Primeros Días.

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Quería contarte algo, querido amigo, no me gusta llamarte amigo, te llamaré Andrés, si no te importa.

Bueno, Andrés, quería contarte lo que sucedió con él, sí, con William. Sí, el de los ojos azul mar, por cierto, los echo mucho de menos.

No se porqué, pero siento que mi vida ha acabado cuando lo hemos dejado.

No puedo dormir, ni comer, ni ser feliz.

A cualquier sitio que vaya veo sus ojos. Sus gestos. La frase que siempre decía. Las veces que ha contado mis lunares, echo de menos que lo haga. Aunque no pareciera que le prestara atención, todo lo que él decía o hacía se me quedaba grabado, no lo entiendo.

Aún recuerdo el día en el que nos vimos, yo iba vestida con mi sudadera negra y mis pantalones floripondios y ahí estaba en "La Tarta" esperándome. Recuerdo que estaba nerviosa y que me repetía una y otra vez que "es solo un chico, nada más, un chico".

Cuando llegué a su lado, estaba con un amigo, eso no me había gustado mucho, los saludé a los dos, el amigo se fue, un gran alivio, y él y yo nos fuimos hacia la Dehesa. Nos reímos, aunque no nos conociéramos. Recuerdo la Dehesa más bonita que nunca, el otoño le sienta muy bien, las hojas amarillas por el suelo junto las castañas, los árboles parecía que estaban calvos, y él en manga corta.

Siempre iba en manga corta, bueno, casi siempre, solamente le he visto con una chaqueta una vez, pero la llevaba en la mano.

Nuestro parque favorito era el de la Iglesia San Pedro, ahí fue nuestro primer beso serio. Jo, aun recuerdo el tacto de sus labios sobre los míos...

Bueno, que me voy del tema.

Ese era nuestro parque. Cuando se sentaba en la cosa esa verde, yo le empezaba a dar vueltas y vueltas hasta que él mismo tenía que parar con los pies.

Había días mejores, días peores, pero me daban igual, mientras estaba con él era feliz.

Cuando aún no estábamos juntos, me decía que le gustaba mucho y yo como una niña pequeña, reía, daba palmadas y saltaba.

Cuando nos quedábamos en las escaleras de aquel sitio me encantaba, se sentaba una escalera más abajo que yo y apoyaba su cabeza en mi rodilla y yo jugaba con su pelo, y cada vez que se lo tocaba de estremecía un poco y me preguntaba cómo alguien puede estremecerse si le tocan el pelo.

A veces me ponía de los nervios, no sé porqué, pero al rato, ya hacía alguna tontería suya y volvía a quererle muchísimo. Por un momento llegué a que mi felicidad y mi vida dependiese de él, ¿al menos se habrá dado cuenta? Seguro que no.

Pero bueno, qué se le va a hacer. Quería ir con él hasta el infinito del mundo, pero veo que no ha sido posible.

Espero que no te hayas perdido.

Ojalá que estés más feliz que yo, porque conmigo ya no hay remedio.

Un saludo, Andrea.

(Mientras escribía esta porquería, por que lo es, estaba escuchando Snuff de Slipknot.)

Le Echo De Menos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora