Capítulo [1]

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   Después de volver de hacer ejercicio, abrí la puerta de mi casa, nada más entrar se escucharon los gritos de mis padres, pero estos cesaron al escuchar como abría la puerta. Mis progenitores se encontraban sentados en el sofá, uno alejado del otro, esperando creo que por mí. Estos al verme me señalaron el sillón que había delante suyo.

—Hija he estado pensando...—dejó de hablar al recibir un golpe de mi madre—...hemos estado pensando en la situación en la que estamos...—se corrigió para seguir hablando pero no sigió ya que mi madre le cortó.

—Hemos decidido divorciarnos—dijo de una vez mi madre con las manos unidas, estos me miraron fijamente esperando alguna palabra de mi parte.

—¿Qué?—pregunté al ver que seguian sin moverse.

—¿No estas enfadada?—preguntó confundido mi padre.

—¿Por qué debía de estarlo?—le contesté con otra pregunta—además es vuestra decisión, no mía, por mi haced lo que queráis—añadí mientras me levantaba y cogía una botella de agua para después volver a sentarme y beber de ella.

—Bueno, vale cariño—dijo mi madre rompiendo el ambiente incómodo que se habí formando entre ellos dos.

—Bueno si es así, ¿con quién me voy a quedar?—pregunté mientras una sonrisa malévola se formaba en mi cara, sabiendo que iban a volver a discutir.

—Esta claro que con migo—afirmó mi padre mientras se levantaba.

—Ahhh, no, no, de eso nada Alfredito, no he soportado nueve meses de embarazó y un duro parto para que me quites a mi bebé—negó mi madre levantandose de golpé mientras agitaba sus delgados brazos.

—Ohhh y yo no he trabajado duro para que mi hija no pueda recibir los lujos que se merece—replicó mi padre dando por zanjada la discusión, mi madre lo pensó y al final aceptó enfadada, aún sin estar de acuerdo. Mi padre es dueño de una gran empresa y mi madre dueña de unas boutiques, en las que he trabajado en ocasiones como modelo.

—Vale, vale, pero no me vas a impedor pasar ratos con mi hija—añadió mi madre señalando con su dedo indice a mi padre, este asintió frustrado para luego mirarme.

—Bueno, si no hay otra opción, cariño haz la maleta, mañana salimos temprano de esta casa—avisó para luego pasarse los dedos por su cabello intentando relajarse.

Seguramente estaréis pensando que soy una insensibles o en otras palabras una cabrona, pero desde que se fue mi hermano todo cambio.

Me dirigí a paso lento hacia las escaleras para llegar finalmente a mi habitación, donde saqué toda mis prendas y pertenencias metiendolas en diferentes maletas. Al terminar, saqué una muda de ropa para mañana y mi pijama para ahora, este consistía en un top de tiras pegado de color blanco y unos shorts cómodos de seda de color verde agua. Me hice un moño desordenado y me puse mis lentes de lectura para leer un rato antes de dormir.

[...]

   A la mañana siguiente me desperté y me metí en el baño para darme una ducha, después me aploque mi crema y me puse mi ropa interior. Cogí el conjunto que había apartado anoche y me lo puse.


Después de colocarmelo, bajé las escaleras y me sente en una butaca que había en la cocina y apoye mis manos en la isla. Mi madre al verme me dió un beso en la mejilla y me dejó un plato con tostadas con Philadelphia ,y salmón encima de estas, se giró y cogió un vaso con zumo de naranja. Me lo terminé rápido todo al escuchar a mi papá gritar que me de prisa qie sino hibamos a perder el vuelo, pero esta claro que es mentira ya que queda todavía tiempo, solo que quiere alejarse lo más pronto de mamá. Esta me abrazó fuerte y me llenó de besos mientras soltaba lágrimas y sollozaba, yo solo le di unas palmadas en la espalda para que se relajara y le animé diciendola que iba a visitarla cuando ella quiero, cosa que la alegró.

Salí de casa encontrandome con papá metiendo algunas maletas en el maletero del taxi, las otras iban en el camión de mudanza y nuestros autos ya estaban en Miami. Al llegaral aeropuerto pagamos al taxista y cogimos nuestras maletas para abordar en el avión. Como no, mi padre eligió en primera clase, menos mal que no nos tocaba los asientos juntos. Estos eran de cuatro asientos, unos enfrente de otros.

Me senté en el de la ventanita, me coloque los cascos para poner música y cerré los ojos, ya que iba a ser un largo viaje. Poco después sentí como una pequeña manita tocaba mis mofletes provocando que abriera los ojos. Un niño de no más de siete u ocho años se encontraba sonrojado mientras apartaba lentamente su mano de mi mejilla.

—Lo siento, no te queeia despertar—se disculpó mientras hacia una carita adorable causando que muriera de ternura.

—No pasa nada pequeño—le dije mientras me quitaba los cascos y a su vez mis gafas de sol, este abrió los ojos a lo grande para luego señalarme y mirar enfrente nuestra. Unos gemelos, parecidos al niño que se encontraba a mi lado me miraban sorprendidos, parece que llevaban ahí mucho tiempo.

—¿Eres...eres...Evane Fischer?—preguntó uno de los gemelos saliendo de su asombro, yo solo asentí mientras mordía uno de los mangos de mis gafas.

—Mi nombre es Percy—se presentó el pequeño alzando la mano para que la coja, yo se la dí, cuando la iba a apartar me dió un beso en esta, yo solo me reí por lo bajo.

—El mío Thomas—se presentó uno de los gemelos, el del pelo rizado—y esta es mi copia barata Edmund—bromeó señalando a su hermano, este solo le miró mal para luego dirigir su mirada nuevamente en mí.

—Encantados chicos—les dije dandoles una sonrisa de boca cerrada, estos solo sonrieron a lo grande.

—¿Quieres ser mi amiga?—preguntó de repente Percy, yo solo le mire sin saber que responder—digo, así los niños de mi clase se moriran de envidia—aladió con ilusión.

—Bueno, vale...—acepté este saltó en su asiento contento.

—No es justo, nosotros también queremos serlo—se quejaron a la vez los gemelos haciendo un berrinche.

—Vale, seré vuestra amiga—les dije mientras sacaba mi teléfono, estos dirijieron su mirada a mi artefacto para luego sacar los suyos, yo les miré sin comprender.

—Como vamos a ser amigos, necesitaremos tu número de teléfono—habló Edmund a lo que asentí y se los dí.

—Ohh, chicos, ¿a qué Universidad vais a ir?—les pregunté curiosa.

—A la de Richter—contestaron a la vez, yo asentí lentamente.

—Bueno ya que vamos a ir a la misma Universidad, me preguntaba si podría pasar por vosotros para que me ubique y sepa dónde esta la institución—les propise, estos aceptaron.

Estuvimos todo el viaje riendo y hablando sobre nosotros, ellos son de Miami, pero fueron a visitar a su abuela y eso.

Al vajar del avión me despedí de ellos y les dije que me llamaran para lo de la Universidad. Cogí mis maletas y me encontré con mi padre para meternos en el coche. Llegamos y aparcó el coche delante de una casa gigantesca, al salir del coche entré en esta y me instalé, las otras cosas ya habían llegado y estaban colocadas, por lo que no me preocupé.

Poco después mi padre entró diciendo que se tenía que ir por cuestiones del trabajo. Yo solo cené y me puse el pijama para dormir, ya que mañana empezaba la Universidad, si que pronto.

Mi DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora