“[...] Ella no sabía a quién acudir, ni sus padres acudieron al rescate cuando todo ya era tarde; la constancia de los gritos entre ellos y hacia ella la marcaba corte a corte aliviando cada pelea.
Nada merecía sus lágrimas, mucho menos su vida. Las sonrisa se marcharon dando paso a mil cuchillas.
Se ilumina la pantalla del teléfono otra vez, lo miraba sollozando sin fuerzas de responder. [...]”Memorias de una chica suicida. -Sora