Lo malo de ser Miranda Ler

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Dos de mis mejores amigas se encontraban en mi casa hurgando dentro de mi armario y metiendo ropa sin sentido dentro de una maleta. 

La boba de Sheila, mi asistente, les abrió la puerta, cosa que le dije que no hiciera desde hace tres meses. Pero parece que se ha puesto de acuerdo todo el mundo en joderme.

- Carla deberíamos cogerle más ropa, creo que no hay suficiente para todos los días que vamos a estar allí. - Sugirió Sandra dentro de mi vestidor.

- Sí, creo que esto también deberíamos cogerlo. - Dijo Carla con un body negro en la mano y una mirada pícara.

Mis ojos se abrieron, levanté una ceja y negué para mis adentros.

- ¿Queréis dejar mi ropa tranquila? He dicho que no voy a ir a ninguna parte, además estoy con un libro y el contrato...

- Definitivamente se viene - dijeron las dos y metiendo el body hecho una bola en la maleta.

Suspiré y las dejé hacer. Sabía que no podía hacer nada y que me iban a meter entre las dos dentro del coche.

Después de que Sandra y Carla terminasen mi maleta, ya era hora, me obligaron a asearme. No os lo vais a creer pero me hicieron la cera mucho más rápido que mi esteticista y encima, gratis.

Cuando ya me vieron lo suficientemente arreglada, me cogieron entre las dos y me arrastraron hasta la salida, allí, camuflado entre dos coches había un fotógrafo vestido todo de color negro. Un gran flash nos alumbró y ellas abrieron rápidamente el coche para meterme dentro.