Todos los días el pueblo se llenaba de vida. No había nadie que no supiese que hacer en cada momento. Pero la historia se centra en un edificio concreto. En un instituto para ser más precisos.
Aquí los jóvenes acudían a clase y se reunían con sus amigos y amigas. Los días trascurrían de forma normal para todo el mundo... excepto para una persona en concreto. Bueno, con persona me refiero a una persona muy especial. Se trataba de una jovencita de dieciséis años. Una jovencita que apenas vivió diez minutos. Nació y murió sin saber porque. Su cuerpo desapareció, pero su alma no. Allí estaba ella. Imperceptible para el ojo humano, esta chica acudía a clase sin que los alumnos supiesen que en su instituto, las clases, jamás tendrían que contar a uno más.
Caminaba por los pasillos envuelta en sus pensamientos y rodeada de enigmas. ¿Quien era? ¿De dónde venía? ¿Por qué no era normal? Algo se le escapaba y no sabía muy bien el que era.
Por el pueblo su vida era la misma. Oculta. Invisible. No tenía necesidades y no sentía nada. Nunca paraba de leer libros acerca de las emociones y muchas veces se maldecía a si misma por su mala suerte.
- Es curioso -.Se decía -. La gente vive día a día con las emociones y no tienen ni idea de lo muy afortunados que son.