Adiós amigos

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Trataron de olvidarse de que pronto ella no podría volver a Dragon Ball, pero según la fecha se acercaba la angustia en Roxana se volvía más grande, pero la ocultaba por Piccolo. Cuando llegó el momento, apenas apareció en la cascada, fue a despedirse de todos.

— Seguiré buscando la manera de que vuelvas a pasar, te lo prometo — le comprometió Bulma.

— Lo sé amiga, gracias.

Esa tarde la pareja paseó por todo ese mundo, se detuvieron en la cascada a ver el atardecer.

— ¿Por qué el destino tuvo que permitirme conocerte y amarte, si ya no podré verte más? — sollozaba la mujer.

— La vida no es perfecta, lo entiendo, pero eso no quiere decir que lo tenga que aceptar. Encontraré la forma de que nos reunamos de nuevo — pero el namek sabía que eso era imposible para él, pero quería que la mujer supiera que nada cambiaría sus sentimientos hacia ella.

— Nunca te olvidaré Piccolo, siempre te amaré.

— Y yo a ti ¿Al menos viviré en tus sueños?

— Como siempre.

Cuando se besaron ella volvió a su universo, por más que usaba el medallón en la noche, ya no pudo entrar más a Dragon Ball, por mucho tiempo Roxana estuvo deprimida, hasta que un día tomó un libro y cayó la flor marchita que le regaló el namek su primera vez con ella. Sin mucha esperanza puso la semilla en la tierra, milagrosamente logró hacerla germinar, la planta dio una flor muy pequeña, de colores rojas, rosadas y verdes, que le hicieron recordar a su amor, en ese momento decidió seguir su vida tranquila, sin llanto ni tristeza. Con el tiempo sus vivencias en el otro universo se volvieron unos preciosos recuerdos que siempre atesoró, y que ya no la deprimían, agradecía haberlos vivido. Solo le angustiaba que Piccolo estaba solo.

Con el pasar de los años la mujer tuvo problemas de salud, se le subió el colesterol, y la azúcar, hasta el punto que tuvo que empezar a tomar metformina para mantenerse bien, y luego tuvo que inyectarse. 

Una noche en su patio no vio bien y se cayó, su pierna sufrió una raspadura con un clavo a la que no le dio mayor importancia, pero con el tiempo eso le produjo una infección que comprometió su vida, para salvarla tuvieron que cortarle una pierna, en vez de caer de nuevo en depresión, lo antes que pudo se levantó, y cuando le hicieron una prótesis práctico con un bastón hasta que aprendió de nuevo a caminar bien. Cuando caía, y le faltaban las fuerzas, ella recordaba al namek.

"Qué clase de pareja hubiera sido para Piccolo si algo así me detiene, no quedaré en una silla de ruedas".

En esa época su madre, Ana, murió, lo hizo tranquila, ya que su hija pudo crear una buena relación con Elizabeth. Pero ni eso deprimió de nuevo a Roxana, sabía que tenía una gran fuerza interior y ahora la usaba para lograr salir adelante sin el apoyo de su amado.

Pero la vida de un humano, con tantos problemas de salud es corta, cuando su hija tenía 25 años, la madre estaba agonizando en un hospital por complicaciones de su diabetes.

— Te quiero hija, por favor cuídate — Roxana le pidió a Elizabeth en un susurro.

— Lo haré mamá, gracias por todo, sé que dejaste muchas cosas de lado por cuidarme y ayudarme, nunca podré agradecerte lo suficiente.

— Era lo que debía hacer, el verte tan bien es suficiente para saber que tome la decisión correcta.

— Te amo mamá.

— Y yo a ti cariño — por fin su hija había logrado manejar su vida, siempre tendría su discapacidad, pero eso ya no lo impedía hacer una vida normal, sus esfuerzos como madre no fueron en vano.

Viviré en tus SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora