Abordaje: 821

5 0 1
                                    

Doomed Crusade, así es como se llamaba aquella nave llena de esclavos. Esclavos famélicos, enloquecidos, agotados, desesperados. Cientos de números se contaban en las listas de tripulantes de la nave. Cada código de 3 dígitos por cada esclavo. Celdas abarrotadas de ellos poblaban la cubierta inferior, y parecían interminables. Habían viajado ya casi un año entero, y solo fueron congelados la mitad del trayecto. En la segunda mitad se les despertó para alimentarlos y obligar a algunos a trabajar en la nave, desde limpieza hasta trabajos de fuerza, incluso alguno que otro trabajó en la parte técnica de la nave, como equilibrando el motor y regulando el consumo de energía, si podían probar que tenían el intelecto para encargarse de esas tareas. Y entre mares de esclavos, había uno que destacaba por ello. Su número era 821. Había sido sacado de su planeta cuando bebé por soldados "conquistadores" del cuadrante D-32-Q a órdenes de su líder planetario, los cuales exterminaron la raza del pobre infante, el cual  fue vendido cómo el último ejemplar de su especie a un político ricachón de por allí. Su cuerpo carecía de masa muscular, a diferencia de otros esclavos y gente libre que había visto a lo largo de su vida. Pero su memoria, inteligencia e ingenio no tenían igual alguno. Fue usado desde la niñez para trabajos de ingeniería a órdenes de su amo, a modo de insulto a los ingenieros nativos. Creció con mucho conocimiento técnico y mecánico, y memorizó como fabricar naves nodrizas desde cero.
 Y por su inteligencia, fue que al llegar a su mayoría de edad fue vendido a una de las corporaciones mineras que tenían lugar en Eddon. 
-Te hará bien el trabajo de fuerza -le dijo su amo- pero descuida, volverás junto a mi si sobrevives. Incluso consideraré darte tu libertad, si es que me aburro de ti en el proceso. 
"Si sobrevives". Esas palabras retumbaban en su cabeza sin cesar, mientras trabajaba en la nave.
-El consumo de energía está muy alterado últimamente -le decía la persona al mando, el Capitán Freden, mientras 821 ajustaba y trasteaba con el motor bajo sus órdenes- supongo que ustedes, esclavos de pacotilla, no necesitan tanto oxígeno, ¿verdad? -decía entre risas, mientras le ordenaba con señas que disminuyera la producción y filtración de oxígeno en las cámaras de los esclavos. 821 sabía que también el se vería perjudicado por ello. No recibía ningún tipo de trato especial, después de todo. Vivía, comía y dormía con los demás esclavos, así fue toda su vida. 
Durante el resto del viaje, procuró hablar en voz baja, respirar con lentitud y evitar agitarse demasiado ahí abajo, por mas duro que fuese. No quería morir ahogado ahí, sin siquiera tocar el planeta. Quería volver a su hogar, junto a su amo, como siempre. 
Así pasó el tiempo. Los otros corsarios tomaron la mala costumbre de hacerlos trotar a los esclavos apenas despertaran, para que la falta de aire los alerte y despabile. Alguno que otro caía al suelo, tosiendo, aferrándose a su pecho, ahogándose. Los corsarios solo se disponían a patearlo en el suelo hasta que muera o caiga inconsciente. 821 se las arregló para mantener un ritmo lo suficientemente lento para qué no lo dejara sin mucho aire, y a su vez lo suficientemente rápido para que los corsarios espectadores no lo golpeen. Se adaptó, y su cardio mejoró de manera drástica con el tiempo.
 La rutina era la misma: trotar durante 20 minutos, y ponerse a trabajar en lo que a cada uno le correspondía. Si no tenían un trabajo asignado, les daban una paliza porque sí y los hacían correr de nuevo, para luego encerrarlos. Luego de terminadas sus tareas, les daban una pausa de 3 minutos, los cuales eran usados para cumplir sus necesidades básicas, cómo alimentarse, beber, ir al baño. Algunos debían hacer estas cosas a la vez, para no perder el tiempo. Si hacían cualquiera de esas cosas fuera de sus 3 minutos de descanso, los golpeaban hasta el agotamiento de los corsarios, lo cual solía tardar. 
821 logró volverse lo más eficiente posible en cuanto al tiempo para todo, obedecía sin rechistar y hacía todo lo que le ordenaban al pie de la letra. Eso no evitaba que le den una paliza de vez en cuando, pero al menos no era tan grave ni duradera como las de los demás. Tal era su eficiencia, que los corsarios lo apodaron "El Útil", sobre todo para referirse a el cuando se lo requería para algo. 

-Y dime, mocoso, ¿como te tratan en tu planeta?-le decía Freden mientras lo hacía trabajar en un panel de control averiado. Podría ser cruel, muy cruel, pero veía con mejor cara a aquellos que pudiesen mantener una conversación interesante. Freden era muy charlatán.

-No me tratan tan mal...me dejan leer los libros que nadie quiere, y de vez en cuando me permiten practicar con chatarra, máquinas descompuestas o vehículos averiados.

-¿Sabes leer? -dijo Freden, haciendo una expresión de curiosidad e interés- Eres el primer esclavo que he llevado que lee.

-También escribo, y dibujo. Cuando el Amo Blonn me lo permite, puedo hacer hasta planos. -

-¿Así que sabes álgebra también?

-Si, señor. -dijo, mientras terminaba de redirigir algunos cables y soldar algunos componentes del panel, para luego ponerlo en su lugar. Freden observó el proceso con detalle y cuidado.

-Y dime, ¿cual fue la avería en el panel?

-La tabla de cableado y distribución enérgica del panel sufrió una sobrecarga debido a una obstrucción en alguna parte del sistema de dirección eléctrica en las paredes, seguramente por algún agente metálico o volátil. -Freden se le quedó mirando, cómo si esperase algo más- En resumen, alguien metió algo de metal o eléctrico en la pared, quizás escondiendo algo. 

-Interesante...¿alguna teoría de qué podría ser este objeto, donde podría estar metido o quien podría haberlo escondido?

-No tengo idea, señor. -tras decir esto, Freden le clavó la mirada directamente durante unos segundos. 821 se esperaba una golpiza o algo similar, pero en realidad solamente le dio una palmada en el hombro, lo felicitó por su buen trabajo y ordenó a un grupo de corsarios a investigar en las paredes y encontrar este objeto. A los pocos días, 821 se enteró que habían encontrado el objeto, una réplica la tarjeta llave de la armería, escondida en una pared en el taller de la cubierta baja. Solo tomó unos segundos analizar el historial de fabricación de las estaciones de creación y descubrir quién había sido y cuando.
Un día después de resolver el misterio, se le ordenó a todos los esclavos agruparse en la cubierta mayor para un discurso del capitán. En ese discurso, un esclavo que trabajaba en la estación de creación B-28 fue ejecutado frente a todos los demás, electrificado hasta la muerte. 821 sabía qué ese esclavo murió por su culpa. Sabía que prácticamente lo había delatado. Pero sintió remordimiento alguno por ello, ya que solo hacía lo que debía hacer para sobrevivir. Siempre fue así, y siempre será así. Es lo que ese mundo le obligó a volverse.


Una semana más transcurrió, donde se le informó a todos los esclavos de que llegarían en una hora a Eddon. Los hicieron trabajar hasta el agotamiento completo. Limpiaron 3 veces toda la nave, repararon hasta la más mínima grieta, ajustaron hasta el último tornillo. Hasta 821 se sintió exhausto después de tanto trabajo. No tuvieron descanso alguno hasta que la nave entró a la atmósfera y aterrizó. Todos estaban sin energías ni fuerzas ya, pero lo peor apenas comenzaba. 
Se posicionaron frente a la puerta de salida, aún cerrada, donde Freden, que se encontraba subido a una plataforma levadiza, les dio la despedida.

-¡Muy bien, por fin están en su nuevo hogar! ¡Compórtense, obedezcan, y recuerden: trabajen duro y sin descanso, como se merecen! -las puertas se abrieron, dejando entrar aire caliente, arena y polvo dentro- Y ahora, ¡Lárguense de mi nave! - tras decir esto, los corsarios dispararon al aire y los hicieron correr a todos fuera. 821 era empujado y arrastrado por la estampida de esclavos aterrorizados que huían a un destino peor que la muerte, mirando hacia atrás, observando como la nave que lo había llevado ahí cerraba sus puertas para siempre. Volteó hacia delante, y entre la multitud que lo sobrepasaba en altura, pudo divisar el desierto. Una vez que los esclavos habían abandonado la nave por completo, los propulsores fueron activados, y ésta despegó, empujando una nube de arena a los esclavos, tomando altura poco a poco, hasta que se la perdió de vista. Ahora estaban varados allí. Sin agua. Sin comida. A merced de la suerte. Por fin habían llegado a Eddon.

Los Habitantes de EddonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora