Confesar los sentimientos

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Al lograr detener el bullying que sufría, Elizabeth dejó de lado su timidez, le fue mucho mejor en sus estudios, y en las relaciones con otras personas, con el tiempo empezó a tomar clases de artes marciales en su universo, dejó de ir tan seguido a Dragon Ball, solo lo visitaba una vez al mes. Le encantaba ir a ver al tío Piccolo, como le decía.

— Gracias por ayudar a mi hija — dijo Roxana, un día que estaban solos en la cascada. Se sentía contenta por lo bien que el otro trataba a la pequeña cuando iba a verlo.

— ¿Qué edad tiene?

— Ya 10.

— Es una niña con una gran fuerza interior.

— Se está convirtiendo en una jovencita, es autosuficiente en muchas cosas, pero todavía le falta, por su retraso todo le cuesta un poco más, por eso debo seguir apoyándola.

Ese día Piccolo estaba nervioso, desde que conoció a Roxana había sentido algo confuso hacía ella, hasta que hacía poco por fin entendió lo que le ocurría, la amaba. Tomo fuerza y ese día decidió pedirle a la morena que fuera su novia. Le ayudó mucho un libro que le regaló la misma mujer, se llamaba el Principito, el guerrero se sentía como el zorro cuando esperaba la visita del niño: "Si me dices, por ejemplo, que vendrás a las 4, yo seré feliz desde las 3". El namek desde horas antes que llegará estaba contento, ansioso, se le hacía eterno el tiempo que pasaba esperando que llegará la morena, y luego pasaba muy rápido cuando estaban juntos, sonrió fugazmente pensando que él también había sido domesticado por la de la mirada triste casi desde que la conoció, pero no se había dado cuenta.

Tomó aire, iba a declarársele en ese preciso momento, pero no estaba seguro como decirlo, esas cosas no se le daban. Además estaba preocupado, ya que ella nunca había demostrado más que amistad por él. Había decidido que si lo rechazaba, igual seguiría ayudándola, lo que sentía por esa mujer era demasiado profundo para dejarla a su suerte solo porque no lo amaba.

— Tengo que preguntarte algo.

— ¿Qué pasa? — ella nunca lo había visto tan extraño.

El namek pensó que las acciones hablaban más que las palabras, así que la tomó de la cintura, y la besó, algo torpe, pero muy dulce.

— Te amo — le dijo cuándo se separaron.

— Yo.... — ella al verlo a los ojos no pudo contenerse, y le dijo uno de sus mayores secretos — desde que te vi en televisión, en mi mundo, me enamore de ti.

Él siguió con los besos, mientras la acomodaba en el piso, ella estaba muy nerviosa, hacia tanto que no tenía relaciones con nadie, y ahora sería con Piccolo, el hombre que desde que era niña adornaba sus fantasías románticas. El namek sintió una punzada de deseo, se veía tan bella, empezó a desvertirla, pero con cuidado, no quería asustarla, intuía por lo poco que ella le había contado de su relación con Antonio, y su primer esposo, que ambos solo buscaban su satisfacción, el hombre verde le demostraría que era diferente a esos patanes. 

Roxana quería darle todo de sí, como soñaba cuando era adolescente y añoraba que él fuera su primer amante, por suerte el hombre fue muy suave en todo momento, cuando lo vio desnudarse la mujer sintió mucha angustia.

"¿Y si no lo hago disfrutar? Los únicos dos hombres que he tenido en mi vida siempre me dijeron que no sabía darles placer".

Por fortuna para ambos fue mágico poder estar uno en el otro, sintieron que habían nacido para estar juntos, a pesar que estaban separados por universos debían conocerse, y amarse como ahora lo hacían, con ternura, cariño, sin miedos, entregándose sin reservas.

Cuando acabaron, Piccolo la abrazó desde la espalda, ella sintió que nada ni nadie podría dañarla estando entre esos brazos, al sentir que se iría le dio un beso.

— Te amo — le dijo la mujer, segundos antes de desaparecer él le colocó algo en las manos.

Cuando Roxana despertó en su mundo, rápidamente se puso una bata antes que su hija, que siempre entraba a despertarla, viera que estaba desnuda. De entre sus manos cayó una flor muy bella, nunca había visto una así, la guardó en un libro, para nunca olvidar todo lo que vivieron juntos esa noche, que temía no se repetiera. Estuvo nerviosa todo el día esperando poder irse a dormir, cuando se acostó, no concilió el sueño, hasta que algo más tarde de lo normal logró pasar a Dragon Ball, llegó a la Corporación Capsula, lo que la alegró, no sabía con qué cara vería a Piccolo ahora.

Pero como nunca resultan las cosas como uno quiere, había una fiesta y estaban todos, incluido el namek que la miró de lejos, sin acercarse, ella de solo verlo se sonrojó, recordó lo que habían vivido, su cuerpo desnudo, sus gruñidos de placer al acabar.

— ¿Qué te pasa Roxana? ¿Estás resfriada? Te ves acalorada — preguntó Milk.

— No, estoy bien, no te preocupes.

Cuando vio al hombre verde conversando con Gohan, aprovecho de ir a un lugar tranquilo para relajarse.

— ¿No quieres hablar conmigo? — no se dio cuenta cuando el namek apareció a su lado.

— Hola — titubeó — no es eso, es que...

— ¿Te arrepientes de lo de ayer?

— No, para nada, te amo, pero no sé si te gusto... estar conmigo.

— ¿Por qué piensas que no?

— Mis ex me decían que no servía para la cama — se puso triste — no quisiera haberte decepcionado — respondió mirando al piso.

Él le tomó la barbilla con su mano y la hizo mirarlo a los ojos.

— Si decían eso fue porque eran unos imbéciles egoístas, me encantó estar contigo, te amo y si tú quisieras yo lo repetiría siempre que me dejarás — la mirada que le dirigió le demostró todo lo que él sentía por ella, la mujer no le respondió hablando, se le acercó y lo besó suavemente. 

Esta escena fue vista por Goten y Trunks, quienes no esperaron ni un segundo para ir a contarle a todos, cuando la pareja se acercó a los demás, estos ya sabían lo que pasaba entre ellos.

— ¿Cómo están los tortolitos? — preguntó Yamcha sonriendo.

— ¿Cómo? — preguntó Roxana con las mejillas a punto de estallar.

— No deben disimular, los niños los vieron ¿Así que ya son novios?

— Es que no...

— Sí, es mi novia, y no quiero que nadie se aproveche de eso para intentar hacer bromas con nosotros.

Todos quedaron callados, mejor se guardaron lo que iban a decir, sabían que cuando Piccolo hablaba así debían tomarlo en serio.

Al rato la mujer del otro universo conversaba con Bulma dentro de la casa.

— Bien que se lo tenían guardado ¿Desde cuándo... ustedes? — movió las cejas y rió maliciosa.

— Desde ayer, fue tan especial, aunque tuve miedo.

— ¿Por qué? ¿Fue muy brusco?

— ¿Por qué? ¿Fue muy brusco?

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