Moriré dentro de 24 horas. No es que lo intuya o lo tema, es que lo he programado así. El veneno hará su trabajo lentamente hasta entonces y, mientras tanto, dejaré por escrito esta confesión que tanto me atormenta.
Yo inventé el COVID-99. Aún recuerdo la primera gran epidemia, allá por 2.020. Yo era apenas un niño y mi familia logró salvarse del contagio. Lo mismo ocurrió en las siguientes ocasiones, pues aquella no sería ni la primera ni la última enfermedad en propagarse por todo el mundo, con una sospechosa velocidad. Desconozco si fue el primer intento de combatir el problema de la super población en la Tierra; de ser así, empezó a cumplir su objetivo.
A día de hoy, la población vuelve a ser la que había en el siglo XIX. La contaminación se ha reducido, el petróleo sigue siendo suficiente de momento, y la gente está más dócil que nunca. Lo que no lograron los totalitarismos, lo logró el miedo.
Hubiese bastado con crear una falsa epidemia, una falsa alarma, un montaje bien orquestado, para que una gran mayoría se suicidase antes de llegar a la situación actual. Pero ellos querían hacer las cosas bien. Y vaya si lo han logrado.
Cuando me secuestraron yo no había oído nada de ellos. Sí, había rumores y leyendas, pero todo me parecía producto de la imaginación del conspiranoico de turno. No podía creer que fueran en serio esos planes de manejar a la población con semejante frialdad, de tratarlos como a simples números, entregándolos a una muerte segura en pos del bien general. Nunca una guerra fue tan sencilla y barata.
Lo triste fue que los datos los avalaban. La economía mejoró, aunque a algunos les sirviese de poco antes de acabar siendo los muertos más ricos del cementerio. Porque no era tan fácil ni tan redondo el plan de acabar tan solo con los colectivos que pretendían exterminar. El mundo seguía hiperconectado y globalizado. Nada se podía hacer aquí que no tuviera efecto en la otra punta del planeta. No sólo sucumbirían los más débiles o los más pobres. No funcionó el plan de dejar en manos de la selección natural de las especies el destino de la raza humana.
¿Por qué me escogieron a mí? Jamás pensé que un premio Nobel me llevaría por tan oscuro sendero. Mi objetivo era curar, no asesinar. Mi investigación sobre el coronavirus era, obviamente, para lograr una cura, no para replicar una versión más mortífera. Pero no tuve elección. Amenazaron con matar a toda mi familia. Elige, me dijeron, o ellos o todos esos desconocidos que, quizá, morirían igualmente por otras causas. Ancianos, enfermos crónicos, desnutridos del tercer mundo, discapacitados... la parte débil y prescindible de la sociedad, me dijeron. Un genocidio en toda regla, por razones que nada tenían que ver, por una vez, con motivos religiosos o bélicos.
Así que lo hice. Y mi familia murió igualmente.
No, no los mataron. El virus tuvo una mutación no controlada e imprevista, y acabó con mucha más gente de la esperada, de manera que también la población productiva se vio afectada, y la diosa economía se vio arrastrada por ello.
Apenas queda el 10% de la población que habitaba el planeta a principio de este siglo. A veces bromeo macabramente conmigo mismo: fin de la superpoblación, éxito absoluto de la operación arca de Noé, ni en nuestros mejores sueños lo hubiésemos logrado. No fueron necesarios ni meteoritos, ni guerras, ni nada. La estupidez humana logró en un siglo lo que tardó milenios en construir. No quedan apenas animales. Pero nunca estuvo el planeta tan hermoso, con la naturaleza en todo su esplendor ,reinando al fin sobre una especie que jamás debió creerse la dueña del planeta azul.
Me siento ya demasiado débil como para seguir escribiendo. Pronto vendrán a buscarme, y solo encontrarán aun moribundo junto a unas palabras que parpadean en el monitor. Las leerán con desprecio, sin reconocer que todo salió mal, y se sorprenderán del final.
Sí, os vais a sorprender, porque no solo yo me muero. Según mi último análisis, el virus es indestructible. Moriréis vosotros también. Y ellos.
Todos.
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La próxima pandemia
Short StoryUn relato corto sobre una pandemia mundial, en estos tiempos de crisis por el coronavirus.