pinceladas

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Eva se sentó en el asiento del co-piloto. Su novio la llevaba a alguna parte, pero no tenía intención de recordar a dónde. Él hablaba sin parar , pero no estaba prestando demasiada atención realmente. No después de lo que le había hecho.

De pronto, su cuerpo consideraba que respirar era algo superficial, innecesario. Lágrimas brotaban de sus ojos, sin saber realmente por qué. Se sentía vacía y triste. Y llevaba mucho tiempo sintiéndose así, pero ni su novio ni ella no lo sabían.

— Eva, ya basta. No estoy enfadado, ¿de acuerdo? —escuchó a través de las respiraciones estremecedoras. Su novio estaba siendo 'comprensivo'. Intentó estabilizar su respiración, pero él siguió hablando.

Estaba claro que, mientras se limpiaba las lágrimas con ayuda de la manga de su jersey favorito, tratando de detenerse, estaba empezando a molestarse de verdad.

— Eva —dijo en un tono más grave—. No entiendo por qué estás hiperventilando. ¿Por qué lloras? Ni que te hubiese soltado alguna mentira...

—Yo... yo no. ¡No lo sé! —exclamó entre sollozos entrecortados.

—Entonces deja de llorar. Tenemos un lugar al que ir, ¿recuerdas? —dijo. No era ni consciente de que el coche seguía en marcha, y que no se había molestado ni en parar.

—¡Lo estoy intentando! ¡Quiero volver a casa! —jadeó. Él la miró con el ceño fruncido.

—Podrías haber hablado conmigo antes de que nos fuéramos —dijo, girando bruscamente en dirección contraria, volviendo a la casa de la chica—. Estás hiperventilando por algo insignificante. Y así me podrías haber dejado en ridículo. Para no variar, también te digo. ¿Me puedes explicar qué coño te pasa? —preguntó, con un tono frío y antipático.

—No lo sé—contestó Eva brevemente entre dientes. En verdad, sí lo sabía, pero por supuesto que no se lo iba a contar.

El hecho de que sufriera depresión y ansiedad, aunque todavía no se lo hubieran diagnosticado, la estaba molestando; el hecho de que quisiera contarle a sus padres sobre sus trastornos para obtener la ayuda que necesitaba la estaba estresando, pues no quería crear una carga más en la familia. El hecho de que su novio la insultase día sí y día también, no la estaba ayudando.

El coche se detuvo frente al garaje y entró corriendo a su casa, metiéndose directamente en su habitación. Se sintió vacía, y continuó ahogándose en su propio aliento en silencio, sintiendo una gran cantidad de temblores sacudiendo su cuerpo.

Se tumbó en su cama intentando relajarse, cogiendo su teléfono e introduciendo la clavija de sus auriculares y colocándoselos, mientras reproducía Dinamita.

Cometió el error de mirar la pantalla, tan negra como la noche que apreciaba desde su gran ventanal, deseando que alguien le enviase un mensaje de texto o cualquier estupidez.

Deseó no sentirse tan sola; deseó no volver a ver su reflejo en ninguna superficie, ni siquiera sobre el exterior del dispositivo que empezaba a reflectar su realidad; deseó tener a alguien que la convenciese de no ejecutar esos actos inconscientes rebosantes en sus muñecas, como pequeñas líneas al azar que, tras dicha inconsciencia, formaban algo más profundo. Algo con sentido. Algo que Eva quería entender, cosa que no pasaba, y consideraba que no pasaría nunca. Por lo tanto no sabría entenderse a si misma. Lo único que sabía, es que muchas de esas finas rayas representaban cada palabra que salía de la boca de su pareja.

Sin embargo, esos deseos no ayudaban a sus oscuros pensamientos. Apagó el teléfono y, agradeciendo al cielo que sus padres estuviesen de viaje, salió de casa. Necesitaba distraerse, pues en ninguna de sus extremidades quedaba hueco para seguir trazando obras de arte. Así las llamaba ella, para no tener que considerarlo como algo desagradable.

pinceladas; rafeva one shotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora