La cuarentena y sus efectos secundarios

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Cuando los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, Erwin se convenció de que estar encerrados no estaba tan mal. Su rutina era mucho más simple desde que estaban en casa. Se levantaba tarde, desayunaba un poco de café, alguna de las muchas galletas que habían comprado como suministros, y se sentaba frente a la computadora para trabajar durante más de la mitad del día, haciendo pausas únicamente para comer o beber agua. O alguna cerveza. 

Terminaba de trabajar cuando el cielo comenzaba a tornarse oscuro y, junto con Levi, preparaban algo simple para cenar. Como sólo salían una vez a la semana por comida, era difícil conseguir vegetales o frutas y todavía más difícil era mantenerlos frescos por varios días, de modo que habían optado por comer cosas más simples de almacenar, como pastas, sopas instantáneas y botanas.

Así, al cabo de poco más de dos meses, cuando finalmente las cosas volvieron a la normalidad, Erwin recibió un duro golpe de realidad al tratar de ponerse uno de sus trajes favoritos para volver a la oficina.

—Te dije que no pasaras tanto tiempo en el sofá —dijo Levi, mirándolo desde la puerta de la habitación que compartían.

—Está bien, sólo está un poco ajustado, debe ser porque perdí la costumbre de usar traje en estos días —explicó, convencido de que el problema era que había pasado todo ese tiempo vistiendo ropa deportiva, holgada y cómoda a diferencia de los trajes que solía usar y se ajustaban perfectamente a su figura. Sin embargo, aunque intentaba convencerse de que el problema era la ropa y no él, los botones de su saco parecían estar a punto de salir volando.

—Tal vez deberías probarte otro, quizás ese se encogió al lavarlo —ofreció Levi mientras se dirigía al armario, buscando entre las prendas algún otro traje que no se ciñera tanto a su cuerpo.

Erwin suspiró exageradamente mientras se quitaba el saco que había estado usando y lo doblaba cuidadosamente antes de colocarlo sobre la cama. Levi tomó un par de trajes del armario, uno azul oscuro y el otro negro, y se dio vuelta tan sólo para ahogar un jadeo mientras intentaba no decir nada por la imagen que tenía frente a él. 

No solo era el traje el que se veía apretado, la camisa azul cielo que usaba Erwin parecía estar sufriendo una horrible tortura. Los botones se mantenían en su lugar por alguna fuerza divina, mientras que el espacio entre ellos se abría notablemente, revelando el abdomen de Erwin, que parecía algo más suave que de costumbre. Donde antes debía haber músculos firmes y duros, ahora había piel suave y ligeramente suelta.

Levi se obligó a apartar la mirada del cuerpo de su pareja y observó los dos trajes que sostenía en sus manos, intentando decidir si alguno de esos sería suficiente para vestir adecuadamente a su, ahora más grande, novio. Al final, se decidió por pasarle el negro.

—Prueba este —dijo, pero antes de entregárselo decidió que no podía dejar que saliera así a la calle y mucho menos al trabajo—. Espera, te buscaré otra camisa.

—¿Qué hay de malo con esta? —preguntó Erwin, pero Levi ya estaba sacando ropa de la parte más alejada de los cajones, donde guardaban las prendas que no usaban a menudo o que del todo no habían vuelto a usar porque ya no les quedaba bien. Cuando volvió a mirarlo, le arrojó una camisa gris que parecía demasiado grande.

—Date prisa, vas a llegar tarde a la oficina —dijo, pero en el momento en que vio a su novio sin camisa, se preguntó mentalmente si no valdría la pena tomarse un día más antes de regresar a la vida real.

No era como si no lo hubiera visto desnudo antes, en realidad, habían tenido sexo casi todos los días durante el tiempo que pasaron encerrados, pero el cambio había sido tan gradual que no le había dado importancia hasta que, en ese preciso instante, pudo ver como el pantalón de Erwin se apretaba peligrosamente en su cadera, formando algunos rollitos en su cintura que lucían bastante suaves y seductores.

No era que no echara de menos la figura fuerte y tonificada de su novio, pero esas zonas de piel suelta en su cintura y en su espalda se veían tan apetecibles que su boca salivaba con ansias de morderlas. Tan sólo de imaginar la sensación de esa suave piel bajo sus manos, apretando y amasando hasta que se escapara entre sus dedos… morder esa piel extra, lamerla… el calor se acumuló en su rostro ante esa idea.

—¿Levi? ¿Sucede algo? —preguntó Erwin al notar que se había quedado ensimismado por un rato, totalmente ajeno a lo que pasaba por su mente. Sí, quizás había intentado pasar por alto la forma en que su cuerpo había cambiado, porque estaba seguro de que, en cuanto retomara su ritmo de vida habitual, volvería a la normalidad, mas nunca esperó que Levi fuera a reaccionar de esa forma al verlo. Tal vez era porque nunca esperó llegar a esa situación, pero jamás se había detenido a pensar en qué pasaría con su relación si descuidaba su apariencia como en ese momento. Al parecer ahora conocía la respuesta.

Sin embargo, antes de que pudiera decir nada, Levi se lanzó sobre él, empujándolo a la cama en el proceso mientras se aferraba a los recién descubiertos rollitos de su cintura como si su vida dependiera de ello. No tuvo oportunidad de objetar nada tampoco, pues de inmediato su boca fue reclamada por los labios hambrientos de Levi, que lo besaba de una forma salvaje que no había experimentado en un largo tiempo. 

Tal vez debería reconsiderar la idea de retomar su rutina de ejercicios habitual, al menos por un tiempo.

Drabbles de cuarentena - Edición EruRiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora