24 de Septiembre, 1956. Nueva York.

42 3 0
                                    

El otoño es extraño este año, ha comenzado a llover desde agosto y el frío ha arribado con este. Las calles de Nueva York se han visto inundadas de personas corriendo intentando subir a un taxi, el cual probablemente esté impregnado en su interior con el olor de  cientos de personas que han subido antes, húmedo por la lluvia otoñal que no ha parado en tres días.

Son aproximadamente las 05:45 a.m, del 24 de septiembre, a más de un año desde la última vez que nos encontramos. Desde que llegó aquella carta hace dos meses no he podido descansar bien y las noches de insomnio me inundan el alma. Me hubiese gustado haber pronunciado una palabra, aunque ¿Cuál hubiese sido? no hay ninguna que pueda resumir todo lo que siento, aquello que guardé para mí y que si en el momento indicado lo hubiese pronunciado, probablemente todo sería distinto. La lluvia ha cesado y el sentimiento de nostalgia que mis pensamientos me han dejado nublan mi mente por un momento, más bien horas en las que divago entre lo que fue, lo que no pasó... Y lo que nunca será. Necesito respuestas y no tengo ninguna certeza de poder conseguirlas.

Desde la ventana de mi apartamento miro hacia el callejón que se encuentra al costado, limitado por el otro bloque de apartamentos color ladrillo y donde entran unos cuantos rayos de sol entre las calles de todos los demás bloques de apartamentos, que ocupan cuatro  cuadras a la redonda. Observo por el callejón, dos chicos se abrazan despidiéndose y se quedan mirando unos segundos, hasta que uno decide dar el primer paso y terminan con sus labios apretados, el uno al otro, despidiéndose de una noche secreta, que nadie debe saber. Me alejo para darles privacidad, no me gusta espiar ni estar donde no me corresponde, pero la única vista por la que llega un poco de sol es aquella, y dado a que no ha parado de llover durante estos días es mi única oportunidad. ¿Por qué no se puede amar libremente? ¿Por qué deben esperar días para poder salir juntos, ocultos? Lo más probable es que este sea el único lugar en el que puedan estar juntos, si no, los atacarían y los perseguirían hasta poder golpearlos y dejarlos sangrando, con una amenaza como las que han escrito en los muros alrededor de Nueva York.

Me había propuesto que al terminar los días de lluvia iría a recorrer el museo de la ciudad de Nueva York, ir a "le rosé cafe" donde trabajé un año y medio hasta que decidí cambiarme a Brooklyn, para disfrutar del poco sol que hay, del viento frío que levanta las hojas otoñales mojadas con agua y tierra.

Voy a la estación de bus y tomo el primero que pasa, dispuesta a tomar los que sean necesarios para llegar al museo, son las diez de la mañana y puedo darme el tiempo de recorrerlo, ya que tengo libre hasta el miércoles en la boutique. El tiempo se pasa mientras voy leyendo un libro durante el trayecto, faltan unas cuantas cuadras para llegar al museo y decido dedicarme a ver por la ventana. Se nota que es un día laboral, ejecutivos con sus trajes y maletines se pasean por las veredas de concreto, mujeres elegantes paseando junto a sus compañeras de trabajo y entre un tumulto de gente, lo veo, dirigiéndose al central park, sé que es él y por un momento quedo sin aliento.

-Necesito bajar aquí - me levanto del asiento mientras intento a toda prisa guardar el libro en mi cartera.

- Aquí no hay parada, señorita. Debe esperar a la siguiente cua...

- Es urgente, necesito bajar - interrumpo al conductor.

- Manténgase en su lugar - el caballero no me permite bajar. La desesperación por querer verlo es más grande. Estoy apunto de abrir yo misma la puerta, pero un chevy se atraviesa para adelantar al bus y el conductor para en seco - Baje - dice entre maldiciones, aprovechando el momento para abrirme la puerta.

Camino rápido intentando localizarlo entre las demás personas, pero no lo veo. Con esperanzas aún de encontrarnos ingreso al central park casi corriendo, imaginándome donde puede estar. Frente al conservatory garden, donde solía cantar junto a su guitarra para conseguir un poco de dinero, donde pasábamos horas durante el verano y donde tallamos nuestras iniciales en un árbol, pero no está. Lo más seguro es que haya sido parte de mi imaginación, el haber deambulado tanto  sobre él me ha nublado la mente.

Me siento un instante en la banca en que solía esperarlo intentando mantener mi cara en alto para recibir los cálidos rayos de sol... pero siento su olor ¿En qué estoy pensando? Sinceramente estoy cayendo en esas palabras "siempre te amaré", ha pasado demasiado tiempo como para seguir creyendo que volverá y que estaremos juntos una vez más. Me dispongo a caminar hacia el museo y veo parte de lo que es una cinta roja, como si hubiese sido arrancada por haber pasado a llevar a alguien. No puede ser de él, pero es del mismo rojo que llevaba en su abrigo negro en aquel entonces. Lo anudo a mi cartera e intento olvidar el recuerdo tan claro de su vestimenta característica.

Recorro el museo anotando la información que me llama más la atención en la libreta que tenía en mi cartera, no me había dedicado a arreglarla ayer después de llegar del turno de noche, me había amanecido entre pensamientos confusos, sin dormir nada. Me dedico a agregar cosas que voy identificando, detalles que logro distinguir y que me capturan por completo. La historia de Nueva York ilustrada en aquel museo, representante de la vida de ciudad, del "progreso". Pasan las horas y me veo absorta por aquello que no viví, que se encuentra entre aquellas paredes y que evidencian la historia de esta ciudad maravillosa que guarda miles de historias, me encantaría poder conocer cada una, cada detalle y poder vivir estas a través de infinitos relatos, pero no puedo olvidar todo lo que ha conllevado la construcción de este país, lo que no se muestra de manera explícita en estas paredes, sino, que son pintadas  y anuladas por ilustraciones de personas blancas.

Ya son las tres de la tarde y no he comido nada, así que al salir del museo camino hacia "Le rosé cafe"  Sidney, la dueña del café y administradora de este, me mira con ojos amistosos al verme entrar. Sus ojos son testigos de su experiencia en la vida. Me abraza y me ofrece la carta, mientras me acomodo en una de las mesas que tiene vista por la ventana hacia la calle.

- Un americano y una tarta de verduras- le pido amablemente.

- Las cosas no cambian...- me sonríe, correspondiendo el gesto de forma cariñosa y observa mi bolso detenidamente. Sin saber como actuar le pregunto.

-¿Sucede algo? - inspecciono con la mirada mi vestuario, intentando encontrar algo que le molestara. Estuve acostumbrada a esa mirada durante mucho tiempo, cada vez que me equivocaba en algo, al hacer un pedido, al tener la blusa fuera de la falda o el delantal mal atado.

- Recuerdo el cumpleaños en que te regalaron aquella cartera, el joven de rizos y ojos verdes... no recuerdo su nombre, se veía un buen chico...- su expresión de desánimo me evoca el mismo sentimiento que he tenido todo el día y por un segundo siento que me entiende, deambula un poco, lo noto en su cara y movimientos apresurados en sus manos - ha venido un par de veces esta semana - dice después de su meditación, en seco. Quedo paralizada y por unos segundos mi respiración se detiene, como se hubiese olvidado como respirar - pero solo ha pasado por fuera.

- No sabía que estaba en la ciudad - le respondo con un hilo de voz.

- A veces se saben las cosas en el momento indicado - me da una sonrisa, igual que la anterior y se aleja para seguir atendiendo. 

Me quedo pensando, mientras me sirvo la comida, en qué tan apartada estoy de él, cuán lejos me encuentro de poder encontrar las respuestas que no he obtenido, a aquellas interrogantes que me absorben y me quitan cada parte de energía que obtengo. Intento no pensar en eso y luego de  pagar y despedirme de Sidney voy a la estación para tomar el bus de vuelta a mi apartamento. 

Empiezan a caer pequeñas gotas de agua que presagian una lluvia fuerte y estruendosa. Apresuro mis pasos para alcanzar el bus que está en la parada pero paro en seco al verlo doblar en la esquina y quedar a unos cuantos metros de mi. Nuestras miradas chocan y mi cuerpo se tenza completamente.

- Harry - digo en un suspiro mientras él se acerca a mi con los ojos abrumados por lágrimas. 

Sunflower Vol.1 || H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora