambas mochilas y bajo del auto, asegurándolo.

Luego de ese tedioso momento he tenido el genio vuelto un asco y todo por su culpa.

Me molesta su altivez, su postura tan odiosa y autoritaria me hace sentir asfixiada.

¿Qué pretende? ¿Controlarme?

Eso de ninguna manera.

No pienso darle ese poder, ninguna persona debe tener la autoridad para controlarme.

Soltando un suspiro lleno de fastidio, rebusco en mi mochila y saco las llaves, caminando hacia la entrada. En cuanto cierro la puerta, mi teléfono emite un sonido que notifica un mensaje, desbloqueo la pantalla y enciendo todas las luces de la casa.

Carlos: No faltes, por favor.

Me muerdo el interior de la mejilla, texteando una pregunta.

Yo: ¿Habrán muchos paparazzis?

No sé para que pregunto. Carlos es multimillonario, uno de los empresarios más importantes y envidiados del país, por lo que sus movimientos siempre serán el lente de muchos reporteros.

Dejando las llaves en su lugar correspondiente, me dirijo hacia la cocina, viendo las dos flechas cambiar de color y en la parte de arriba, reflejarse "escribiendo".

Carlos: Posiblemente.

Yo: ¿A qué horas?

El "en línea" sigue intacto, las flechas no cambian de color, y mientras espero su respuesta, dejo las mochilas en los taburetes. Lavo mis manos, abro el refrigerador, sacando lo necesario y algunos condimentos de los cajones para preparar la cena.

Cuando termino, tomo dos platos, sirviendo los trozos de carne encima del puré de papas y al lado los espárragos. El gruñón llegará un más tarde, por lo tanto, su cena la guardaré en el microondas.

Bebo un poco de agua y tomo mi teléfono para enviarle un mensaje.

Yo: Te guardaré la cena dentro del microondas.

También, encuentro la respuesta de Carlos, enviada hace unos minutos.

Carlos: Enviaré por ti, dentro de dos horas.

Reaccionó a su mensaje con un emoji de corazón rojo y me dispongo en cenar.

(....)

Termino de maquillarme, me pongo mis accesorios, guardo cada producto en su lugar y apago las luces de mi tocador.

Camino hacia el espejo de cuerpo completo para contemplarme y frunzo los labios, encontrando un pequeño defecto. Evitando incomodidad, decido quitarme las bragas, eliminando esa fea silueta que se marcaba en la tela de mi vestido. No es tan ajustado, me llega un poco más arriba de las rodillas y difícilmente dudo que haya manera de que alguien pueda ver lo que no se le ha perdido.

El color es de un oro rosa, satinado, y decidí complementarlo con unas sandalias con tacón de aguja color plata y un peinado acorde. Acomodo los tirantes de spaghetti, luciendo mejor el escote drapeado y me hago varias fotos en el espejo con diferentes poses.

LAS MIRADAS NUNCA MIENTENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora