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Cuando Victoria se despertó a la mañana siguiente, su estómago todavía se revolvía.

¿Nervios o náuseas matutinas? se preguntó, aún medio dormida, con las yemas de los dedos sobre su vientre plano. Entonces, recordó el día anterior, y que no había sido una pesadilla, realmente estaba embarazada.

Ella apartó su mano y la apretó contra su pecho, su corazón latía con fuerza, su respiración se agito.

Dioses, es hermoso. Esta nueva sensación la hacía feliz. Inmensamente feliz. Ser madre nunca estuvo en sus planes, bueno, no en ese entonces. Antes de asumir el papel de madre ella quería hacer realidad sus sueños, ser la próxima jefa de la planta de diseño en Casa Rios Bernal, obtener sus propias acciones, enamorarse del hombre indicado...

El hombre indicado...

Victoria no pudo evitarlo. Las palabras saltaron a su mente durante su trayecto hacia Casa Rios Bernal y cuando salió del ascensor y vio a Heriberto a través de las paredes de cristal de su oficina.

Estaba sentado en su escritorio, con la corbata colgada del respaldo de la silla y los botones superiores de su camisa blanca desabrochada. Tenía las mangas enrolladas hasta los codos, y tenía los anteojos balanceados precariamente en la punta de la nariz mientras miraba el informe sobre la mesa. Una rápida mirada a ambos lados le aseguró a Victoria que ni Osvaldo ni Enrique estaban en sus oficinas, y que la secretaría del piso también se había ido, de seguro a almorzar. Eso solo significa una cosa. Estaban solos.

Heriberto levantó la vista y vio a Victoria, todavía parada fuera del elevador, incómoda y con la boca abierta. Se enrojeció de inmediato y miró hacia otro lado, hacia sus zapatos.

Heriberto estaba de pie detrás de su escritorio cuando ella finalmente se armó de valor y empujó a través de la puerta de vidrio hacia su oficina, con las manos en las caderas y los anteojos descartados en el escritorio. Su rostro estaba en blanco. El corazón de Victoria se apretó lastimosamente ante la vista. Se demoró al cerrar la puerta, su única ruta de escape.

"Hola", dijo, mirando fijamente un punto sobre su hombro derecho, no podía verlo a los ojos.

Los labios de Heriberto se inclinaron hacia arriba, la aproximación de una sonrisa. "Hola"

Era tan incómodo. Nunca habían sido tan incómodos el uno con el otro, ni siquiera al principio, incluso sus insinuaciones y coqueteos habían sido fáciles y naturales.

"Lamento molestarte", dijo finalmente Victoria, su voz débil y temblorosa. Se aclaró la garganta, juntó las manos detrás de la espalda y salió a la fuerza: "Hay algo de lo que necesito hablar contigo".

"Por supuesto. Por favor" Heriberto hizo un gesto hacia las sillas frente a su escritorio, volviéndose a colocar en la suya. Victoria se sento. Su tarea parecía insuperable incluso desde esta distancia, si entrecerraba los ojos podría fingir que Heriberto no era tan guapo e intimidante como él parecía. Estar más cerca de él, estar tan cerca del hombre que intentaba desesperadamente no añorar, parecía imposible. Añoraba la sensación de su cuerpo junto al suyo, el calor que el emanaba y lo segura que se sintió en sus brazos aquella noche.

Pero él la abandonó...

Ahora, Victoria estaba tentada a hacer su anuncio, comunicarle sobre su estado, dejarlo caer en el espacio físico y emocional entre ellos y simplemente irse sin preocuparse por las ramificaciones. Incluso cuando la idea cruzó por su mente, Victoria sabía que nunca podría hacer eso. Incluso si Heriberto no merecía algo mejor, no le haría ningún bien a su propio corazón.

Cautelosamente, Victoria cruzó el piso de la oficina y se sento en una silla, mirando a Heriberto como si fuera un animal salvaje. La estaba mirando con el ceño fruncido.

Una Aventura de una Noche- Pareja TekilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora